Expertos reaccionan a cambio de nombre del Árbol de la Noche Triste y Puente de Alvarado

Para el historiador Javier Garciadiego y el cronista Ángeles González Gamio, Pedro de Alvarado fue un personaje "siniestro" además de "sanguinario y miserable".

El Árbol de la Noche Triste. (Foto: Cuartoscuros)
Jesús Alejo Santiago y
Ciudad de México /

Claudia Sheinbaum anunció ayer en conferencia de prensa el cambio de nomenclatura de la calle Puente de Alvarado por Calzada México-Tenochtitlan. Asimismo, señaló que al Árbol de la Noche Triste ya no se le llamará así, porque ahora se conmemorará “la Noche Victoriosa”. Estos cambios tuvieron diversas reacciones por parte de los estudiosos en arqueología y en historia de México.

Para el doctor Leonardo López Luján, uno de los máximos especialistas en la investigación y en la historia del Templo Mayor, el recinto sagrado de los mexicas: “Se trata de una típica expresión de la llamada ‘historia de bronce’, de la ‘historia oficial’, una historia que no tiene que ver con la ciencia, sino con la política del momento.”

En opinión del historiador Alejandro Rosas, esa iniciativa es “totalmente absurda y sin sustento, es simplemente ideología barata y chafa sobre el nacionalismo que no lleva a ningún lado. Este gobierno no trata de hacernos comprender la historia, estudiarla o analizarla, sino de imponer una nueva historia oficial, así de simple. Tampoco es para rasgarse las vestiduras, porque ahora hay muchas investigaciones de la caída de Tenochtitlan, del mundo mexica, pero me parece que este gobierno cree que, cambiando el nombre, reescribe la historia, y no”.

A su juicio, son cortinas de humo para discutir tonterías, por ejemplo, Cristóbal Colón no regresará a su glorieta en este sexenio, ya están acostumbrados a la mentira, te dulcifican o te dicen que fue para limpiarla. Si van a empezar así, tendrían que quitar nombres, calles y monumentos, entonces se tendría que destruir el Palacio Nacional porque fue de los virreyes de la Nueva España, la Real Audiencia lo compró a los descendientes de Cortés, es decir, no fue hecho para los presidentes de México. Y también correría la misma suerte el Castillo de Chapultepec porque lo hicieron los virreyes malditos, así como El Ángel de la Independencia porque es una obra del porfiriato”.

El historiador lanza la pregunta de si el 13 de agosto se va a reconocer la victoria de los tlaxcaltecas y los españoles sobre los mexicas, en 1521 ¿Mencionaremos que ese día, fue el de la victoria?

De acuerdo con el escritor Ignacio Solares, “eso es atroz, porque son parte de nuestra historia de la ciudad y porque somos polvos de aquellos lodos. Yo creo que tu ciudad es parte de ti mismo. Yo, en una de mis columnas periodísticas acabo de poner que me siento en esta ciudad como si fuera yo habitante de hace siglos. No sé si habrá la reencarnación o no, pero yo creo que si ya reencarné lo hice en esta ciudad. Mi reino todo es de este mundo, de esta ciudad y cada calle tiene su historia”.

A su juicio, “el Árbol de la Noche Triste es un símbolo de algo que nos ha marcado, porque finalmente somos un pueblo que es español y mexicano, como decía el pasodoble de Agustín Lara. Yo no puedo negar mi madre patria y no puedo negar que soy mexicano, y que soy de Ciudad de México y que la amo por sobre todas las cosas. Cada cosa que se destruye o que se cambia, me lastima el corazón”.

Directo en sus respuestas, el historiador Javier Garciadiego, integrante de El Colegio Nacional, reconoció que no suelen gustar los cambios de nomenclatura, pero en este caso sí: “Siempre me pregunté ¿‘noche triste’ para quién?, y Pedro de Alvarado siempre me pareció siniestro”.

De acuerdo con el investigador Alfredo Ávila, ya se habían tardado en tomar este tipo de decisiones, bajo el entendido de que la mayoría de los gobiernos usan la historia para identificar la posición ideológica que pretender enarbolar.

“Sí es una pena, porque Puente de Alvarado es una de las vialidades más viejas, más tradicionales de la ciudad. Cuando se construyó el Eje Central, nombres como Niño Perdido se olvidaron y la ciudad cuenta con muy pocos nombres de la época virreinal, algunos de ellos de origen indígena, como Tacuba, Calzada de Tlalpan, Donceles y el nombre de Puente de Alvarado designaba a esa avenida desde el siglo XVI: estamos perdiendo un nombre con 500 años de existencia, pero no me parece tan llamativo”.

La jefa de gobierno, en palabras del historiador, sólo está favoreciendo una visión de una memoria muy tradicionalista, como la de los años 70 del siglo XX, cuando se veía a México-Tenochtitlan como el origen del actual México. El problema es que se apoya en una posición contra la cual los historiadores han luchado: “nadie tiene la verdad en la historia, por más que hagas investigaciones profundas y minuciosas, siempre hay un margen para que un nuevo historiador o historiadora te digan dónde te equivocaste”.

“No hay una sola verdad en la historia, lo que sí es cierto es que las verdades siempre se fundamentan en los documentos, por eso me parece un poco tramposa el uso de esa posición de decir que, si no hay una verdad en la historia, entonces podemos celebrar los 700 años de la fundación. Eso no debería darse, porque no hay ningún documento que avale esa fecha”.

El narrador Pedro Ángel Palou, recordó unas palabras de José Emilio Pacheco: “La historia la escriben los vencedores y la novela los vencidos”. Desde su perspectiva no está del todo mal que haya cambio de nombres de calles, que se revise la historia, “de hecho, me parece un acierto el cambio de nombre de Puente de Alvarado”.

El autor refiere que “de niño pensaba que era absurdo que le llamáramos la Noche Triste a la casi derrota del ejército conquistador; sin embargo, no hay ninguna evidencia empírica o histórica de que se cumplan 700 años de la fundación de Tenochtitlan: cuando se festejan estas cosas hay que ser sumamente cuidadosos, basarse en la objetividad histórica para que el cambio sea duradero y no un capricho sexenal o trienal”.

Lo más importante, a decir del autor de títulos como Cuauhtémoc. La defensa del Quinto Sol, es que un cambio de nombre debe acompañarse de una reflexión sobre la historia, a través de una ley de memoria histórica que empiece con atribuciones históricas a los pueblos indígenas por el Estado mexicano, “sin pedirle al reino de España que pida perdón: la reivindicación interna y la restitución a los pueblos indígenas sería mucho mejor que sólo los nombres, los festejos, las ceremonias, el oropel”.

La calle Puente de Alvarado tiene siglos, así como el Árbol de la Noche Triste, que cuenta la historia de la noche triste de la derrota de Hernán Cortés, subraya.

Ángeles González Gamio, cronista del Centro Histórico de la Ciudad de México, considera acertado quitar el nombre de Pedro de Alvarado y ponerle Calzada México-Tenochtitlan. “Pedro de Alvarado fue un tipo sanguinario, miserable, espantoso, ordenó la matanza del Templo Mayor, salió huyendo y se salvó con una garrocha. No es un hecho heroico como para que exista una calle con ese nombre, por lo que sí debe cambiarse el nombre a la calzada que en un principio se llamó Tlacopan”.

Sobre el Árbol de la Noche Triste que ahora se reconocerá como “la Noche Victoriosa” refiere que “se cambia la visión de la historia, no la historia, lo que sucede es que se quiere tomar en cuenta la visión de los mexicas que vencieron a Hernán Cortés”.

Para el historiador Rodrigo Martínez Baracs, los cambios de nombres desarraigan la memoria, “le quitan densidad a la presencia siempre ambigua del pasado” y terminar por formar “parte de la destrucción actual de nuestro patrimonio cultural, porque los nombres forman parte de la realidad y peores son estos cambios cuando los hacen por criterios políticos del momento y con mala información”.

“No es que goce de nuestra simpatía Alvarado, mató a muchos, pero menos que Julio César, Napoleón o Pancho Villa. Por otro lado, el nombre de Calzada México-Tenochtitlan no corresponde a nada. Nunca hubo una calzada de tal nombre y, además, quitarle el nombre de Noche Triste porque fue la de los españoles, y pensar en la Noche Victoriosa, tampoco es correcta, porque los españoles lograron su propósito de salir de la ciudad, para posteriormente reponerse y reorganizarse en Tlaxcala, y organizar la posterior toma de la ciudad de México”.

De acuerdo con el miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia y miembro electo de número de la Mexicana de la Lengua, las fuentes antiguas mencionan varias fechas para la supuesta fundación de Tenochtitlan: 1324, 1318, 1312 o 1364, aunque la más mencionada es 1325, pero en ninguna se refiere el año de 1321.

“El gobierno representa la historiografía de bronce patriotera de libro de texto priista más lamentable. Y peor el caso de claras falsificaciones, como el de la supuesta fundación de Tenochtitlan hace 700 años, en 1321. La noticia es lamentable para los que pensamos que algunos sectores del gobierno se librarían del atentado generalizado a la razón y a la verdad”.

Pero esto no quiere decir que en 1325 haya sido la fundación, porque el encuentro del águila en un nopal devorando una serpiente no es un acontecimiento histórico, sino mítico, y, como bien lo explicó el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, se trata de un proceso de poblamiento lento y complejo que no se reduce a una fecha.

Rodrigo Martínez Baracs hizo un llamado a que las conmemoraciones históricas, de la Conquista, de la Independencia, de la SEP, y otras, sirvan para apoyar el estudio y la enseñanza de la historia y la preservación y el cuidado de nuestro patrimonio histórico cultural, sobre todo en un tiempo en que se ataca las instituciones educativas y culturales, lo cual permite la destrucción del patrimonio histórico, cultural y natural de la nación.

“El país debería estar de luto por el reciente incendio y pérdida total de la iglesia del pueblo purépecha de Nurío, cerca de Paracho, con su bellísimo artesonado polícromo, que era "la capilla Sixtina de Michoacán". Es tiempo de reaccionar”, advirtió el historiador.

Por otro lado, Celia del Palacio, coincidió en el uso político que hacen los gobernantes, “unos más que otros”, para hacerse un lugar a ellos mismos en esa narrativa: “cambian el relato de lo que fue para explicar lo que ellos son”.

“Me parece lamentable porque ahora, en esa historia de bronce a la que estamos tan acostumbrados, está bien, borramos a los españoles, pero glorificamos a los mexicas, que también tenían sus horrores. Ahora bien, se pretende borrar a los españoles, y si bien no somos españoles, tampoco somos mexicas”, destacó la doctora en Historia por la UNAM y catedrática de la Universidad Veracruzana.

Acerca de la decisión de cambiar el concepto de la Noche Triste, la escritora recordó que en esa batalla murieron muchos menos españoles que tlaxcaltecas, por ejemplo, y la derrota fue también la de los pueblos originarios que iban con Cortés.

“Sobre la calzada México-Tenochtitlán no entiendo ese nombre. Es redundante. Y si se quiere festejar la Fundación de Tenochtitlán, está bien, pero hay que recordar que Tenochtitlán no es México. Se está invisibilizando la enorme diversidad cultural de Mexico, la enorme cantidad de pueblos originarios que convivieron y sufrieron el yugo mexica”, a decir de la investigadora.


PCL

  • Leticia Sánchez Medel
  • letymedel@yahoo.com.mx
  • Reportera cultural, cursó la maestría en Periodismo Político, es autora de tres libros sobre la historia inédita del Cervantino.

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