Ramón Gener sostiene que sus programas de divulgación del arte y la cultura son para aquellos que justamente creen que el arte y la cultura no va con ellos, por eso saca la ópera, la música y las obras plásticas de las salas de conciertos y de los museos para llevarlas a la calle, a las casas de las personas, incluso con alguna discapacidad, para mostrárselas, “porque no se puede desear lo que no se conoce”.
El barítono, pianista, escritor y divulgador cultural presenta en México, por el Canal 22, su serie de 4 capítulos para conmemorar el bicentenario del Museo Nacional del Prado, institución cultural creada a instancias de Fernando VII y su esposa María Isabel de Braganza e inaugurada el 19 de noviembre de 1819.
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Estrenada originalmente los domingos de noviembre de 2019 en la televisión pública española RTVE por el bicentenario, 200: Una noche en el Prado con Ramón Gener está dividida en los programas: Museo del gusto real, Museo de pintores, Museo de símbolos y Museo de reflejos y se transmite por el canal cultural mexicano los domingos, a partir del 24 de julio, a razón de uno cada semana.
En entrevista desde España, Gener (Barcelona, 1967) habla sobre la serie que incluso revela la historia de las pintoras que hay en el Prado y permanecían ocultas, como Marietta Robusti, hija de Tintoretto, Angelica Kauffmann, Rosa Bonheur, Anna María Mengs o Clara Peeters, aunque la institución ya había montado en octubre de 2019 la exposición Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Historia de dos pintoras.
Sobre por qué solo tuvo cuatro programas la serie del museo, en comparación con sus anteriores, también transmitidas por Canal 22, Esto es ópera y Esto es Arte, con 30 capítulos y 24, respectivamente, indicó que se limitó a contar “un poquitín del museo” por el mes del bicentenario.
A lo largo de la serie, Gener se convierte también en personaje para, en una suerte de thriller de terror-humor, desmenuzar la historia de esa pinacoteca, de sus pinturas más importantes y de España.
“Es como una metahistoria dentro de una historia: una persona que llega al Museo del Prado, dice que va enseñar el museo por la noche con toda la calma y, en lo que explica el museo, hay una subtrama de ficción en la que el cuadro de la reina María Isabel de Braganza intenta ponerse en contacto conmigo”, añade.
Pero más allá de la subtrama de ficción, estructuró la visita en esbozar la identidad del museo.
“Cuando uno habla de cosas culturales, de arte, de música, lo normal sería estructurar las cosas de acuerdo con los periodos históricos: ‘Hoy vamos a hablar del barroco’. A mí eso me resulta un poquitín cansino y muy poco atractivo. Entonces, intenté encontrar cuatro temas que fueran muy identificativos de la identidad del museo, porque el Prado tiene unas connotaciones que no tienen otros museos”.
Museo del gusto real, explica, porque en él existen colecciones de los reyes de España y está determinado por ellos hasta que se decide que “todo tiene que estar abierto al público y de cara al público”.
“El segundo capítulo: Museo de pintores: El prado es museo de pintores, pero no de pintura, lo cual parecería una locura, pero no lo es, porque si fuera un museo de pintura, estarían reflejados todos los pintores importantes del mundo, y estarían reflejadas todas las épocas del mundo. Pero, precisamente, porque el museo nace de acuerdo al gusto real, hay unos pintores muy representados porque eran los pintores de la corte española; en cambio, hay otros que no están representados, que eran de países que no tenían buenas relaciones con España. Por tanto, solo hay un cuadro de Rembrandt (holandés) ¡Cómo es posible! En cambio, está casi toda la colección de Diego Velázquez o de Francisco de Goya, pues precisamente por eso, más que ser un museo de pintura, es un museo de pintores.
“El tercer capítulo surgió como el Museo de símbolos: ¿Cómo leer un cuadro y cuáles son los símbolos que se esconden detrás de un cuadro? Y, finalmente, el Museo de los reflejos, que es todas las personas que gracias al Prado han encontrado inspiración, ya sea en la pintura, en la música, en la literatura, poetas, músicos, pintores, que gracias al museo han podido inspirarse y hacer una carrera artística. El museo como un reflejo de todos esos artistas”, expone el autor de Si Beethoven pudiera escucharme.
—En el segundo programa aborda el tema de las pintoras en el Prado. Un hallazgo. ¿Cómo las encontró?
Primero, ¿cómo las encuentras? Buscándolas. Si no buscas, no encuentras. Sí es cierto, ha cambiado mucho la sensibilidad desde el 2019 hasta la fecha. Y si mi programa ayudó un poquitín a que así fuera, pues yo muy feliz de que así haya sido. Yo caí en la cuenta de que prácticamente todos los pintores expuestos en el museo eran prácticamente solo hombres. Y me pregunté cómo era posible. Naturalmente, la historia del arte es la que es. Claro, no estamos hablando de México y Frida Kahlo, ¿eh? Estamos hablando de la pintura española de los siglos XVI, XVII y XVIII. Y, por tanto, hay que entender el rol de la mujer en las actividades artísticas durante esos siglos en Europa, un rol, no diría ni siquiera secundario, es un rol prácticamente nulo, así que si uno quiere acceder a cuadros de esa época pintados por mujeres, tiene que buscarlos, dedicarse a buscarlos con ahínco.
Aun así me di cuenta de que el Prado tenía unos cuantos cuadros de mujeres, muchos de ellos estaban en los talleres, mejor dicho, en los almacenes, y ahí me di cuenta que había cuadros de Artemisia Gentileschi, de Sofonisba Anguissola, Clara Peeters... cuadros que tenían un enorme valor histórico, artístico, no solo por el propio valor de los cuadros en sí mismos, sino por las personas que los pintaron, en este caso mujeres. Así que me interesé mucho por esto, y en el programa me interesé en el caso de Clara Peeters y los bodegones que ella pintaba y que tenía que firmar de una manera muy especial, prácticamente a escondidas, precisamente por el hecho de ser mujer.
—¿Ese hallazgo presentado en su programa indujo a las autoridades del museo a exhibirlos?
Sí, a partir del programa —no quiero decir que gracias al programa, yo no me atrevería a decirlo ni lo digo—, pero si digo que después del programa el Museo del Prado organizó una exposición con esos cuadros de mujeres, eso sí. Y hay que decir también que en estos últimos años la sensibilidad ha cambiado mucho, y de tener los cuadros de estas mujeres en los almacenes, han pasado a las salas de exposiciones, más allá de los tres o cuatro que siempre han estado expuestos.
—En esta serie, igual que sus anteriores, lleva las obras a la calle. ¿Por qué es importante eso?
Siempre me ha parecido, desde que me plantearon salir en los medios y hablar de las cosas a las que yo me dedico, de hablar de la música y el arte, del hecho cultural en sí mismo, hay mucha gente que nunca ha estado en un teatro de ópera y hay mucha gente que nunca en la vida ha ido a una exposición, a un museo, o a la lectura de un libro por un autor. A mí siempre me ha gustado que, en lugar de invitar a la gente a entrar a los lugares, yo mejor saco las cosas a la calle y te las muestro, porque lo más importante es que puedas ver las cosas, que puedas descubrirlas, tú no puedes desear aquello que no conoces. Y este tipo de programas que hago y planteo son no solo para los que les interesa el arte, música o la ópera; son especialmente para todas aquellas personas que creen que esto no va con ellas; para todas estas personas sacamos las cosas a la calle y se las ponemos lo más cerca que podemos, se las llevamos hasta su casa e intentamos que se despierte su curiosidad, porque si no lo conoces, no puedes desearlo.
—En el segundo programa resulta hermoso ver que lleva el único cuadro de Rembrandt en el Prado, Judith en el banquete de Holofernes, hasta la casa de una anciana con discapacidad. ¿Por qué es importante la inclusión en la cultura?
Precisamente por lo que usted acaba de decir. Resulta que hay una mujer que iba al museo, que ella misma pintaba, que iba con su marido al museo, que le gustaba pasearse por el museo y ahora no puede ir. Una de las cosas más importantes que hay que entender es que el Museo Nacional del Prado es una institución pública, de todos los ciudadanos españoles; no es de una sola persona, de un grupo inversor, no es de nadie. Es de todos. Entonces, es también voluntad del museo. Con esta acción quise hacerme testigo de que es también la voluntad del museo, que todo el mundo entienda, que el museo es propiedad y patrimonio de todos. Y que si tú no puedes ir —es como una pequeña acción—, si no puedes ir, pues nosotros venimos a tu casa, nosotros te explicamos las cosas, porque nosotros somos el museo.
El museo no es solo un lugar dentro de cuatro paredes donde pasan cosas y hay expertos hablando sobre no sé qué; el museo es todo, es la gente que entra, lo que está afuera, dentro, la que piensa que nunca va a ir; es la gente que no puede ir y le gustaría ir. En un mundo en donde todo resulta más de y prisa apenas hay tiempo para detenerse en nada, donde las personas mayores molestan, me pareció que era una cosa muy importante mandar ese mensaje de que el museo quiere estar donde tú estés.
—¿Esto habla de la desacralización del arte para usted?
Habla que el arte no es para cuatro tíos (como decimos en España); no es para cuatro personas que creen que saben; la ópera y la música clásica no es para los cuatro que van allá, es para todo el mundo, y todo el mundo debería tener la oportunidad de poderlas disfrutar. Y, por eso ¿qué hay que hacer? Hay que ir a la calle y mostrárselo a la gente. Pues yo voy y se lo muestro, con toda la buena fe del mundo. Y quizás hay alguien que me dice: ‘Lo vi, gracias por mostrármelo, y no me interesa’. Pues no pasa nada. Lo más importante es mostrarlo para que lo vea todo el mundo, el que sube y el que baja, el que entra y el que sale, el que es blanco y es negro, el que es rico y es pobre. Porque para entender un cuadro no hace falta tener dinero, no hace falta haber sido un gran estudioso, hace falta quererlo, tener ganas de conocerlo. Es algo que puede estar al alcance de todo el mundo, porque todo el mundo se puede emocionar igual, se puede emocionar viendo un cuadro o escuchando una música.
—Hablaba hace rato de identidad. ¿Qué identidad da el Museo del Prado a los españoles? ¿Están conscientes los españoles de esta identidad?
Hombre, todo mundo en España sabe que el Museo del Prado es una institución cultural clave. Y estés donde estés, y a pesar de que hay un montón de gente que no ha ido nunca, todo el mundo sabe que el Prado es una de las instituciones más importantes del país, no solo del país, sino uno de las pinacotecas más importantes del mundo. Y entiendo y es mi parecer, que recibo de la gente, que es algo que, en España, todo mundo lleva con mucho orgullo.
—¿Cómo se llega a ser un rockstar en la divulgación de la cultura, como lo es usted?
Eso ya no lo sé, no tengo ni idea. Seguramente soy un naíf, un iluso, un inocente. Yo pienso que escucho una obra de Beethoven y a mí me gusta tanto que pienso que a todo mundo debería gustarle mucho; lo mismo si veo un cuadro de Velázquez y me emociona, y pienso que cómo es posible que yo sea el único que me he emocionando. Necesito compartir con los demás lo que me emociona, porque seguramente los demás se podrán emocionar tanto como yo. Y eso es lo único de lo que me preocupo en las cosas que hago, cuando pienso programas de televisión, emisiones de radio o cuando doy una charla, una conferencia o en clase. Es lo único: intentar entrar en la parte emocional de las cosas, intentar hacer entender a todo el mundo que estas cosas que parecen tan sagradas, tan inalcanzables, en realidad están al alcance de todo el mundo.
—Cuando hizo Esto es ópera contó que contrató solo guionistas que no supieran nada de ópera o música ¿por qué? ¿fue lo mismo en 200: Una noche en el Prado con Ramón Gener?
Aquí fue lo mismo. Exactamente igual. No se trata de saber de arte. Es un programa de televisión, no se trata de dar una clase; el que quiera una clase puede ir a la universidad de bellas artes, y ahí le darán clase. Se trata de un programa de televisión para explicar que tenemos este patrimonio cultural y que es de todos. Y lo importante de los guionistas que me ayudan es cómo vamos a explicar este principio inalterable, que tenemos un patrimonio cultural que es de todos, y que todos tenemos el derecho de disfrutarlo, de verlo, y de emocionarnos de verlo. Para eso necesito puros guionistas, no expertos en arte. Es exactamente eso. Si no, uno se va a la universidad y ahí hay profesores, yo también doy clases y cuando doy clases es otro discurso, porque hay unos alumnos que vienen a aprender de una cosa determinada, es otra cosa.
—Hay mucho humor en todos sus programas. ¿Es importante el humor en la divulgación de la cultura?
El humor es necesario para todas las cosas. Te voy a hablar de dos españoles que creo que son bien conocidos en México. Primero, Eduard Punset, divulgador científico; él decía que no puede hacerse divulgación sin humor. Y un comico español que estuvo en México hace poco, Andreu Buenafuente, que tiene un logo fundamental en su vida que es reír es lo único importante o es lo único que queda. Creo que con una sonrisa, no solo esto, todo en la vida es muchísimo mejor.
PCL