Carlos Villasana, un coleccionista de tesoros fotográficos de la CdMx

En una charla virtual, el investigador iconográfico habló sobre su archivo de postales y fotografías del Centro Histórico.

Tacuba y Brasil, 1920. (Foto: Archivo Carlos Villasana)
Ciudad de México /

Carlos Villasana, investigador iconográfico y escritor, compartió en una charla virtual parte de su colección de postales y fotografías del Centro Histórico de la Ciudad de México. Durante la plática, que se llevó a cabo como parte de las actividades de Noche de Museos del Museo Objeto del Objeto (MODO), el cronista recordó que el coleccionismo es una pasión que se le dio desde niño.

Villasana dijo que el inicio del vínculo que desarrolló con el Centro de la Ciudad de México está relacionado con una fotografía de Guillermo Kahlo, en donde se puede ver el edificio de Casa Boker, lugar en el que se conocieron sus abuelos.

“Para mí, empezar a coleccionar sobre Casa Boker, tener facturas y fotos fue como recobrar el pasado. De ahí parte mi interés, de esos lugares que se nos hacen tan emblemáticos, tan comunes, pero tan distintos”, comentó.

Para el coleccionista, postales y fotografías son una forma de ver cómo eran las personas que caminaban por las calles, cómo era el transporte y muchos otros aspectos de las escenas cotidianas que fueron capturadas en esos documentos gráficos.

Casa Boker, 1907. (Foto: Archivo Carlos Villasana)

Con la fotografía de Casa Boker “trataba de imaginarme a ver si veía a mi abuelito pasar o a mi abuelita, algo de lo que tanto platicaban. Era esa magia de recobrar el pasado familiar: a ver si me los encuentro alguna vez”.

En busca de tesoros

La colección de Carlos Villasana, que ha formado parte de varias exposiciones del MODO, inició desde que era niño, cuando su papá, que era maestro de telesecundaria, le mandaba postales de distintas partes del país. Además, dijo, la inquietud por recopilar este tipo de imágenes y de hacer crónica, también la desarrolló por los libros que su madre tenía, quien era maestra de historia.

Durante la plática, Villasana también compartió una fotografía de La Lagunilla en los años 70, que, dijo, es una escena que podría representarlo cuando era niño y asistía a este tianguis los fines de semana “a ver chácharas, a comprar cositas y a ver objetos. Ir a La Lagunilla a ver antigüedades, libros y fotos viejas y siempre adquirir una chacharita de ahí era como traerte algo del pasado”.

La Lagunilla, 1974. (Foto: Archivo Carlos Villasana)

Otro de los lugares en donde Carlos Villasana ha encontrado muchas de las imágenes que conforman su colección es en el Jardín Ignacio Chávez, hoy conocido como el mercado de antigüedades de Cuauhtémoc, en la colonia Doctores, en donde, ya con mayores ingresos fue ampliando su archivo.

“Un lugar muy importante para mí porque ahí empecé a hacer más amigos. Ahí era mi sábado y luego iba a La Lagunilla el domingo a comprar postales, a comprar fotos a comprar varias cosas. Allí conocí precisamente a Bruno Newman (fundador del MODO) antes de que existiera el museo, porque él también coleccionaba; yo veía cómo compraba cosas, cómo él se las arreglaba y se las ingeniaba para comprar”.
Parada de taxis frente al Monte de Piedad, 1920. (Foto: Archivo Carlos Villasana)

En estos dos mercados de antigüedades, recordó Villasana, aprendió a buscar piezas para su colección, pero también, dice, “haces especialistas a los que te venden cosas. Una vez que empiezas a decirles ‘yo colecciono tal cosa’ investigan y si se vuelven expertos; ya saben después cuánto pedir por ciertas cosas”.

Durante la conversación el coleccionista reflexionó sobre cómo plataformas como eBay o Mercado Libre cambiaron la forma de adquirir objetos de colección.

“Algunas de las cosas que antes podía comprar fácilmente ahora eran muchísimo más caras o había un mercado más grande. Ya había gente que las podía vender en internet y ya me costaba más, ya no era yo el consentido que llegaba y compraba ciertas cosas”.

Lo anterior, afirmó, ha hecho que las formas de coleccionar se vayan modificando con el paso del tiempo, pero, dijo, “es fascinante ir a chacharear, a ver exactamente las cosas que la gente tiró, porque hay muchas cosas que vienen de la basura y ver cómo llegan ahí. Por lo general llegan a alguien que los atesora más, que las colecciona aunque sea el que las revende, pero por lo general llegan a la mano correcta”.

PCL

  • Patricia Curiel
  • patricia.curiel@milenio.com
  • Estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Escribe sobre arquitectura social y el trabajo de las mujeres en el campo de las artes. Cofundadora de Data Crítica, organización de investigación periodística que produce historias potenciadas por análisis de datos.

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