En 2017, la escritora Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993) ganó el Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz de poesía con su libro Silencio, sin embargo, el Fondo Editorial del Estado de México lo embodegó.
Hoy, Editorial Almadía rescata este libro y vuelve a mandar el mensaje esperando que llegue a los lectores y a su amiga desaparecida.
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Con su cabello rizado y sonrisa franca, Clyo Mendoza habla con MILENIO sobre un libro híbrido que se nutre de temas como los feminicidios, la pérdida, muerte, desapariciones forzadas; el cual, califica como una herida que se ha vuelto abrir.
—¿Qué pasó con la distribución de Silencio?
Se editó en 2018, pero llegó el cambió de sexenio y la distribución fue muy mala, no aceptaron una coedición ni cambios en el libro, yo quería editar algunas cosas. No estuve tan feliz y se embodegó prácticamente, es como si el libro no hubiera salido.
—¿Cómo es la nueva edición?
Tiene una división capitular más precisa y obviamente prefiero esta edición. Cambié algunas cosas, sobre todo las partes en idiomas originarios y específicamente en tacuate. Yo viví en una comunidad así cuando era niña, pero solo aprendí palabras. Es una lengua originaria muy compleja y hay pocos hablantes. Pero encontré a un amigo de la infancia que estaba trabajando en el rescate de la lengua tacuate, que me permitió hacer una reescritura de las partes que están en esa lengua.
—¿El libro se refiere a tus recuerdos?
Son cosas que yo fui escuchando a lo largo de esos años en los que yo escribía y que fue empatando con la historia de Águeda, una amiga que desapareció y no volví a ver. Espero que el mensaje le llegue y pueda volver a verla, pero no ha pasado.
—¿Te dolió mucho escribirlo?
Yo había emigrado a Canadá, trabajaba limpiando en distintos lugares, recogía manzanas y todo mi círculo eran migrantes africanos y latinos. Ahí me di cuenta de que el idioma puede ser una casa, un hogar, por eso incluí idiomas maternos en el libro y solo en la disociación del idioma podía escribir un libro tan doloroso.
—Es un libro que rompe estructuras.
Tenía la idea de hacer un libro disruptivo, que no se pudiera vender como novela, pero que tampoco fuera un libro absolutamente de poesía. Por eso, creo que la parte de las canciones es importante: están los temas de cuna para los niños zapotecas, pero también está el manual del ejército y toda esa retórica de adoctrinamiento que, para mí, son dos cosas totalmente opuestas y necesitaba que convivieran en un mismo espacio.
—¿Es un texto de denuncia?
Supongo que es una especie de denuncia inevitablemente. No sé si yo la escribí así, tal vez cuando lo hice estaba molesta. Yo estaba viviendo en una situación de migrante, en una situación marginal y vivía con gente en un refugio que eran migrantes y gente de la calle; yo sabía que podía volver a mi casa, pero la gente que estaba ahí no podía renunciar y me parecía importante denunciarlo, gritarlo.
—¿Fue una escritura catártica?
Sí, claro. No lo pienso todo el tiempo, por eso ahora que el libro se reedita, es revisitar esa herida, y siempre es complicado.
—El tema de las buscadoras es muy importante.
Cuando comencé a escribir el libro, ya había muchos artículos al respecto pero creo que todavía no era del dominio público. Era una inquietud muy personal porque había estado en mi experiencia y de pronto, cuando no sabes de alguien, te estás planteando ¿qué es lo que le sucedió? Es tremendo.
Escribir un libro también es poner el cuerpo
Los padres de Clyo Mendoza son maestros y estuvieron activos políticamente en 2006 con la revuelta que sacudió Oaxaca, lo que permeó la vida de la escritora en cuestiones de conflictos sociales, desapariciones e injusticias.
—¿Lo viviste de manera directa?
Yo fui con mi madre a marchas y de pronto no sabían de sus amigos, entonces creo que esta idea de la desaparición ya estaba presente en mi vida, fue darme cuenta de que esa realidad existía.
—¿Lo ves como un libro político?
Sí, pero yo no quería hacer un libro panfletario o un manifiesto porque, además, estoy aquí con el libro. No es lo mismo hablar si yo hubiera sido la desaparecida, desde ese privilegio traté de escribir el libro y ahora espero que se conozca. Tengo la esperanza de que alguien me diga que Águeda está aquí y que cambien las cosas.
—A pesar de todo, no creo que sea un libro oscuro
Traté de entender el mundo infantil en el que yo crecí, que, además fue un mundo totalmente revitalizante, y probablemente porque ese mundo existió, es que yo escribo y la gente que me acompañó son mis propios personajes para que el libro no solo fuera terrible con los temas de los que hablo en distintas formas, poesía, narrativa, reflexión o con las canciones en lenguas originarias.
—¿Silencio nace de tus entrañas?
Es un libro mucho más visceral, nunca pensé en ganar un premio, ni que fuera a ser publicado otra vez, y también por eso me permití hacer esta hibridación, como deshacerlo, quemarlo todo, y me gustaría mucho volver a esa inocencia en el proceso de escritura.
—Apareces en portadas de revistas, viajas, tienes fans. ¿Crees que eres una rockstar de las letras?
Escribir un libro también es poner el cuerpo y estar en las presentaciones y todo eso, pero también me divido entre ese tiempo y otro que es el más personal y que es radicalmente distinto. Yo vivo en la sierra mixe en Oaxaca y hago una vida diferente al faranduleo en España o aquí , y eso me ayuda a seguir escribiendo y no irme muy lejos. ¿Rockstar? No lo creo (risas)
PCL