Corridos y películas

A partir del éxito actual de las bioseries, la autora nos cuenta el origen de la canción 'El boxeador', inspirada en el campeón mundial José Becerra, con la que José Alfredo cumplió su anhelo de dedicarle una canción a un pugilista

El boxeador José Becerra. (Fototeca Milenio)
Ciudad de México /

Ahora lo que nos mueve, atándonos al sillón de la TV (valga el oxímoron), como una imagen de relieve a la que le es imposible desprenderse de su inerte material; ahí, mudos, rumiando comida chatarra, prendidos a la vida de Héroes y tumbas en palabras de Sábato, mientras la vida “real” se diluye y, enganchados al televisor, canjeamos nuestras horas tangibles por horas virtuales, parece no inquietarnos que el tiempo pasa. La vida no es intercambiable a través de la mímesis de la pantalla, nuestra relación con el mundo se logra únicamente en el aquí y el ahora. Me pregunto inquieta: ¿a quién le estamos entregando el alma mientras esperamos que se aleje la pandemia? ¿Valdrá la pena este pacto fáustico?

Las bioseries son en el hit parade de su género, quizás las más deseadas. Seres humanos prendados ante las vidas de los que les intrigan, de aquellos que han sido sus ídolos, de personajes que han logrado éxito, fama y fortuna. Por desgracia, los valores que ponderamos en el siglo XXI cada vez se devalúan más y las virtudes se esfuman o huyen hacia otros lares, hacia pequeñas comunidades que conscientes de la inminente debacle se han empezado a refugiar, como lo hicieron nuestros ancestros, cuando el mundo era solo naturaleza sin fronteras ni estados, cuando cada paso era un acto sagrado y nadie pensaba en dogmatismos ni ideologías.

Foto: Fototeca Milenio

Hay una fuente dentro de nuestro acervo literario que ha servido para inspirar a muchos directores a crear películas biográficas. Los corridos relatan hazañas y proezas de héroes, bandoleros, tragedias amorosas, delincuentes o personajes destacados. A mi padre le tocó escribir un par de corridos para largometrajes que se filmaron allá en los años 50. Entre ellos, menciono Los gavilanes y Martín Corona, ambas películas protagonizadas por Pedro Infante. Cabía la posibilidad, también, de tomar un corrido y desarrollar su argumento; siempre y cuando, el personaje o lo narrado en la canción, resultara de interés para el público.

Por ejemplo, en 1963 con un elenco estelar: María Félix, Pedro Armendáriz, Ignacio López Tarso y Emilio Fernández, entre otros, se estrenó La Bandida: “Su pelo sedoso refleja la muerte y en sus labios rojos hay una mentira, con ella se gana o se pierde la vida; por algo le llaman: María, la Bandida…”.

Por aquellos años, José Alfredo quería escribir una canción dedicada al boxeo, deporte al que era aficionado. A mí no me gusta ver cómo se golpean los seres humanos ni en el ring y mucho menos en las guerras. Sé que es algo añejo, que se practica desde tiempos inmemoriales; La Ilíada está llena de menciones; no obstante, había algo lúdico en aquellas peleas y el honor era parte de ese juego. Mi padre había encontrado el verso perfecto para iniciar el corrido: “Acaba de una vez de un solo golpe…”. En alguna ocasión comentó que las canciones debían empezar con una frase contundente para atraer la atención inmediata del escucha; esa lo era. Sin embargo, terminó siendo otra de desamor.

“¿Por qué quieres matarme poco a poco?, si va a llegar el día que me abandones, prefiero, corazón, que sea esta noche…”.

Foto: Fototeca Milenio

Pasaron los años, compuso temas de diversos géneros y, finalmente, cuando estaba por terminar la década de los 60, escribió, inspirado en José Becerra, Con la muerte en los puños o El boxeador, corrido que sirve como modelo para explicar las características del cuento popular y la estructura del cuento. “Nació cerca del potrero donde no había ni un caballo; recibió la luz del cielo con relámpagos y rayos…”.

Hemos empezado a conocer al personaje. Juan Rulfo propone tres pasos para escribir un cuento, el primero es la presentación del protagonista, luego la descripción de su ambiente: “Él no conoció la escuela donde fueron sus hermanos porque él ya tenía la fuerza en el puño de sus manos. Un hermano de su padre, boxeador ya retirado, le regaló el par de guantes con los que él había ganado y no le quedaron grandes, cuando tumbó al Diablo Vega, el campeón de todo el barrio”. En tres estrofas, el compositor logra darle al oyente la información que necesita para entrar de lleno en la historia.

“Llegó a ser campeón del mundo, no había quién se le enfrentara, hasta que llegó un valiente y peleó en Guadalajara. Salió a ganar como siempre desde la primera campana, le pegó hasta que la muerte se le dibujó en la cara”.

Es en el desenlace en donde el autor cumple con los tres pasos que Rulfo señaló: cómo habla el personaje y, aunque no tengamos diálogos y la brevedad límite al poeta, siempre contará con la metáfora: “Él lloró con la victoria y maldijo su destino porque conquistó la gloria, pero se sintió asesino, después, aventó los guantes y se salió de las cuerdas a buscar cualquier camino”.

Fue así como José Alfredo cumplió con el anhelo de dedicarle una canción a un boxeador. Se basó en un personaje real y recreó su historia a través de los versos de este corrido. Ahora conocemos algo sobre la vida del pugilista José Becerra. De modo que ningún otro puede ostentar ser el protagonista de esta letra.


hc

  • Paloma Jiménez Gálvez
  • paloma28jimenez@hotmail.com
  • Estudió la maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, y es Doctora en Letras Hispánicas. Desarrolló el proyecto de la Casa Museo José Alfredo Jiménez, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Publica su columna un sábado al mes.

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