El gran saxofonista Lee Konitz muere debido al coronavirus

Covid-19

Falleció a los 92 años por una neumonía derivada del coronavirus. Aquí lo recordamos con una entrevista que plasma su forma de ser y de ver al jazz.

Lee Konitz murió en Nueva York (Especial).
Ciudad de México /

La noticia llegó primero por medio del Facebook de Geraldine Marsh: Lee Konitz, uno de los grandes saxofonistas altos de la historia del jazz ya no estaba entre nosotros. Había fallecido a los 92 años en el hospital Lenox Hill de Nueva York de una neumonía desatada por complicaciones del coronavirus.

Más de siete décadas dedicadas a la música lo llevaron a formar parte de momentos fundamentales de la historia de esta música, como su participación en el disco Birth of the Cool, con Miles Davis, o su participación con el saxofonista Warne Marsh –marido de Geraldine– en el grupo de Lennie Tristano, el genio que, como Konitz, no alcanzó el reconocimiento que merecen sus innovaciones.

Con más de 150 grabaciones a su nombre, Konitz fue en los saxofonistas de su generación uno de los pocos altistas que se resistió a seguir los pasos de Charlie Parker. Fue una buena decisión, porque en Konitz el mundo ganó a un músico con un estilo propio.

Con una discografía impresionante que empieza a destacar a partir de sus colaboraciones con Tristano, desarrolló una intensa carrera en Europa. Por un tiempo residió en Colonia, aunque mantenía un hogar en Nueva York).

La entrevista

En 2001 lo entrevisté por vía telefónica, cuando vivía en Colonia, para la revista Playboy México a propósito de su disco Paralells. Fue una charla larga, aunque al principio sentí que la tierra me tragaba por su reacción ante mi primera pregunta, pues pensé que en cualquier momento me iba a colgar el teléfono.

Por fortuna, las cosas después salieron bien. Ese año solo publiqué un fragmento de la entrevista en la sección 20 preguntas de la revista, lo que dejó fuera mucha sustancia. Ahora, en memoria del maestro, comparto la entrevista completa.

¿Cómo recuerda sus días en Chicago, cuando era niño? ¿Qué tipo de música escuchaba?

Puedo preguntar: ¿para qué es esta entrevista? ¿Por qué tan de repente? He vivido 75 años y nunca antes nadie me había preguntado estas cosas desde México. Es difícil regresar el tiempo 75 años y hablar ahora de mi niñez. Preferiría hablar de hoy, como el hecho de que afuera de mi ventana se está llevando a cabo un festival de música pop, y el bombo de la batería está sonando: ¡bam!, ¡bam!, una y otra vez, y cosas así.

¿Qué cree que ha pasado con la industria de la música, que ha saturado el mercado con tanta música desechable?

La gente quiere hacer dinero y comunicarse en el nivel más común con el público popular.

¿Fue una de las razones por las que decidió vivir fuera de Estados Unidos?

No, fue porque conocí a una europea.

Pero ha encontrado que el jazz es más respetado en Europa. En 1992 le otorgaron el Jazzpar Price, uno de los premios más prestigiados en el mundo. ¿Fue una especie de sueño hecho realidad?

Oh sí, siempre es muy alentador cuando la gente aprueba lo que estás haciendo, los jazzistas apreciamos mucho esto. Pero quiero decir: toco mucho, y cuando a alguien en el público le gusta y me busca después del concierto para decírmelo, es el motivo por el que sigo haciéndolo. Este año gané el primer lugar en la encuesta de críticos de la revista Down Beat en Estados Unidos que, supongo, incluye a críticos de todo el mundo. Ahora estoy trabajando más en Estados Unidos desde que me mudé a Colonia (risas). ¡Me sorprende porque antes no me había sucedido algo así! Creo que últimamente mis discos han sido bien recibidos, tal vez ésta es la razón, no lo sé. Me doy cuenta: tengo 75 años, no tengo mucho tiempo para seguir adelante, pero sigo adelante y aprecio el hecho de que me entreguen un premio así.

A lo largo de su carrera no ha mantenido muchos grupos estables, ¿por qué le gusta tocar con tanta gente?

Porque cada uno de ellos tiene un punto de vista diferente, lo cual es interesante. Pero, sobre todo, porque no me ponga al teléfono para pedir trabajo, sino que la gente me llama y me invitan a tocar. Yo agradezco tocar con gente diferente. Ahora los músicos tienen muy buena formación y siempre es divertido tocar con ellos. Es mejor que andar cargando por todos lados con una bandas de puras estrellas, si entiendes lo que digo (risas).

En su disco más reciente Parallels toca con un joven saxofonista, Mark Turner, quien dice que una de sus influencias es el grupo de Lennie Tristano, lo cual es poco frecuente.

Es un músico que aprecia mucho la música que tocábamos con Tristano, especialmente lo que hacía Warne Marshe. Es uno de los primeros músicos... odio decir negro, porque más bien es moreno claro. Es uno de los primeros afroamericanos que ha admitido eso públicamente. Wayne Shorter, Joe Henderson y toda la gente que escuchaba a Warne Marshe no han hablado mucho de esto. Debo decir esto: no quieren admitir que tienen una influencia blanca.

Tristano sigue siendo un héroe desconocido, un músico poco estudiado a pesar de haber realizado hallazgos que prefiguraron el jazz de vanguardia. ¿Cómo lo recuerda?

Tenía un carácter muy inspirador y era un gran pianista. Él me abrió la puerta para que entendiera lo que es esta música. Eso lo agradeceré siempre. La aspiración del estudiante es poder tocar en la banda del maestro. Eso es el aprendizaje. En ese sentido las cosas fueron grandiosas. Tristano me alentó a escribir, pero no soy un compositor en el sentido orquestal. Únicamente me gusta escribir melodías, una especie de solos que podría tocar.

¿Algún día Tristano recibirá el reconocimiento que merece?

Pienso que, como Bach, tal vez tome algunos años para que la gente regrese a él. Fue un gran pianista, un crítico muy severo de la gente y las cosas, y creo que muchos no lo querían por eso, pero fue un personaje muy inspirador. Los que estudiaron con él recibieron un mensaje muy especial. Creo que se sentía desalentado por la falta de reconocimiento. Pienso que finalmente se volvió loco (murió en 1978). No estaba muy cerca de él en sus últimos años, pero escuché que realmente estaba enfermo y hacía cosas locas. Y eso creo que finalmente acabó con él.

No es común tener un socio con el que uno pueda comunicarse como usted lo hacía con Warne Marshe, a un nivel muy intuitivo. Eso sucede una vez en la vida.

Para mí Warne fue uno de los grandes improvisadores en esta música. Él, más que nadie, tocaba música pura, sin ningún tipo de actitud, sin ninguna teatralidad. Era música pura. Era un músico muy brillante, me gustaba mucho tocar con él.

Cuando habla de teatralidad, ¿diría que ese fue uno de los motivos por los que usted evitó ser uno de los seguidores de Charlie Parker?

¡Ah! Bueno, era más que eso: era una especie de sensación muy dinámica con la que realmente no me identificaba completamente. Quiero decir, estudié su música porque es grande, pero esa no es mi personalidad ni mi temperamento. Aprecio lo grande que era y traté de beneficiarme escuchándolo y estudiándolo.

Mencionó antes que algunos afroamericanos se niegan a aceptar abiertamente el influjo de los blancos en su música. ¿Piensa que a Miles Davis lo movía algún prejuicio?

En ese tiempo no los tenía –se refiere a cuando grabaron Birth of the Cool–, creo que eso pasó tal vez un poco más tarde. Entonces Miles era un poco diferente, era un personaje muy comprensivo.

La reedición de Birth of the Cool incluye material grabado en vivo en el club Royal Roost, ¿le gustó?

Oh, no me gustó mucho la forma en la que toqué en esa sesión, pero tú sabes, fue una noche. ¡Es extraño! Ese disco no es popular por los solos, quiero decir el que se editó originalmente, sino por los grandes arreglos. Era un grupo de cámara y realmente los solos eran como incidentales. Pero para mí es algo sorprende que, cincuenta años después, sea un disco popular. Creo que me gané cien dólares por grabarlo (risas). Fue muy divertido estar con toda esa gente. Todos eran muy entusiastas y grandes músicos. Gil Evans era como un filósofo y era muy interesante estar cerca de él, pero mi mayor interés era la música de Tristano, aprecio mucho haber tocado en un ensamble como el suyo. Eso no era Birth of the Cool, que era más bien músicos improvisadores.

De su larga discografía destaca la reedición de Motion (Verve, 1999), un disco extraordinario con Elvin Jones, Sonny Dallas y Nick Stabulas, sobre el que Kevin Whitehead dice que “siempre ha sido un blanco móvil”. ¿Qué le dice la grabación ahora?

La disfruto mucho. Quiero decir, cualquier cosa con Elvin Jones debe ser bastante buena (risas). La gente ha tratado de reunirnos otra vez, pero no ha podido hacerse. ¿Has escuchado los discos que editaron con el otro baterista, Nick Stabulas? También era un gran baterista. La gente pensaba que era Elvin Jones. Años después me enviaron una copia y recordé que Elvin había tenido que salir de Nueva York para hacer otra grabación y entonces tocó Nick, que también resultó grandioso.

Alguna vez le llamaron el patriarca del cool. ¿Le gusta el apelativo?

No me importa cómo me llamen, claro que aprecio si dicen algo agradable. Pueden decir lo que quieran, pero, por favor, deletreen bien mi nombre.

Usted es un músico que está más allá del cool y se entiende con diversos estilos, incluso ha tocado con un cuarteto de cuerdas. ¿Le gusta toda clase de música?

¿Como puedo decirlo con muy pocas palabras? Me gusta lo que pienso que dignifica a la música. No escucho música pop, porque la mayoría del tiempo es vulgar. Además no tengo tiempo para eso; mejor escucho a Bartók, Bach o al trío de Keith Jarrett, algo agradable como eso.

Paul Bley ha dicho que usted es un maestro, en el sentido de que “no busca todo porque tiene todo”. ¿Cómo se siente cuando dicen algo así?

Ah, realmente aprecio que Paul haya dicho eso, pero estudio todos los días tratando de ser mejor.

Hace poco fue intervenido del corazón, operación de la que por fortuna se ha recuperado. Esto ha modificado un poco forma de tocar, pero sigue ahí la esencia de Lee Konitz. ¿Se siente agradecido?

Más que agradecido, siento que estoy en mi segunda vida. Y, ¿sabes?, la forma en la que aprendes a tocar música es tocándola el mayor número de veces posible para la gente. La práctica es importante, pero tocar para la gente es la experiencia final. He podido hacerlo mucho en los últimos años y realmente me siento agradecido.

Alguna vez dijo que la música es como una mujer: es más feliz entre mejor la trates.

Creo que dije eso y suena un poco cursi ahora, pero por supuesto que es verdad. Tengo una esposa hermosa y, como mi música, me preocupo de tratarla bien.

Aunque es muy difícil, incluso imposible, escoger cuál de sus discos le gusta más, ¿diría que hay alguno que recuerda con mayor cariño?

Bueno... He estado escuchando mis discos últimamente y realmente hay partes que me gustan de todos, justamente los que no tienen grandes músicos. También me gustan los que hice con Elvin, algunos de los que grabé con Tristano, pero hay otros en los que no me gusta lo que hice. Estoy muy complacido de que pueda sentarme a escuchar mis propios discos y disfrutarlos. Si no hay nadie por ahí, no escucho los errores, pero si hay alguien empiezo a escuchar cosas, tú sabes, las partes del jazz que no son perfectas.

¿Cuál es la gran satisfacción que le ha dado la música?

Una vida muy espiritual y la oportunidad de enseñar a la gente... no, enseñar no... Sino de que, mediante la música, durante una hora o dos la gente saque sus mentes de toda la mierda que sucede en el mundo. Eso lo aprecio mucho.

vmb


  • Xavier Quirarte
  • xavierquirartenuevo@gmail.com
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras

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