Africanidad y escena

Teatro

Desde el siglo XIX comenzó la pérdida de melanina en la conciencia nacional hasta que el porfiriato y la posterior reivindicación indígena (necesaria) acabó por darle la puntilla y así, por más de cien años se decretó invisibilidad.

Y la política cultural permanece ignorando la urgencia de reivindicarla aunque se llenen la boca en los discursos. (Especial)
Jaime Chabaud Magnus
Ciudad de México /

En México, la afrodescendencia apenas tiene voz, muy reciente es su reconocimiento constitucional como parte de la mexicanidad aunque uno de los libertadores de la patria haya tenido sangre negra (Morelos) y el segundo presidente del país lo fuera por completo (Guerrero). En algún punto de nuestra historia el blanqueo de nuestros héroes se hizo evidente y se normalizó su inexistencia. Desde el siglo XIX comenzó la pérdida de melanina en la conciencia nacional hasta que el porfiriato y la posterior reivindicación indígena (necesaria) acabó por darle la puntilla y así, por más de cien años se decretó invisibilidad.

A diferencia de otras colonias españolas, en la Nueva España —nos dice el antropólogo Aguirre Beltrán— el esclavo africano prefirió el amancebamiento con indígena o española (menos frecuente por el estigma que implicaba) que con africanas porque el vientre de negra habría de producir un nuevo esclavo sin importar color del padre. Así, nuestra afrodescendencia se diluyó y hoy muy pocos mexicanos se reconocen en esa raíz.

Y la política cultural permanece ignorando la urgencia de reivindicarla aunque se llenen la boca en los discursos que son una carta de buenas intenciones sin más. Sobre lo indígena hay mucho, con poco orden quizá porque lo evidente es que en los pueblos siguen muriendo los hablantes de las lenguas originarias. Pero la africanidad sigue en el plano de lo retórico. Mulato Teatro (al que pertenezco y dirige Marisol Castillo), los montajes emprendidos por la estupenda Muriel Foullard y de Teteu, Arte y Títeres que encabeza Krhistina Giles, emprendieron su gesta hace más de una década y su influencia apenas se deja sentir en los escenarios mexicanos. Incluso a los directores les cuesta concebir que un afromexicano se integre a sus repartos así la obra sea gringa y lo pida o bien el texto lo marque y prefieran hacer el poco digno blackface que en los teatros de Estados Unidos se hizo famoso en el siglo XIX y que poca dignidad aportaba a los afroamericanos.

TRASPUNTE

ROSTROS SIN EMPUJE INSTITUCIONAL

Las expresiones de cultura afromestiza en México (no me refiero a las herencias que se integraron en la lengua y cultura novohispana y del México independiente) son aún escasas y sin un empuje institucional. El rostro de la afromexicanidad sigue siendo asignatura pendiente.