Libros para todos y acerca de todos

Cosas de niños

"Siempre hemos tenido artes desiguales, que representan muy bien a ciertas porciones de la humanidad y menos bien (o muy mal, o nada) a las demás".

El fascinante universo, de Laura Patricia e Hilda Caballero Leal. (Foto: Paula Vázquez)
Raquel Castro
Guadalajara /

¿Qué es eso de la inclusión? La palabra se menciona con frecuencia, y la definición del diccionario (“acción y efecto de incluir”) tal vez no nos diga demasiado. Sin embargo, un uso reciente que se da a la palabra es importante y muchas personas esperamos que se vuelva permanente, que se quede entre nosotros. Me refiero a la inclusión en nuestras artes y medios, incluyendo por supuesto la literatura: a la acción y el efecto de crear obras en las que se representen tantas variedades del comportamiento, el pensamiento, las experiencias y las vidas humanas como sea posible. 

¿Les parece que esto no suena tan difícil, que es una aspiración que ya conocemos de las artes? (ser universal, etcétera.) La verdad es que, a lo largo de la historia, casi siempre hemos tenido artes desiguales, que representan muy bien a ciertas porciones de la humanidad y menos bien (o muy mal, o nada) a las demás. Ejemplos evidentes: las mujeres, en incontables obras, somos reducidas a accesorios o complementos de personajes masculinos; no se toman en cuenta ni se respetan todas las preferencias sexuales; hay numerosos prejuicios de clase y raciales (es muy triste observarlo en un país como México) que hacen que enormes sectores de la población del mundo no se encuentren en las películas, los libros, las series que pueden llegar a ver. ¿Cuántas historias mexicanas tienen protagonistas elegidos deliberadamente para parecer de origen europeo? ¿Cuántas, por el contrario, tienen protagonistas como Cleo, el personaje interpretado por la excelente actriz debutante Yalitza Aparicio en la película Roma, de Alfonso Cuarón? 

Por suerte, la nuestra es una época en que muchas personas se oponen a los prejuicios de otros tiempos. Eso podemos verlo, felizmente, también en los libros infantiles y juveniles, según he podido constatar en estos días de Feria. Por ejemplo, me encontré varios libros en braille de los que tres me llamaron especialmente la atención: ¡Qué suerte tengo!, de Lawrence Schimel e ilustrado por Juan Camilo Mayorga, y publicado por la editorial colombiana Rey Naranjo; El fascinante universo, de Laura Patricia e Hilda Caballero Leal, de la Secretaría de Cultura; y Animal. Poemas breves salvajes, de María José Ferrada, Ana Palmero y Mónica Bergna, coedición de El Dragón Rojo y la Secretaría de Cultura. El primero es un cuento que hace énfasis en las cosas que sí puede hacer un niño invidente; el segundo es de divulgación científica y el último es de poesía en braille y tinta, pero con ilustraciones en barniz blanco en relieve, lo que permite que los lectores que no pueden ver no se pierdan la experiencia. 

También me dio mucho gusto encontrar libros sobre las culturas originarias de nuestro país en ediciones llamativas, de muy buena calidad, como la colección de leyendas publicada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia con motivo de su 75 aniversario.

Cada tomo (son seis) trae un cuento tradicional de una cultura específica: cora, maya, mixteca, purépecha, totonaca y nahua-otomí. Hablando de las culturas originarias, me parece muy alentador que haya cada vez más libros bilingües dedicados a los niños, donde la trama y las ilustraciones son tan importantes como el hecho en sí de estar en más de una lengua. Por ejemplo, K’aank’an ya’il icho’ob: Waye’, ¡ma’ a t’aan ich maya! / Lágrimas de oro: aquí, ¡no hables maya!, de Jorge Miguel Cocom Pech e ilustrado por Bana Fernández (Trillas), narra las dificultades que enfrenta un niño cuyas raíces mayas no siempre son aceptadas o bien vistas por quienes lo rodean. 

Por otra parte, es un gusto encontrar stands como el de la editorial española Egales, que ofrece libros infantiles que tocan el tema de la diversidad sexual de manera amena e inteligente, como La princesa Li, de Elena Rendeiro y Luis Amavisca. 

Para terminar, quiero compartirles Habla María, novela gráfica de Bernardo Fernández “Bef” (Océano), que no va dirigida a un público infantil pero que habla de cómo se vive la paternidad cuando un hijo (o hija, como en este caso) se encuentra en el espectro autista. 

Ninguno de estos libros es de autoayuda, pero estoy segura de que todos contribuyen a que haya más inclusión en nuestra sociedad. Y eso, sin duda, nos beneficia a todos.

PCL

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