El universo literario que Yael Weiss construyó en Hematoma (Elefanta, 2019) está repleto de personajes anómalos.”Una de las cosas que me fascinan es comprender que hay personas completamente desadaptadas y que cometen los actos más absurdos que no te puedes explicar”, cuenta.
Especialista en poesía contemporánea, traductora y editora digital de la Revista de la Universidad, Yael habla en esta entrevista sobre la publicación de su primer libro de relatos, la tradición cuentística a la que se adscribe, la coincidencia y la injerencia de la química en la literatura.
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—¿Fue complejo el paso de la poesía a la narrativa?
Llevo un rato dedicándome a la narrativa. Hice mis estudios en Francia y me especialicé en poesía contemporánea. Creo que especializarse demasiado dentro de la universidad te puede matar muchas cosas. La universidad puede ser un lugar seco. El hecho de haber asociado la poesía a los estudios universitarios y a lo seco que resultaba en Francia, me hizo comenzar a buscar la poesía en la narrativa. Empecé a escribir cuentos, pero no me sentía segura, no sentía que tenía las herramientas pulidas lo suficiente para entregar cuentos acabados. En eso seguramente influye la vocación de editor, porque estás todo el tiempo corrigiendo, entonces te vuelves muy corrector de ti mismo. La edición te seca el impulso de publicar todo lo que escribes, porque el editor es muy severo.
—A propósito de hematomas, ¿coincides con la idea cortazariana de que el cuento debe ganar por knockout?
Se puede decir que Hematoma es el resultado de un par de años de estar explorando el género. Me he vuelto muy lectora de [Raymond] Carver y siento que no opera por knockout. A mí me gusta alejarme de la bomba que explota al final, de este giro que tiene que sorprender. Me gusta poder captar fragmentos de existencia, muchísimo más abiertos, donde no hay knockout, sino una manera de estar en el mundo. No forzosamente un tour de force o este knockout que preconizaba Cortázar.
—Uno de los cuentos sugiere la idea de la distancia como elemento necesario para apreciar las formas del todo. Lo mismo podríamos pensar sobre la literatura, porque cuando estás tan cerca ves algunas cosas y cuando te alejas ves otras.
Es verdad, hay muchas capas de lectura y muchas de escritura. Por ejemplo, cuando escribes una primera historia y la dejas un tiempo, de repente ves algo nuevo y lo trabajas para que luzca, para que se vea. Cada vez que te alejas descubres nuevas cosas que integras o sacas del panorama. Incluso impreso, descubres cosas que hubieras podido enmendar, corregir, o sacarles más provecho.
—Estudiaste química antes de dedicarte a las letras. ¿La química tiene algo que enseñarle a la literatura?
La literatura es como la naturaleza: no necesita a nadie, pero se puede nutrir de muchísimas cosas. Creo que no solamente la química, sino la física o las matemáticas, te hablan de ondas, de colores, de reacciones, de pesos, de fenómenos, del Universo, de las estrellas.... Te dan muchísimas claves para interpretar lo que estás viendo. Cuando estudiaba química, veía todo a color, las ondas y los átomos.
Puede nutrir la literatura, pero lo mismo puede suceder con cualquier disciplina. La respuesta es: la literatura no necesita nada. Todo mundo llega con su bagaje. Eso te crea una visión particular, pero no necesariamente una es más que otra. Lo más padre en la literatura es que no hay reglas. Es el terreno de la libertad absoluta.
Hematoma
Martes 3 de diciembre.18:00 horas
Stand de Almadía
Presentación de libro
ÁSS