Fotografía post mortem: cuando retratamos a nuestros muertos

En Matehuala, San Luis Potosí, el fotógrafo Carlos de Jesús Palacios López resguarda 5 mil 683 placas y negativos de la fotografía post mortem, una herencia que recibió de su padre.

La fotografía a los difuntos se convertía en una ceremonia. Foto: Especial
Gustavo Mendoza Lemus
Monterrey /

Como último recuerdo, la familia decidió vestir con el mejor traje al niño, contratar música y llamar al fotógrafo del pueblo para retratar al ‘angelito’.

La muerte en los años 40 y 50 del siglo pasado era un ritual para los pueblos del Altiplano Potosino y sur de Nuevo León, dejando como herencia la fotografía post mortem.

La fotografía a los difuntos se convertía en una ceremonia. Foto: Especial

Hoy parecería una costumbre extraña o morbosa pero con la irrupción del covid-19, el proceso de asimilar la muerte ha cambiado y acelerando el proceso del duelo.

En Matehuala, San Luis Potosí, el fotógrafo Carlos de Jesús Palacios López resguarda 5 mil 683 placas y negativos de la fotografía post mortem, una herencia que recibió de su padre Alejandro Palacios Chacón, nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en 1918.

Se trata de una tradición funeraria que se vivió en rancherías de Mier y Noriega, Aramberri y Doctor Coss, Nuevo León, y que también quedaron plasmadas en los retratos de Palacios Chacón.

Esta manera de vivir el duelo fue estudiado por la promotora cultural Ana Luz Silva Martínez y la socióloga Leticia Saucedo Villegas en “La última imagen: una de nuestras raíces en el ritual de la muerte”, que fue apoyado por el Pacmyc en 2008.

Los retratos de su padre

Los Palacios vienen de una tradición en la fotografía. Desde su abuelo, un italiano que llegó al puerto de Veracruz ya dominaban este arte.

Carlos de Jesús Palacios López ha mantenido el acervo fotográfico de su padre don Alejandro, quien conformó su acervo recorriendo los pueblos de la zona como enfermero de la Secretaría de Salud en brigadas de vacunación.

"Él fue enfermero, por aquellos años le daban la orden de que se trasladara a Tampico, Veracruz hasta llegar a Matehuala. Como tenía conocimientos de fotografía lo empiezan a llamar para cumpleaños, bodas y, después, la fotografía post mortem", relata Carlos de Jesús.

La fotografía a los difuntos se convertía en una ceremonia, tanto para los familiares como el mismo fotógrafo. Se vestía con el mejor traje al fallecido, había comida especial, llegaban músicos y el fotógrafo participaba en acomodar a los retratados.

Vestir con el mejor traje a su difunto, parte del ritual familiar. Foto: Especial

Cuando se trataba de un niño, o una joven o adulto que no se hubiera casado, se pensaba que moría sin pecado. A los infantes se les vestía similar al santo afín a la familia, incluso se bautizaba antes de su sepultura.

"Era un ceremonial el que se hacía, con un respeto muy sentido por los dolientes. Cuando se trataba de un niño se hacían cantos, se tocaba música todo en el funeral, en algunas fotografías se ve al 'angelito' rodeado de músicos", detalla Palacios López

Las imágenes del acervo de la familia Palacios se han exhibido en museos de Brooklyn, Nueva York; Houston, Texas, así como en el Museo Estatal de Culturas Populares de Monterrey.

Último recuerdo

La fotografía post mortem, o de la “Muerte niña”, fue cayendo en desuso en la década de los 70 del siglo anterior, a causa de la masificación de las cámaras fotográficas y la migración.

Para Leticia Saucedo Villegas la cultura del retrato a los fallecidos se extendió más allá del noreste mexicano, al ser una práctica común en Mérida, Guanajuato, Oaxaca, Baja California, llegando hasta Colombia.

"Es ver cómo se percibía la muerte y cómo se percibe ahora, porque esas fotografías pueden caer en una visión morbosa pero en el México de los 40 y 50, del siglo 20, era una despedida muy recurrente en la zona rural”, indica Saucedo Villegas.
A los infantes se les vestía similar al santo afín a la familia. Foto: Especial

La manera de cómo nos despedimos de un ser querido también ha cambiado. En plena pandemia por el covid-19, los procesos funerarios y duelo se han acelerando como una medida sanitaria para evitar propagar el virus.

No obstante, hospitales de Europa y México se han apoyado en las videollamadas, a través de teléfonos o tabletas, para que los pacientes puedan contactar a sus familias.

"En tiempos del covid es algo muy difícil, porque si bien antes tenías el contacto con tu muerto, donde lo preparabas y vestías para que la gente se despidiera, ahora no, hay toda una industria de la cultura funeraria, aunado a que el hospital no te va permitir el acceso", apunta.

La exhibición de las fotografías post mortem en 2006 en distintos espacios culturales de Monterrey permitió que algunas personas reconocieran a su familiar, recuerda la socióloga.

"Algo interesante de cuando se exhibió en Monterrey es que muchas personas reconocieron a un familiar, se sorprendían porque no sabían qué había pasado con esas fotos, siendo algo muy emotivo", señaló.
La fotografía post mortem fue cayendo en desuso en la década de los 70 del siglo anterior. Foto: Especial


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