Las geografías de 'Gabo': las ciudades que marcaron a García Márquez

Literatura

Desde cuatro latitudes, amigos y lectores del escritor colombiano contaron anécdotas e historias que delinean la personalidad del Nobel de Literatura.

Gabriel García Márquez, por Pedro Valtierra. (Cuartoscuro)
Ciudad de México /

Las ciudades en las que Gabriel García Márquez vivió, creó y sufrió fueron el pretexto para recordar al Premio Nobel colombiano. “Las ciudades de Gabo” fue el nombre de este recorrido cronológico en el que Juan Gabriel Vásquez recordó cómo el joven García Márquez, de casi 16 años, llegó a Bogotá, la ciudad en la que “empieza a desarrollar su obra y en donde publica su primer cuento ‘La tercera resignación’, en septiembre del 1947”, pero también en donde el clima “es el primero de los muchos cambios traumáticos que tuvo respecto a su vida en el Caribe”.

Vásquez contó que García Márquez llegó a Bogotá con grandes sacrificios por parte de sus padres, con el objetivo de acceder a una beca para terminar el bachillerato, pero “al dirigirse al edificio donde asignaban estos apoyos, rompe en llanto por la frustración y el desespero al encontrarse con una fila que le da la vuelta a la cuadra, en la avenida Jiménez, abajo de Carrera Séptima”, una de las principales vías que recorren Bogotá, ciudad de la que el Nobel de literatura alguna vez escribiría que “es una ciudad donde caía una llovizna pertinaz desde el siglo XVII”.

En el conversatorio, organizado por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, participaron el escritor Jorge F. Hernández, como representante de la Ciudad de México; Gloria Rodrigué, directora de la editorial Sudamericana, como representante de la ciudad de Buenos Aires; el periodista cultural Xavier Ayen, por Barcelona, y el guionista del documental Gabo: La magia de lo real, Juan Gabriel Vásquez, por Bogotá.


Bogotá

En la charla se recordó que en su trayecto hacia Bogotá, el abogado Adolfo Gómez —encargado de otorgar los apoyos económicos a estudiantes— escuchó cantar boleros a García Márquez y gracias a ese primer encuentro el escritor colombiano pudo obtener la beca que iba buscando desde su natal Aracataca.

“Esa es la suerte de García Márquez, de manera que el hombre lo saca de la fila, lo mete en la oficina de becas directamente, logra abrirle un espacio en los exámenes y García Márquez los pasa, gana la beca y así es como se va a estudiar a Zipaquirá. Pero este primer encuentro con Bogotá es profundamente traumático, es un enfrentamiento con el frío, la soledad, la distancia, una civilización y una manera de ser de la gente completamente distintos de lo que era su experiencia en el Caribe. Yo creo que ahí quedan sembradas dos cosas que marcaron su obra: la soledad y la nostalgia. Y después de eso no parece que hubiera escrito sobre nada más”, apuntó el director del documental Gabo: La magia de lo real.


Ciudad de México

Lo que atrajo a García Márquez a Ciudad de México, contó Jorge F. Hernández, fue que aquí podía escribir y convivir con muchos de los intelectuales mexicanos como Carlos Fuentes o con algunos escritores que ya vivían aquí, como Álvaro Mutis.

“Pero cuando llegan a esa ciudad, digna, dice Gabo… La propia Gaba (como llamaban cariñosamente a Mercedes Barcha, su esposa) lo repetía mucho, que independientemente de las cartas y de los intelectuales: lo que los impactó fue un arroz rojo con dos huevos estrellados. En cuanto probó eso la Gaba dijo: ‘aquí se puede hacer hogar’”.

Entre su intercambio de cartas, dijo Jorge F. Hernández, “Mutis le había pintado un panorama quizá no tan específico de cómo iba a ganarse el pan. Yo creo que no le explicó debidamente, dado el desmadre de México hace 60 años, y hoy mismo, que tenía que entrarle a los guiones, a las reseñas, a la traducción, a dar conferencias improvisadas en cafés, a explicar cómo estaba la guerrilla cubana. México siempre se ha sentido muy cerca de Cuba, pero en realidad tenemos 3 mil kilómetros de frontera con los pinches gringos, que es de donde venía él. Entonces, de todo el licuado que se armó a la llegada, lo que le fue abriendo las puertas fue la capacidad verbal de narrar anécdotas”.

En sus reuniones con Carlos Fuentes, María Luisa Elío y el grupo de amigos que frecuentaba Gabriel García Márquez, sucede lo que Jorge F. Hernández llama el inicio de la mexicanización del escritor colombiano.

“Lo curioso es que los sábados en que llegaban a reunirse y que les narraba verbalmente lo que iba escribiendo, cuando finalmente entregó el manuscrito, se dieron cuenta que esa vaina no tenía nada que ver con lo que había narrado, es decir, se mexicanizó”, dijo entre risas Jorge F. Hernández.


Buenos Aires

Lo que pasó entre Buenos Aires y García Márquez, contó Gloria Rodrigué, directora de Sudamericana —editorial que publicó Cien años de soledad por primera vez—, “fue algo realmente mágico y especial, porque se produjo el fenómeno inmediato del reconocimiento de la gente, una cosa que no es muy habitual”.

La editora recordó que García Márquez llegó a Buenos Aires a los pocos días de que se pusiera a la venta Cien años de soledad, pero esos días bastaron para que se diera “el fenómeno de la venta” y eso sorprendió tanto al Premio Nobel colombiano que, a pesar de la insistencia de la casa editorial, él no quería volver por temor a destrozar el recuerdo y la emoción de ver a la gente reconocerlo con tan pocos días de haber lanzado su novela en esa ciudad.

“Después que nosotros insistimos con los otros libros que sacábamos de él para que volviera, para que nos acompañara a la salida de los libros, nunca lo logramos. Cuando yo le decía ‘Gabo, por qué no vienes a Buenos Aires, si te fue tan bien’, él me decía: ‘por eso, porque me fue muy bien y no quiero romper esa magia, lo que pasó en ese momento”.


Barcelona

Al contrario del fenómeno que fue García Márquez en Buenos Aires tras la publicación de su novela Cien años de soledad, contó el periodista cultural Xavier Ayen, en Barcelona “nadie se dio cuenta de quién llegaba”.

“Llegó después de la presentación de Buenos Aires, pero el libro en Barcelona ni siquiera se había publicado. Llegaban unos pocos ejemplares de Sudamericana que corrían de mano en mano entre un público experto, conocedor, pero el público no sabía quién era”.

El periodista recordó que en las primeras semanas que García Márquez llegó a Barcelona la editora Carmen Balcells —quien después se volvería muy cercana al escritor colombiano— y amigos de ésta lo invitaban a cenas y reuniones en donde convivía mucha gente del mundo editorial.

En esas reuniones “se empieza hablar de Cien años de soledad y él participa como espectador en corrillos en los que se habla de él sin que nadie lo identifique como el autor”.

En este recorrido por las ciudades que marcaron la vida del Premio Nobel de Literatura 1982, Xavier Ayen compartió un hecho que hoy puede ser visto como una anécdota curiosa, pero que para Beatriz de Moura, editora brasileña, sería motivo de vergüenza.

“Beatriz de Moura dice que nunca olvidará la vergüenza que pasó cuando estuvo como 10 minutos explicándole a él quién era ese García Márquez del que se estaba hablando tanto en Latinoamérica y se lo estaba explicando a él mismo y él no se identificó como Gabo”.

Y aunque García Márquez llegó a Barcelona en un momento en el que su obra no era conocida, apuntó Xavier Ayen, el escritor colombiano logró consolidarse en esa ciudad no sólo con su obra, sino que logró obtener una estabilidad en muchos aspectos de su vida.

“La autentica metamorfosis de García Márquez se produce en Barcelona porque llega siendo eso, un escritor anónimo, un escritor que sí que ha intuido algo del gran éxito que va a tener su libro en Buenos Aires, pero que todavía no está del todo muy claro lo que va a ser ese fenómeno”.

“Llega con poco dinero y llega incluso con una piel de caimán que traía como amuleto, pero que empieza a intentar vender para poder tener un poco de dinero para pasar unos primeros días en la ciudad, y aquí se transforma en, yo diría, el autor más famoso del mundo: empieza a serlo aquí por primera vez”.

​PCL

  • Patricia Curiel
  • patricia.curiel@milenio.com
  • Estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Escribe sobre arquitectura social y el trabajo de las mujeres en el campo de las artes. Cofundadora de Data Crítica, organización de investigación periodística que produce historias potenciadas por análisis de datos.

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