Así se vivió la Guerra Cristera en Tamaulipas

Edición Fin de Semana

El conflicto posrevolucionario aconteció de 1926 a 1929 y fue uno de los levantamientos armados de la historia más violentos de nuestro país.

Guerra Cristera en Tamaulipas. (Cortesía)
Leticia Gutiérrez
Tampico /

Tamaulipas fue parte importante de la llamada Guerra Cristera, episodio histórico que marcó a los católicos del país y del estado cuando, por medio de las armas, se enfrentó una persecución contra el ejercicio del culto religioso.

El investigador tampiqueño Miguel Torres Galván recuerda que, con la llamada Ley de Cultos, promulgada por el entonces presidente de México Plutarco Elías Calles en 1926, se ordenó restringir en todo el país la libertad de actividades del clero y de los feligreses católicos.

Esta serie de acciones generaron incertidumbre entre los creyentes, mismos que vivieron momentos críticos.

Guerra Cristera en Tamaulipas. (Cortesía)

Tampiqueño encabezó defensa religiosa

Sacerdotes y miembros de la Iglesia organizaron entonces la Liga Nacional de Defensa Religiosa, encabezada por el tampiqueño René Capistrán Garza.

“En esos años gobernaba Tamaulipas Emilio PortesGil quien, inmediatamente, en atención al mandato federal, emitió un decreto ante el Congreso del estado, donde anunciaba la clausura de los centros de enseñanza religiosa Asilo Vicentino y el Colegio La Paz en Ciudad Victoria; en Tampico y Matamoros, los del Verbo Encarnado”.

El historiador menciona que era prácticamente una cacería contra la enseñanza religiosa; en la capital tamaulipeca fueron cerradas las puertas de seminarios y colegios católicos, donde un numeroso grupo de niñas internas y externas, entre ellas Juana María Aregullín, Mercedes y Carmen Barella, Elvira Botello, Amalia Compeán, Amalia Lua y Concepción Cantú padecieron la persecución.


Tampico, Nuevo Laredo y Ciudad Victoria sufrieron la brutal opresión porque, como cualquier otra guerra, combatían grupos armados contra los creyentes de Dios.

“En Tamaulipas la persecución alcanzó a una buena parte de la comunidad religiosa de Tampico, Nuevo Laredo y Victoria. Aunque en menor escala, hubo brotes en Antiguo Morelos, Tula, El Mante, Matamoros, Ocampo, Mier, Cruillas, Jaumave, Miquihuana y otros municipios, como Tula y Bustamante, donde el general Saturnino Cedillo organizó grupos armados para combatir a los cristeros”, relata Miguel Torres.
Guerra Cristera en Tamaulipas. (Cortesía)

Esto no solo lo padecían los civiles del antiguo Tamaulipas, pues la situación era aún más grave en Guanajuato, Jalisco, Colima, Puebla y Zacatecas.

“En ese tiempo, los católicos tamaulipecos se constituyeron en brigadas para distribuir propaganda en reclamo de sus derechos”.

El puerto jaibo fue de los municipios más activos, pero en el que detuvieron a varios creyentes, acusados de distribuir volantes contra el gobierno federal.

En tanto, el obispo de Tamaulipas, Serafín María Armora y González, después de ser consignado al Ministerio Público tuvo que huir del país, luego de publicar en marzo de 1926 “Tampico de la Inmaculada Concepción”, la Tercera Carta Pastoral “Normas Para Vivir en Tiempos de Persecución”.

Más allá de tratar de ganar poder político, el movimiento cristero provocó temor y, al mismo tiempo, una fuerza arrasadora contra la imposición que trajo como consecuencia la consigna de una lista de 70 curas ahorcados, fusilados y asesinados.

Guerra Cristera en Tamaulipas. (Cortesía)


El cura que salía disfrazado de mezclilla y huaraches

Torres Galván, señala que uno de los casos más relevantes de esta catastrófica historia, fue el cura Julio Trejo, detenido en Ciudad Victoria.

Nadie imaginaba que aquel hombrecillo que salía con traje de mezclilla y huaraches fuera un cura que, con hojas de propaganda religiosa promovía el culto católico, una violación a la Ley de Cultos de la Constitución Mexicana.

Julio Trejo fue detenido el 21 de febrero de 1929 por agentes de la Policía Especial a cargo de Tomás López.

“El presbítero tuvo a su cargo la parroquia de Xicoténcatl entre 1917-1919 e iba acompañado de tres personas de apellidos Martínez y Espinoza, consignadas a las autoridades, que les decomisaron hojas de propaganda religiosa subversiva”, enfatiza el documentalista.
Pedían la derogación de la Ley de Cultos. (Cortesía)

Tras la noticia, entre la feligresía católica se creó un clima de inconformidades y rumores.

De acuerdo con información del semanario “El Jicote”, Trejo fue aprehendido por ejercer actividades clericales en una casa particular y, en consecuencia, violar la Ley de Cultos de la Constitución Mexicana.

“Según los datos que obran en poder de la Policía Especial, el cura Trejo, con el objeto de guardar la incógnita de su identidad, salía a la calle disfrazado, usando traje de mezclilla azul y huaraches, de tal forma que nadie podía, ni someramente, imaginarse que pudiera ser un sacerdote del culto católico el que con apariencia de obrero se hacía pasar.”

Entre los objetos decomisados encontraron un cáliz, incensario, hostias, libros sagrados y vino de consagrar; 300 pesos de oro y plata, una lista de bautismos efectuados en esta ciudad y una pistola calibre .38 especial que guardaba en un maletín.


Bajo el mandato de Francisco Castellanos, Trejo y sus seguidores pudieron obtener la libertad en poco tiempo, gracias a los acuerdos de paz firmados ese mismo año por el presidente Emilio Portes Gil. A los pocos meses se reintegró a su magisterio, probablemente en San Luis Potosí, donde escribió una biografía del presbítero Albino E.

Escalante en 1933, publicada en el libro “La Virgen de Guadalupe en San Luis Potosí” de Francisco A. Sustaita (1947).

“Numerosas mujeres afiliadas a clubes católicos fueron las que opusieron resistencia con mayor intensidad, durante este conflicto que cobró cientos de vidas. Fue el caso de Sara, una dama distinguida y valientísima, martirizada por el Ejército en la capital tamaulipeca, según lo menciona María Elena Sodi de Pallares en su libro ‘Los Cristeros y José de León Toral’ (1936), donde consigna una lista de 70 curas ahorcados, fusilados y asesinados”.

La Guerra Cristera estuvo en manos del Gobierno Federal por dos años, y posteriormente fue celebrada la primera misa un 13 de julio de 1929. El historiador Torres Galván dijo que, en ese tiempo, monseñor Silvestre C de León fue expulsado de Ciudad Victoria junto con otros sacerdotes. El clérigo era vicario de la Catedral de Nuestra Señora del Refugio, expropiada por el Gobierno Federal.

Al finalizar el conflicto, monseñor de León regresó a Ciudad Victoria acompañado por el sacerdote Juan M. de Anda.



JSC/EAS

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