Naucalpan, ruta de huida y crisol de la Conquista de México

Especial Fin de Semana

Fue el lugar donde, protegidos por otomíes y tepanecas, tras la persecución mexica, los españoles se detuvieron a lamentar su derrota.

Los españoles entraron en la Gran Tenochtitlán en noviembre de 1519. (Especial)
Ana Salazar
Naucalpan /

Cuando en la noche del 30 de junio del 1520, los grupos otomíes y tepenecas, entonces aliados del conquistador español Hernán Cortés, decidieron refugiar a los navegantes de sus perseguidores los mexicas, nunca imaginaron que tan sólo un año más tarde su territorio y población, al igual que sus creencias y modo de vida, serían sometidos por los mismo extranjeros llegados del mar.

En 1519, cuando los españoles llegaron a las costas de Veracruz, tuvieron noticias del imperio asentado en la Cuenca del Valle de México.

Este poderío había controlado rápidamente un territorio enorme desde el Valle de México hasta más allá de las actuales fronteras con Guatemala y Belice. Los mexicas representaban el pueblo a vencer; una rápida campaña, aparentemente pacífica, permitió a los aliados instalarse por algunos meses en la ciudad de Tenochtitlan, capital del Imperio Mexica, asienta la historiadora Rebeca López de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Este rápido avance fue posible por las asociaciones que Hernán Cortés realizó con los diferentes grupos indígenas sometidos al mandato de esa época, quienes a su vez vieron en los españoles la oportunidad para librarse del yugo de los gobernantes, sin contemplar las consecuencias históricas que implicarían dichas alianzas. Los españoles entraron en la Gran Tenochtitlán en noviembre de 1519, invitados por el mismo Tlatoani Moctezuma, el actual gobernante, pero en menos de 8 meses, el 30 de junio de 1520, tuvieron que abandonarla, al ser expulsados por una revuelta encabezada por Cuitláhuac y Cuauhtémoc, lideres mexicas que coincidían con el sentir de la mayoría de la población, y rechazaban el sometimiento pacífico de su líder Moctezuma, quien aparentemente murió herido por una roca lanzada por el enojo de su pueblo, mientras pretendía evitar el levantamiento.

En el caso del municipio de Naucalpan, este territorio formaba parte del señorío de Tlacopan, la actual Tacuba, en él habitaban grupos otomíes y tepanecas que, igual que los tlaxcaltecas, se aliaron a los es pañoles; su participación fue fundamental en los sucesos que se dieron posteriores a la huida de los españoles de la ciudad de Tenochtitlan.

Según el antropólogo Fran cisco Javier Mayen esta huida, aunque precipitada, fue estratégica, pero la historia oficial dice que el ejército español, encabezado por Hernán Cortés, se detuvo a lamentar su derrota, en el árbol de la “Noche Triste”, ahora llamado de la “Noche Victoriosa”, solo que es poco probable que el grupo de españoles se detuvieran en lo que actualmente es Popotla; a unos pocos kilómetros de la batalla, cuando eran perseguidos por los guerreros mexicas.

“Es más probable el argumento de que fue hasta el pueblo de Otoncalpulco, en las riberas del río de los Remedios y donde también se encuentra un ahuehuete, con más de 300 años de edad, certificado por especialistas, en el actual territorio del municipio de Naucalpan, que fuera el lugar dónde, ya protegidos por los grupos otomíes y tepanecas, de la persecución mexica, se detuvieran a descansar y tal vez lamentar su derrota”, asienta.

El choque de dos culturas

La huida hacia Naucalpan fue una táctica, asienta el antropólogo, “ya que de haber huido hacia el oriente dónde se encontraba el señorío de Texcoco, tal vez no hubieran llegado y tampoco hubieran recibido ayuda pronta”. Naucalpan se encuentra más cerca que Texcoco, por eso fue ahí hacia donde se dirigieron y no es hasta que llegan a esta región donde se detienen a descansar protegidos por los grupos que habitaban la región, prueba de ello son las ruinas de la ermita, que mandó construir Cortés en agradecimiento a la Virgen María por haberlos auxiliado en esta lucha que fue la única victoria para los mexicas; ya que un año después en 1521 los españoles regresarían y, tras asediar durante algunos meses a la ciudad de Tenochtitlan, lograron rendirla, a través de las armas, el hambre y la viruela, enfermedad traída por los españoles y para la cual los tenochcas no tenían defensa. Poco después de la muerte de Cuitláhuac por la viruela, Cuauhtémoc se rendiría.

Naucalpan es uno de los crisoles, en los que se enfrentaron las cosmovisiones que le dieron origen a la historia de conquista y colonia de la cuenca del Valle de México; su ubicación geográfica privilegiada, cercana a la gran Tenochtitlán, poblada por pueblos otomíes, aliados de los conquistadores; sus riquezas en minerales constructivos como la cantera, la grava y los suelos fértiles, propicios para los nuevos productos llegados de España, lo convirtieron en el escenario de importantes eventos que, ahora, investigadores están revalorando.

La verdadera conquista

Sin embargo, la verdadera conquista no fue por las armas, fue ideológica, la cosmovisión prehispánica fue sustituida por la religión cristiana y católica, que veía un nuevo mundo y, en la población indígena, la materia prima para reiniciar los preceptos cristianos que, en Europa, ya no encontraban seguidores honestos.

Poco después de la caída de Tenochtitlán, Cuauhtémoc fue bautizado en la nueva religión católica cristiana, y le otorgaron el nombre de Don Fernando, el padrino que lo acompaño en la ceremonia fue el mismo Hernán Cortés. El líder indígena aceptaba la nueva religión, junto con su nuevo nombre cristiano, pero este sometimiento por la fuerza no fue suficiente, poco tiempo después Cuauhtémoc fue ahorcado, bajo la sospecha de que buscaba rebelarse nuevamente, relata la historiadora Rebeca López.

La verdadera Conquista significó entonces un choque cultural dónde la cosmogonía mexica va a ser sustituida por la religión cristiana traída por los españoles y va a iniciar hacia 1524, con la llegada de los primeros doce frailes franciscanos, quienes veían en este recién descubierto continente y en su población el motivo de su apostolado, narra Rebeca López.

Pequeñas situaciones como el bautizo de Cuauhtémoc o construir una pequeña ermita en honor a la Virgen María en agradecimiento por haberlos salvado durante su huida de la ciudad de Tenochtitlan, son reflejo de la idiosincrasia española, pero también de la necesidad de demostrar la importancia de sus creencias religiosas en el desarrollo de los eventos.

Los Remedios-Tonanzin

Según el antropólogo Mayén Anguiano, en el municipio de Naucalpan tenemos un ejemplo muy singular que sirve a manera de crisol; en la población de Otoncalpulco, hoy conocido como Los Remedios, se encuentra el cerro de Otoncalpulco y la ribera del río de Los Remedios, donde las leyendas afirman que se apareció la Virgen María señalando el lugar donde Juan de Villafuerte, concuño y soldado de Hernán Cortes, había dejado escondida una imagen de la Virgen de Los Remedios, que había traído desde España, durante la huida y temeroso de que fuera capturado y destruyeran la imagen prefirió enterrarla y así protegerla de los indígenas.

Con los años esta imagen fue descubierta en el mismo lugar donde ahora encontramos la Iglesia de Nuestra Señora de Los Remedios. Sin embargo, la imagen de la Virgen de los Remedios que se resguarda en el templo, se reconoce influencia prehispánica que la asemeja con la diosa Tonantzin, la cual, igual que la Virgen María, carga a un niño que alimenta de su pecho entre una planta de Maguey, resaltando cierta similitud, pues la imagen de la Virgen de Los Remedios también carga un niño y reposa sobre la misma planta, además de integrar otro elemento significativo para la ideología prehispánica, una media luna a sus pies.

Coincidencias como estas son esfuerzos por relacionar la nueva religión con el culto prehispánico, sin embargo, no fue hasta 1524 con la llegada de los llamados 12 apóstoles franciscanos cuando se formalizó la evangelización y Naucalpan es uno de los muchos ejemplos de este proceso donde las cosmogonías españolas e indígenas se enfrentan y mezclan dándole origen a procesos nuevos, cómo la introducción de símbolos reconocibles para los indígenas.

En su libro, “Otoncalpulco y Totoltepec. Un ejemplo de arqueología histórica”, el antropólogo redacta que Naucalpan y las riberas de Los Remedios fueron paso de los españoles rumbo a Tlaxcala, pero también la con quista evangelizadora.

MMCF

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