Javier Toscano: “Me he involucrado con comunidades que generan otras narrativas”

Cine entrevista

Potentiae echa una mirada a la discapacidad desde adentro para desentrañar el concepto de “otredad”, de lo diferente

Documental que expone como grupos de personas con capacidades diferentes han creado sistemas de colaboración
Héctor González
Ciudad de México /

¿Cómo entendemos la normalidad? El realizador mexicano Javier Toscano revisa la forma en que se articulan distintos grupos de personas con capacidades diferentes en sus actividades cotidianas para crear un sistema de colaboración. En Potentiae, el director, lejos de construir un retrato victimista, habla de la importancia de asumir al “otro” como alguien diferente. 

¿Por qué hacer un documental sobre la gente con capacidades diferentes?

En mis cortometrajes me he involucrado con comunidades que generan otras narrativas. A partir de estas experiencias fue que me planteé Potentiae.

Precisamente, la narrativa de su película se sostiene en mostrar el accionar colectivo de los individuos.

En su novela de ciencia ficción Más que humano, Theodore Sturgeon narra cómo gente con capacidades distintas se ensambla para generar una entidad con otras capacidades. A mí no me interesaba llegar a tanto, pero sí revisar la noción de discapacidad a partir de estos ensambles, es decir, cómo se complementan unos con otros. La colectividad es lo que va contando la historia. Quería contraponer a una comunidad de discapacitados frente a lo que llamamos normalidad a fin de cuestionar el status quo.


Hay también una reflexión sobre la manera en que nos relacionamos con el “otro”.
Cierto, quería invitar a pensar en la gran “otredad” y lo que significa ser totalmente distinto. La metáfora se entiende, creo, sobre todo al final. Es imposible ponerse en los zapatos del otro. Simplemente se trata de sentir que el otro es capaz de confrontarnos a nosotros mismos para enriquecernos a partir de la diferencia. No se trata de integrarnos en la normalidad, sino de una convivencia existencial donde se parta del respeto.

¿Cómo fue el trabajo con personajes con capacidades diferentes?
Fue complicado y emotivo. Los mundos, el del cine y el de los discapacitados, son muy diferentes. Muchas veces los tratamos con condescendencia, lástima y comprensión, aunque esto implique ser paternalistas, cuando la realidad es que ellos están habituados a confrontar este tipo de proyecciones. Nosotros les dimos su espacio e intentamos ser pacientes. Como cineasta aprendí a poner a prueba todo el dispositivo, para sensibilizar y demostrar que no es una cuestión de productividad sino de adecuarse a ciertos tiempos ajenos a la dinámica de la industria. A partir del respeto busqué generar confianza en mí, no para satisfacer el morbo, sino para que el trabajo saliera bien.

¿A la hora filmar encontró dificultades para la movilidad de las personas con discapacidad?
Sin duda hay limitaciones, pero no quise mostrarlas porque eso habría sido victimizarlos. Mi idea era señalarlas de manera sutil nada más. Quería una película sobre ellos no sobre sus imposibilidades o la forma en la que los obstaculizamos. Mi idea era deconstruir la palabra discapacidad a partir de la confrontación, más allá de la denuncia. Creo que con eso era suficiente. Desde luego, nos falta mucho por hacer; sin embargo, yo preferí centrarme en ellos.

Dentro de la película la música es muy importante, tanto, que casi marca el ritmo de la película.
Eso lo descubrí sobre la marcha y me maravilló. En varios de mis documentales favoritos la música no tiene un papel importante. Sin embargo, aquí sucedió lo contrario. Sus propios ritmos tenían resonancias. Uno de los primeros grupos a los que conocí fue el de ciegos que tocan en el centro. Desde el inicio ya había algo de musical y de alguna manera, mi trabajo consistió en dejarlos desplegar sus habilidades para que poco a poco se fueran ensamblando, y es verdad, la edición la hicimos como si fuera una sinfonía.


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