John Lydon: Con la cabeza en el patíbulo

Entrevista

El ex integrante de 'Sex Pistols' y líder de 'Public Image Ltd' habla sobre la futilidad de la vida y su amor por la literatura

John Lydon y PiL tocarán el 6 de noviembre en el Pepsi Center del WTC de la Ciudad de México (Foto. Martin Schoeller)
Laberinto
Ciudad de México /

Juan Carlos Villanueva


“Venimos del caos, no puedes cambiarnos”, repite un rabioso John Lydon en “One Drop”, la canción que, en 2012, lo rescató de un autoexilio por más de 20 años junto a su banda Public Image Ltd (PiL). Tiene razón, este hombre viene de la basura: el hijo de inmigrantes irlandeses que se establecieron en Finsbury Park, en Londres, fue testigo de cómo su madre arrojaba al inodoro los restos de fetos tras una serie de abortos involuntarios, escenas que lo motivaron a escribir “Bodies”, en el Never Mind the Bollocks de Sex Pistols, donde grita “No soy un animal, mamá. No soy un aborto”. A los siete años, enfermó de meningitis (contagiado por las ratas), estuvo seis meses en coma y perdió gran parte de su memoria por casi cuatro años. “Debería estar muerto pero, por algún motivo, Dios prefirió que me quedara aquí por un tiempo”, dice Lydon, de 62 años, un hombre que no solo ha visto el abismo sino que ahí compró un tiempo compartido.


El cantante de PiL ha vagado por todos los círculos del infierno, por la drogadicción y el alcoholismo, incluyendo sus luchas internas y su visión fatalista de su paso por este planeta. “Siempre he pensado que las mejores ideas provienen de mentes turbias. La ira, la desolación y la amargura me han mantenido activo e inquieto. No creo que exista mejor inspiración que la rabia”, dice el hombre que aprendió a vivir bajo ese estado emocional por prescripción médica, cuando sus padres le suministraban dosis de encabronamiento para que su cerebro se mantuviera activo.

Dicen que infancia es destino y Lydon se conserva como un orgulloso outsider. “La mejor forma de conocer el significado de este mundo es contemplarlo desde fuera”, piensa Lydon. “Pueden acusarme de provocador, anarquista, incendiario, incluso inventarme que soy el rey de lo que quieran. ¡Gracias, me encanta! Es publicidad gratis que pensé que no me costaba, pero me ha afectado mucho. Esos títulos conllevan demasiada responsabilidad, y es mi deber mantenerme fiel y real a lo que considero mi estándar de valores: nunca mentir, nunca copiar a nadie y no ser falso”.

La imagen de John Lydon de estos días nada tiene que ver con aquella del héroe escuálido del punk de los años setenta, pero en este hombre abotagado aún se nota la bizarría y legitimidad del paria que escribió letras como las de “Anarchy in the UK” y “God Save the Queen” (Sex Pistols) o “Religion” (PiL), en las que reparte puntapiés en las partes más nobles de la política, la moralidad y la religión católica. “No considero ser un incendiario o transgresor”, dice Lydon, “más bien soy un oportunista que ha sabido levantar la voz cuando nadie más lo hecho y señalar a los hijos de puta sin censura ni mesura. Lo que hago es expresar todas mis emociones como ser humano a través de la música y las letras. El ser descaradamente franco puede llevarte a un lugar donde parece que eres diferente al resto, y la honestidad puede ser incómoda. Hay que ser cuidadoso, porque afuera hay muchos enemigos a los que no les gusta la verdad”.

En Lydon, el honor, el poder, la riqueza y todas esas bondades adictivas que conlleva la fama han quedado atrás; su ambición, dice, ha ido mucho más allá. “Viví a muy temprana edad todas esas cosas [fama, dinero, mujeres]. Viví en una burbuja donde solo caen los tontos, los pobres diablos que buscan la inmortalidad en lo efímero y lo banal. El mundo significa mucho más para mí ahora, y ese es el valor de mi trabajo y de mi honestidad. Esas son las cosas que me importan. Me despierto muy feliz cada mañana sabiendo que no entregué dos mil mentiras la noche anterior. Puedo decir que soy una persona ambiciosa y eso me permite mejorar continuamente como músico o como compositor. Me proporciona automáticamente nuevos desafíos y, por lo tanto, nuevas vías para explorar. Siempre trato de ser lo mejor posible en lo que considero que soy bueno. No deseo convertirme en una mentira, no aspiro a ser como cualquier otro artista en esta industria”.

En 2010, Lydon y el cineasta Tabbert Fiiller se adentraron en una especie de pesquisa con tal de descubrir quién es John Lydon, también conocido como Johnny Rotten, y su relación con la banda PiL, para revelarlo en el documental Public Image is Rotten. Así, abriendo los cajoncillos mentales de Lydon y recopilando testimonios de músicos y admiradores —como Flea (Red Hot Chili Peppers), Adam Horovitz (Beastie Boys) y Thurston Moore (Sonic Youth), entre otros—, Fiiller relata la historia del grupo, desde 1978 hasta su ruptura en 1992, y su eventual reformación. “Es la búsqueda de la verdad, donde incluimos a los más amables, a los que dudan y los que nos odian; todos estuvieron presentes para decir su testimonio y ponerme en el lugar que debo estar. Cuando pones tu cabeza en el patíbulo para ser juzgado por otros, en el estricto sentido de tu creatividad, siempre serás destrozado. Es parte de la condición humana, criticar, y eso es precisamente el precio y significado de ser una imagen pública”.


Los primeros discos de PiL —Public Image Limited (1978), Metal Box (1979) y The Flowers Of Romance (1981)— fueron un proceso complejo para Lydon. “Fue un conflicto mental donde mis ideas chocaban con el resto de la banda”, explica. Fue hasta el séptimo disco, Album (1986), cuando PiL comenzó a construir su más fascinante historia. Producido por el bajista, productor y arreglista estadunidense Bill Laswell, y acompañado —por sugerencia y decisión del propio Laswell— de músicos como Steve Vai (Frank Zappa), Ginger Baker (Cream), Tony Williams (Miles Davis), Ryuichi Sakamoto (Yellow Magic Orchestra) e Ian Anderson (Jethro Tull) como compositor, este disco conservó en secrecía el crédito de los músicos que grabaron. “No quise colgarme de la reputación tan honorable de estos músicos; quería ser valorado por mí. Puedo sonar narcisista, pero era necesario hacerme escuchar y, de paso, ridiculizar a la gente que en principio no quiso lanzar este disco [Elektra Records] porque no tenía idea de quiénes tocaban en él”, explica. “En todos los años que llevo como músico, me he dado cuenta de que, aunque toques con los músicos más profesionales que existen, no hay nada mejor y más divertido que tocar con aquellos que no conocen las reglas. Pienso en Steve Jones y mis años con él en Sex Pistols y solo puedo decir que marcó la diferencia en mí. Fue una gran influencia por su forma de tocar la guitarra”.

Laswell y Lydon se conocieron en 1983, luego de que Afrika Bambaataa (Lance Taylor) pidiera trabajar con alguien demasiado loco. “¿Conoces a Joe Elliott de Def Leppard?”, preguntó Afrika a Laswell, a lo que el productor y bajista negó y sugirió a Lydon. La idea le pareció oportuna, pues Afrika había visto la aparición de Lydon como actor en la cinta policiaca Copkiller. “Era un periodo de inactividad en PiL, así que recibí la oferta de aparecer en esa película italiana”, recuerda Lydon, “pero actuar resultó más difícil de lo que imaginaba. La idea de convertirte en una persona completamente diferente a la que soy es muy complejo para mí, y más cuando he pasado tanto tiempo perfeccionándome a mí mismo”. Finalmente, Lydon grabó “World Destruction”, para el disco de Bambaataa, Time Zone. “Amo la ideología de Bambaataa, y la canción tiene un claro mensaje de humanismo, algo que puede resonar en el país de Donald Trump” (The human race is becoming a disgrace/ The rich get richer/ The poor are getting poorer/ Fascist, chauvinistic government fools/ People, Moslems, Christians and Hindus/ Are in a time zone just searching for the truth/ Who are you to think you’re a superior race?).

La literatura siempre ha estado muy cerca en la vida de Lydon. Simplemente, el nombre de Public Image lo tomó de la novela escrita por Muriel Spark, que habla sobre cómo la industria puede destrozar tu mente si lo permites. De niño, en la convalecencia de la meningitis, los libros fueron su terapia y ungüento espiritual. “Amo los libros, siempre quise ser escritor”, confiesa. “Todos los niños tenían sus fantasías, unos querían ser científicos o astronautas, yo quería ser escritor pero nunca supe si era lo suficientemente bueno. Leía y escribía por horas, fue la mejor forma de recuperar la memoria. Mi sueño era tener una cama en medio de una librería. Cuando tuve mi primera banda, me di cuenta de que podía cantar las letras que se me venían a la mente de manera tan fluida. Me gusta cómo las palabras construyen universos en mi cabeza”. 

Lydon escribió “One Drop in All of This Ocean”, que lo trajo de vuelta a PiL, evocando la imposibilidad de saberse parte de un todo, de nunca estar en el centro. “Mi tiempo llegará, como a todos”, dice. “La muerte escoge los momentos para cada uno. No tenemos elección, a menos que seamos tontos y desperdiciemos nuestra vida cometiendo suicidio. No tengo miedo de morir; de hecho, estoy plenamente consciente de ello. Por eso estoy haciendo lo mejor posible para asegurarme que suceda lo más lejos posible de ahora. Así que disfruto mucho escribiendo, diciendo siempre la verdad sobre cómo veo las cosas”.

John Lydon, el hombre que por años vivió entre los escombros de la basura de la clase obrera inglesa, se cuestiona: “¿Me arrepiento de algo? Claro, de haber tratado con disqueras, pero hice muchos amigos, así que no todo fue malo; hubo muy buenos momentos. Es triste ver cómo las disqueras nos trataron y nos juzgaron de acuerdo con lo que dictaba el departamento de contabilidad, así que, al final de la historia, todo se resume en dinero, el origen de todos los males”.


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