“La realidad política depende de la construcción de narrativas”: Juan Villoro

“Es cierto, la realidad supera a la ficción, pero esto lo sabemos gracias a la ficción, que es capaz de darle estructura al caos”, afirma el escritor.

Juan Villoro. (Cuartoscuro)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Se presenta como “una metáfora del México contemporáneo”, pero también como una novela política al tiempo que personal. Y es que para Juan Villoro todos estos aspectos terminan por fundirse en la creación literaria: “la realidad política depende de la construcción de narrativas”, asegura el escritor.

En entrevista, a propósito de la aparición de La tierra de la gran promesa (Literatura Random House, 2021), Juan Villoro advierte que, así como el crimen organizado puede construir su propia narrativa, el poder también construye la suya y la novela “es una metáfora de esta realidad, no exclusiva de México, en donde la manera de representar la realidad no siempre depende de nuestra voluntad”.

Si vivimos en una época en la que la principal mercancía son los datos personales, ¿hasta dónde controlamos las huellas que dejamos?”, se pregunta Villoro en entrevista con MILENIO.
“No basta con ganar la guerra, hay que ganar la posguerra y la posguerra está hecha de discursos. Pensemos en la revolución mexicana: la parte villista se conoció muy poco, una novela extraordinaria como La sombre del caudillo se tuvo que publicar en el exilio. Una grandísima escritora como Nellie Campobello fue silenciada en parte por ser mujer y no pertenecer a la república de las letras”.

Desde su perspectiva, siempre hay una lucha para ir contra los discursos que se han construido oficialmente, siendo una de las tareas de la literatura la de dar “la vida privada de las naciones”, como decía Marx respecto a Balzac y “eso está en la literatura, no está en la historia oficial”.

El origen de la trama es una delación inconsciente de un personaje que tiene algo oculto en su mente, que le cuesta mucho trabajo confesar, aun cuando su mujer poco a poco lo va comprendiendo: asuntos que no necesariamente están bajo su control: “todos los que hacemos periodismo somos voceros de otras personas y nos podemos convertir en involuntarios transmisores de voluntades ajenas”, a decir de Villoro.

En el mundo del caos

Todo mundo tiene su tierra prometida: el chilango que se quiere ir a un refugio tranquilo en provincia, el provinciano que quiere venir a la gran ciudad, el mexicano que, por razones de necesidad, de superación personal o de seguridad, desea estar en el extranjero; el nostálgico que se reconforta yendo a la tierra prometida del pasado y de sus recuerdos.

En la vida real, todos tenemos un lugar del anhelo, donde pensamos que las cosas van a ser diferentes, pero la lección que nos da la experiencia es que no podemos escapar de nosotros mismos, de ahí la necesidad de pensar que la tierra prometida no está lejos: “es el desastre que nos consta, es el horror que vemos a diario, pero que podemos cambiar”.


“Moisés buscó lejos la tierra prometida, pero Jesús hizo otro gesto y se convenció de que la tierra prometida es el infierno en que estamos metidos, es esto que conocemos, pero que podemos transformar”.

En ese sentido, La tierra de la gran promesa se originó en la idea de escribir una historia que tratara de una persona que habla dormido y que, de forma involuntaria, confiesa las cosas en las que está soñando, pues muchas veces, a decir de Juan Villoro, el sueño es una zona de misterio a la que no tenemos acceso.

“La realidad siempre supera a la ficción y yo creo que una de las mejores cosas que puede hacer la ficción es demostrarnos que la realidad es mucho más compleja y rica de lo que pensábamos. Es cierto, la realidad supera a la ficción, pero esto lo sabemos gracias a la ficción, que es capaz de darle estructura al caos”.

El mundo de las redes sociales

Uno de los aspectos que más interesaba a Juan Villoro plantear en La tierra de la gran promesa es el papel que tienen las redes sociales en nuestro tiempo, extraordinarias para la emergencia instantánea, pero muy malas para indagar los antecedentes de esa emergencia. “Sabemos que producen un efecto viral y este efecto es contagioso en la medida en que la gente se suma con indignación a una causa que, no necesariamente, ha investigado lo suficiente”.

Incluso, dentro de la novela hay un capítulo que aborda el tema. El destino del personaje se empieza a distorsionar en las redes, “porque lo que aparentemente empieza a causar un consenso no es lo que verdaderamente hizo, sino que es mucho peor: llega a darse cuenta que su error es más grave a lo que se está diciendo en las redes”.

Estoy convencido de que en todas las épocas ha habido rencor y ha habido odio, la diferencia con la nuestra es que el odio ha adquirido un valor comunicacional. Puedes ser un hater de manera casi profesional en las redes y expresas una indignación colectiva de la que te conviertes en vocero, no siempre con sustento, y esa es parte del problema”.

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