Julia Carabias Lillo (Ciudad de México, 1954) comenzó a apasionarse por la biología siendo una niña, durante los viajes recreativos que realizaba con sus papás a Veracruz; yendo en el carro, le llamaba la atención la variedad de ecosistemas que atravesaban: desde el bosque con ese frío que la obligaba a abrigarse, hasta el bochorno de la zona tropical que anunciaba la cercanía de la playa. “Todo el gradiente que se pasaba”, recuerda.
Al ingresar a la prepa, gracias a los bueno maestros que tuvo en la materia, cultivó un mayor interés por ella. Y al entrar a la universidad supo que fue una buena decisión abordar esta ciencia cuando “hicimos ese gradiente que tanto me llamaba la atención; era una de las prácticas de la carrera, con camión de la universidad ir parando en todos los distintos ecosistemas. Así me fui apasionando”.
- Te recomendamos Gloria Koenigsberger: “Al estar pegado al celular uno se aísla” Cultura
“A mí me tocó la época de los 70. Inicié la carrera en el 73 y tuve la oportunidad de estar un año en Inglaterra, entre los estudios de preparatoria y la carrera. Para poner en contexto, estamos hablando de hace 50 años, 1972, una fecha emblemática que me marcó: la Cumbre de Estocolmo. Esa Cumbre fue muy importante, primero, porque fue la primera reunión de Naciones Unidas que atiende el tema ambiental. Y segundo, porque la resolución de esa cumbre fue que todos los países tenían que tener sus instituciones y legislaciones para atender este caso”, recuerda la doctora en entrevista con MILENIO.
El gran patrimonio natural
Al principio de la década de 1970, el enfoque ambiental estaba orientado al daño de salud humana debido a la contaminación, “aún no aparecía el tema de los ecosistemas y la naturaleza de manera más amplia”, pero esto no limitó que en Inglaterra Carabias Lillo accediera a temas como las vicisitudes del crecimiento poblacional y los nuevos enfoques ecologistas de organizaciones alemanas y francesas.
“Cambié mis maletas: dejé todo lo que tenía de ropa y traje todos los libros que pude. Entrando a la universidad formamos grupos de estudio de manera paralela a la carrera, porque en la carrera esas cosas no se tocaban; con un grupo de amigos, que siguen siendo mis amigos, un grupo que me acompañó a la Secretaría y seguimos trabajando, generamos un proceso formativo muy intenso y muy de vanguardia en su momento”, rememora la también integrante de El Colegio Nacional.
Julia Carabias Lillo. (Foto: Cuartoscuro)
Al regresar a México se encontró con dos “tragedias” relacionadas con la deforestación: en Chontalpa, Tabasco, y en Uxpanapa, Veracruz. “La cabeza que dio una respuesta por parte de la Academia y movilizó a los estudiantes fue el doctor Arturo Gómez-Pompa, él encabezó un movimiento de protesta en el 73 o 74”.
Julia no dudó en sumarse a la causa de Gómez-Pompa, al igual que otros biólogos experimentados y en ciernes. Y el resultado de este llamado colectivo fue que “logramos meter el tema de la pérdida de los ecosistemas y las selvas tropicales húmedas, el gran patrimonio natural”. Así comenzó su camino de protección y difusión ambiental.
Al poco tiempo conoció a otro de sus grandes mentores, el biólogo Sergio Guevara, que en ese entonces estaba trabajando en Los Tuxtlas, Veracruz. Él la invitó a sumarse a su equipo, ella aceptó y así llegó a la selva.
Lo que se hizo y lo que faltó
Tras desempeñarse como coordinadora del Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales en Áreas de Subsistencia, PAIR, (1984-1994) y presidenta del Instituto Nacional de Ecología (1994), Julia ocupó el puesto de secretaria del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca de 1994 a 2000, durante la presidencia de Ernesto Zedillo.
A 22 años de distancia, la doctora analiza sus logros con la institución, pero también esos proyectos o ideas que no llegaron a buen puerto.
“El logro principal que tuvimos es constituir un equipo de altísima calidad: todos profesionistas, comprometidos y gente honesta, eso permitió que estuviéramos pensando y planeando. El lema permanente que tenía es: ‘La ruta que tomemos la voy a dejar libre a mis colaboradores, pero dónde tenemos que ir tiene que ser una cuestión colectiva entre el equipo y la sociedad’. Por eso abrimos las puertas a la sociedad civil, formamos decenas de consejos consultivos nacionales, estatales, locales; participaron miles de personas porque eran rotativos, fueron escuchadas y se les ayudó. Logramos la integración de todos los temas de medio ambiente en una sola institución con una visión de desarrollo”, asevera.
En esta etapa, Carabias pugnó por la reforma "profunda” a la Ley general de equilibrio ecológico, para “adecuarla a estas nuevas visiones de integrar medio ambiente y desarrollo, por eso se mete el derecho humano al medio ambiente sano”, e impulsó de la Ley general de vida silvestre.
Es integrante de El Colegio Nacional y recibió la Medalla Belisario Domínguez en 2017. (Foto: Cuartoscuro)
Otro proyecto que le generó satisfacción fue el de Áreas naturales protegidas, pues “siendo un programa que estaba colocado en varias secretarías, lo integramos”.
¿Qué faltó? “Siempre falta tiempo”, responde la experta, y señala que se quedó “muy corta con la política hídrica, fue un dique muy difícil de mover”.
Explica que esta área resultó complicada no por la falta de apoyo o interés del presidente u otros funcionarios – “El director general de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en ese entonces, Guillermo Guerrero Villalobos, fue muy sensible a los temas ambientales, y su segundo a bordo, César Herrera, es apasionado de la sustentabilidad del agua” –, sino porque varios desastres naturales acapararon el trabajo del organismo encargado de administrar y proteger las aguas nacionales.
“Nos cae el huracán Paulina en la zona de Guerrero y se destruye Acapulco. La Conagua se movilizó, tuvimos a miles de ingenieros trabajando por semanas y lo resolvieron, todo mi respeto, pero no habíamos salido de ésta cuando ya estábamos en la siguiente y en la siguiente. Era una institución de la emergencia permanente”.
Su interés en el tema hídrico no se desvaneció al dejar la Secretaría, al contrario: armó un programa de mesas de debate y conferencias en El Colegio de México - al que ingresó formalmente el 27 de agosto de 2018 - que incidió en la reforma de 2004 a la Ley de agua nacionales.
Una lucha contra el tiempo
La doctora Carabias cree que, aunque actualmente en México se conoce y difunde el concepto de biodiversidad, hace falta comprenderlo más, sobre todo porque la preservación es una lucha contra el tiempo. “La gente ya habla de biodiversidad, tiene mayor sensibilidad, está más preocupada, cada vez más medios de comunicación tocan estos temas. Pero se sigue estando muy lejos de lo que necesitamos. Vamos avanzando, pero se nos acaba el tiempo”.
Otra piedra en el camino del cuidado ambiental es el consumo enfocado no en las necesidades, sino en la exageración y explotación. Ante esto, considera crucial recuperar “los valores del respeto a la naturaleza”.
“Uno de los enfoques que con la pandemia queda más visibilizado es el tema de una sola salud. ¿Qué significa? Que no podemos atender la salud de los humanos si no cuidamos la salud de los ecosistemas”, asevera la bióloga.
Imagen tomada a la bióloga en el año 1986. (Foto: Cuartoscuro)
Por último, Julia Carabias, que ha recibido el Premio Internacional Cosmos (2004) y la Medalla Belisario Domínguez (2017) en reconocimiento a su lucha ambiental, comparte que está “absolutamente convencida” que un gran cambio es posible “gracias a los jóvenes”.
“El problema es que nos empieza a resultar cómodo a los adultos decir: ‘Ya les tocará a los jóvenes’… No, yo tengo la esperanza afincada en ellos, pero hay que trabajar para que puedan, primero, no heredar lo peor de estas tendencias. Y dos, que estén lo mejor formados a partir de la experiencia de los que ya caminamos mucho trecho. La conjunción intergeneracional es la clave del asunto. Los jóvenes son la esperanza, pero no se trata de dejarles toda la responsabilidad”.
¿Esperanza para la Selva Lacandona?
Sobre la situación actual de la Selva Lacandona, la bióloga mexicana señala que “se está yendo, por supuesto que se está yendo”, aunque hay esperanza gracias a la defensa de “los lacandones y quienes trabajamos con ellos”.Resalta el enfoque de protección que comienza a permear en las comunidades locales, por ejemplo, en Marqués de Comillas: “Hoy están teniendo sus ingresos y empleos a partir del uso de la biodiversidad de sus ecosistemas, a través del ecoturismo, a través del manejo sustentable de su flora y fauna… Están basados en que sus ingresos no sean solamente ganadería y agricultura, sino también que provengan de la selva, por eso la cuidan y están organizados”.
hc