Adonis: “El hombre nació exiliado del mundo”

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Radicado en París, el poeta sirio habla de su relación con México, del pasado precolombino y del cristianismo y el islam como instituciones que niegan al otro.

Adonis, el poeta vivo más importante en lengua árabe. (Ilustración: Boligán | @angelboligan)
Julio Villanueva
Ciudad de México /

La explosión en el puerto de Beirut del pasado 4 de agosto nos hizo voltear la vista hacia Líbano. La mayoría de los libaneses viven en el exilio. Uno de estos expatriados es el poeta Adonis, quien no nació en Líbano pero decidió que esa sería su patria cuando se vio obligado a huir de Siria en 1955. Vivió allí hasta que en 1980 la guerra civil lo obligó a exiliarse de nuevo, ahora a Francia.

Adonis es considerado el poeta vivo más importante en lengua árabe y un fuerte candidato al Premio Nobel. En 2012, visitó México para el Primer Festival Internacional de Poesía y Prosa organizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Durante varios días, Adonis paseó por las calles de la Ciudad de México. Fue al Museo de Antropología y a la casa de León Trotsky. A partir de esta experiencia, escribió el poemario Zócalo, publicado en 2014 por la editorial Vaso Roto. Más que de un movimiento geográfico, Adonis habla del viaje interior que tuvo mientras recorría las calles de la ciudad. Los elementos urbanos aparecen sólo después de que él los experimentó.

Para Adonis, el exilio tiene dos sentidos: el de la tierra y el de la lengua. Sobre este tema, su amistad con Octavio Paz y el papel que la poesía tiene en la vida de las personas reflexiona con empatía y humor en la siguiente entrevista, para la cual resultó de gran ayuda la interpretación simultánea de Jaafar Al Aluni, sobrino del poeta y su traductor al español. Adonis reside en París, Jaafar en Madrid y yo en la Ciudad de México.

—Siria es un país que ha vivido la destrucción. Y Líbano, su país adoptivo, se encuentra en una grave crisis.

Yo también estoy preocupado, pero por el vecino que tienen ustedes y quiero compartirlo contigo. Me preocupa la política de Donald Trump hacia México.

—¿Qué es para usted escribir desde el exilio?

El ser humano ha nacido exiliado del mundo. El exilio más difícil es el que vive el poeta dentro de su lengua materna, porque el lugar geográfico no tiene importancia alguna, sobre todo si este espacio le ofrece todos los elementos para sobrevivir. En este sentido, no siento que escribo desde París o desde el exilio.

—Lo efímero y lo permanente son temas constantes en su obra. ¿La poesía existe sólo un instante o dura para siempre?

Para empezar, el ser humano es efímero y sólo lo que vivimos es permanente. En este sentido, los momentos que vivimos son permanencia constante dentro de lo momentáneo. La poesía es un momento fugaz eterno.

—Usted visitó México por primera vez en 2004, de nuevo en 2012 y por último en 2018. ¿Qué diferencias notó entre sus visitas?

Notar el cambio en México exige más de tres visitas. Para descubrir qué ha cambiado de un país tan grande como México hay que visitar cada rincón. Lo importante de esas tres visitas fue que conocí mejor este gran país; además, visité lugares maravillosos y distintos, lo que me permitió también conocer a mucha gente en México. El hecho de visitar distintos lugares me ha hecho preguntar lo siguiente: ¿es México un país múltiple y variado? Para poder contestar a la pregunta tendría que volver una vez más.

“El ser humano no puede cambiar el exterior si no es capaz de cambiar su interior”.
Adonis Poeta

—Usted fue amigo de Octavio Paz, quien lo publicó en la revista Vuelta. ¿Hablaba sobre México con usted?

Octavio Paz era sobre todo mi amigo y siempre que nos veíamos hablábamos sobre lo que nos importaba a los dos: la poesía, los problemas del ser humano y lo que la poesía es capaz de hacer en este mundo.

Zócalo habla de sus paseos por las calles de la Ciudad de México, pero sobre todo de su viaje interior; sobre cómo lo influyó la cultura mexicana y cómo resonó dentro de usted.

Percibí México como un horizonte abierto en el que intenté, en cada paseo que hacía por la ciudad, entenderme a mí mismo y a este mundo, sobre todo porque vengo de un país donde la religión ha destruido nuestra antigua cultura. Tenía en mente que el cristianismo (y no me refiero al cristianismo como todos los cristianos sino como religión) también destruyó México. En este sentido, siempre hacía la comparación entre cómo el islam acabó con nuestra antigua cultura y cómo el cristianismo hizo lo mismo en México. En cada paseo me preguntaba por qué esa destrucción, y siempre pensaba que el islam y el cristianismo coinciden en el hecho de anular al otro.

—En este sentido, ¿la poesía es un género propicio para descubrir al otro?

El mensaje de la poesía es “anular al otro es anularse a uno mismo”. Tanto el islam como el cristianismo, al anular a los demás, se anulan a sí mismos y esto debe reflejarse en la poesía.

—En Zócalo, y en Epitafio para Nueva York, hay una tensión entre Occidente y Oriente. En alguna parte dice: “Desgarrad el hierro de Occidente con la seda de Oriente”. ¿Le parece que la poesía puede aligerar esta tensión o su papel es más bien retratarla?

Esa es la cuestión de toda gran poesía. Antes quiero matizar una cuestión y decir que el yo no existe sino como una continuación del otro y viceversa. En Epitafio para Nueva York, mientras se criticaba a Estados Unidos como una institución política, yo celebraba y disfrutaba la intelectualidad de Walt Whitman.

Zócalo es una metáfora de la convergencia de muchos caminos en un solo lugar. Los países hispánicos y los países árabes tenemos un punto literario en común: la lírica arábigo-andaluza. ¿Hay o puede haber otros puntos de encuentro entre estas literaturas?

Encontrar puntos de encuentro debe ser nuestra gran preocupación. Debemos construir un mundo sobre la base de relaciones humanas más profundas. En este sentido, nuestras relaciones deben mejorar al mundo y hacerlo más libre. Como dice Rimbaud: “hacer la libertad misma más libre”. Porque, sobre todo en Occidente, hay libertades que no lo son del todo.

El autor de 'Zócalo'. (Foto: Alexandre Meneghini | AP)

—En sus libros anteriores hay una personificación de los elementos; por ejemplo, “volví el rostro y el monte era ventanas/ y las ventanas hijos y madres”. Esto también sucedía en la cultura precolombina. Los aztecas sacrificaban personas para alimentar al sol. ¿Cómo fue para usted encontrar esta coincidencia? ¿Cómo influyó en su escritura?

Estos fenómenos deben estudiarse en su contexto. Sobre todo el sacrificio de personas. Entiendo las guerras y los desastres en este sentido, pero no suceden para alimentar al mundo o al sol, sino para destruirlos. Así entiendo la política de Estados Unidos, que sacrifica niños y pueblos enteros por intereses económicos y políticos. Quisiera volver a tu primera pregunta. Cuando el ser humano ve todos los aspectos artísticos en México se queda sorprendido y fascinado. Entonces me pregunto: ¿cómo ha podido crear el mismo ser humano estas obras mientras realiza sacrificios?

—En su poemario, la personificación no se limita sólo al mundo indígena, también toca a la ciudad. En el fragmento 48 de Zócalo, por ejemplo, la llama “museo a cielo abierto”. ¿Qué hay de particular en la Ciudad de México que le dio esa impresión? ¿Le parece que parte de ese mundo indígena sigue presente en nuestra ciudad?

Es algo que me pasó. Ese verso lo escribí cuando salí del Museo de Antropología, que está lleno de maravillas. Empecé a caminar por las calles cercanas y luego por el mercado. La ciudad me pareció una extensión de lo que había visto en el museo. Tuve además el deseo de que todas las ciudades del mundo fueran como la Ciudad de México y hubiera un hilo que uniese las capitales con el mundo anterior. Sobre todo teniendo en cuenta que las maravillas que están en el museo han sobrevivido a la destrucción que ejerció el cristianismo.

—Al principio del poemario hay varios intentos por entender la lengua que se habla alrededor de la voz lírica pero esto le resulta muy difícil. En el cuarto fragmento usted escribe en el poema que sale a caminar junto a Jennifer Clement y comienza a comprender ¿Allí empezó su viaje interior? ¿Ve su figura como una guía?

Primero que nada, Jennifer en ningún momento ha sido una figura de guía; ella es una explosión de luz que iluminó todo México. Y es muy difícil explicar la huella que te deja una explosión de luz, como es el caso de Jennifer.

—En su juventud, tuvo una estrecha relación con el marxismo, incluso fue encarcelado por esto. ¿Qué significó encontrarse con la tumba de Trotsky en México?

Es verdad que tuve una relación estrecha con el marxismo pero no como una institución sino como las ideas de Karl Marx. Marx sigue siendo un hombre vivo en sus ideas creativas. Ver la tumba de Trotsky me iluminó para entender la diferencia entre revolución e institución y cómo hoy en día la revolución existe para servir a los regímenes.

—¿De qué manera ha cambiado su relación con las ideas marxistas desde su juventud en Siria a la etapa de madurez?

La idea central del pensamiento de Karl Marx, “cambiar el mundo”, sigue viva en mí y me sigue iluminando. Pero esto me hace pensar: el ser humano no puede cambiar el exterior si no es capaz de cambiar su interior.

—¿Sirve la poesía para cambiar nuestro interior?

Tanto el amor como la poesía son capaces de cambiarnos por dentro. Después seremos capaces de cambiar las relaciones entre palabra y objeto, entre objeto y cosas, y, por ende, cambiaremos el mundo.

—En la traducción de Zócalo se usa la palabra indio. Esto me llamó la atención porque en español existe la distinción entre indio e indígena. ¿En árabe existe la distinción entre estos dos vocablos?

Decir indígena en árabe suena muy mal en poesía. Yo me refería a los indígenas y esto se perdió en la traducción, pero la distinción existe en árabe.

—¿Cuáles son las voces más importantes de la poesía en árabe escrita por mujeres?

Existe una gran poesía en el mundo árabe escrita por mujeres y se me ocurren rápidamente tres nombres: Saniya Saleh, de Siria; Zulekha Abu Risha, de Jordania; y, aunque destaca más en la narrativa pero esta es una narrativa poética, Rayaá Alem, de Arabia Saudita.

ÁSS​

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