Almudena Grandes: rebeldía y grandeza de la naturaleza humana

In memoriam

El legado de la escritora española, quien murió el día de hoy, lleva a considerar que toda biografía contiene momentos de rotunda majestuosidad.

Almudena Grandes, autora de 'Episodios de una guerra interminable' (Héctor Téllez | MILENIO)
Carlos Rubio Rosell
Madrid /

El monumental proyecto en el que se enmarcó el trabajo novelístico de los últimos diez años de la escritora madrileña Almudena Grandes, fallecida hoy a la edad de 61 años, y que tituló de forma genérica Episodios de una guerra interminable, compuesto por cinco novelas publicadas y una inédita, era fundamentalmente político porque pretendía contar los primeros años de la dictadura de Francisco Franco desde el punto de vista de los perdedores; es decir, de aquellos que habían resistido contra la dictadura con toda clase de armas: primero la lucha armada, después la lucha política, luego la lucha diplomática y, finalmente, desde la clandestinidad sentimental y la represión, sobre todo de las mujeres respecto a su intimidad, un modelo de terror que la escritora calificaba de “total”.

La última vez que me encontré con ella, el mediodía del viernes 9 de marzo de 2020, para hablar de la que es hasta ahora su más reciente novela, La novia de Frankenstein, llegué a su casa en la calle Larra de Madrid y me recibió sonriente y amable. La pandemia del covid-19 comenzaba a azotar al mundo y sin embargo nos saludamos dándonos dos besos en las mejillas. “Yo sigo dando besos”, dijo con la firmeza y resolución que siempre la caracterizaron. Enseguida me ofreció un café y me invitó a pasar a su salón, donde conversamos poco más de una hora sobre el libro que acababa de publicar. Fumaba y hablaba con vehemencia y, así, ágil, profunda y, por momentos, tierna, respondió a todas las preguntas que le hice. Una semana más tarde, el mundo tuvo que confinarse y la vida, tal como hasta ese momento había sido, cambió.

También cambiaron las cosas para ella, ya que a finales de ese año me enteré de que padecía un cáncer, pero la discreción pedida por los amigos comunes hizo que apenas se hablara de ello, y su pareja, el poeta Luis García Montero, cuando se le preguntaba por ella, respondía con un sencillo “Está bien”, que dejaba traslucir cierta pesadumbre. No obstante, Almudena Grandes no dejó de escribir. De hecho, ya en esa última charla que sostuvimos me anunció la novela que cerraría los Episodios: se titularía, dijo, Mariano en el Bidasoa, y uno de sus temas centrales sería el origen de ETA y cómo vio la gente de izquierda a ese grupo terrorista.

Y es que para Almudena Grandes la política siempre fue una actitud y una actividad central que acompañó su vida. Ya desde su primera novela, Las edades de Lulú, el erotismo explícito que podía escandalizar a las mentes mojigatas de finales de los años ochenta sugería una nueva forma de asumir la sensualidad y el cuerpo de forma libre y sin cortapisas, al tiempo que ofrecía una escritura desinhibida y directa sobre el sexo y sus alrededores más oscuros y secretos.

Más tarde, su escritura se decantó por una indagación y observación de las sensibilidades femeninas sin dogmatismos ni feminismos radicales, con una inteligencia emocional que le granjeó miles de lectores con obras como Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles o El corazón helado, donde ya se avizoraba que volvería a la que fue, junto con la literatura, su otra gran pasión: la Historia y, en concreto, todo lo relacionado con la Guerra Civil española (1936-1939), periodo que le sirvió de telón de fondo a su gran proyecto final: los Episodios.

Almudena Grandes decía que en aquella época las cosas peligrosas o inmorales de aquella España de la guerra y la posguerra eran infinitas, y que el potente mensaje universal que extraía de todo ello y daba vigencia a sus relatos era que el fascismo es universal y utiliza siempre los mismos métodos, cargando contra las mismas personas, medrando de la misma manera y, sobre todo, ilustrando los riesgos a los que podemos enfrentarnos de dejarnos arrastrar por dictaduras como la franquista, donde existía una unión íntima entre una iglesia fanática y el Estado.

Por otro lado, sus novelas siempre recordarán que el machismo “no es un decálogo, sino una ideología odiosa que humilla a las mujeres”, algo que empeora las cosas si ese machismo es tolerado por el Estado, lo que sigue ocurriendo en nuestro entorno.

En última instancia, Almudena Grandes escribió sobre la rebeldía de mínimas biografías sometidas al miedo y la culpa, algo que quiso reflejar de forma explícita y profunda en los Episodios de una guerra interminable, siguiendo el modelo de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, un escritor que le había enseñado una forma de contar la Historia donde las vidas privadas de la gente pequeña sirven para contar la historia pública de las naciones. “He seguido el modelo de Galdós”, admitió Almudena Grandes en aquella última charla que sostuvimos, “contando la Historia desde el punto de vista de los perdedores de la guerra y, al mismo tiempo, de las personas más cargadas de esperanza, las más alegres y tenaces”.

De modo que la obra literaria de Almudena Grandes nos recordará siempre que, por mínimas que sean las biografías, toda vida humana contiene una grandeza indefectible. Ese es su legado.

​ÁSS

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