Ana Gabriela Fernández: “Cuando uno interpreta una obra, cuenta una historia”

Entrevista

La pianista cubana cerrará la edición 25 del Festival Internacional de Piano En Blanco & Negro 2022 en el Cenart, con un homenaje a Mario Lavista y luego debutará con la Orquesta Filarmónica de la UNAM

La pianista cubana Ana Gabriela Fernández. (Foto: Giamo Sebastián Oberón)
Ciudad de México /

Cuando Ana Gabriela Fernández se expresa, hay que escucharla; al piano, porque cuenta historias; al habla, porque sostiene que la música es una labor también intelectual de ideas, de palabras, de escritura.

Para ella, los intérpretes de cualquier instrumento deben difundir el trabajo de compositores contemporáneos y asegura que al colaborar con éstos, los músicos participan en la creación de las obras. No solo eso, está convencida de que las artes tienen relación intrínseca, por lo que la interacción con artistas visuales, escénicos, escritores, poetas, filósofos también es importante para los músicos.

“En México me acerqué a la poesía y descubrí a los grandes poetas latinoamericanos: José Gorostiza, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Ramón López Velarde, Rubén Darío… Y fue un descubrimiento muy bonito porque me di cuenta de la fuerte relación entre la música y la literatura. Cuando uno interpreta una obra está contando una historia, no la cuenta con palabras, sino con sonidos.

“Leer poesía te da imágenes que te ayudan a crear y a co-crear un mundo interpretativo y enfrentarte a obras como Gaspard de la Nuit, que son poemas de Aloysius Bertrand en la música de Maurice Ravel, y si tú no conoces los poemas ¿cómo vas a hacer música? La Sonata en sí menor de Franz Liszt está en el Fausto de Goethe, y si no conoces el Fausto de Goethe, ¿cómo vas a tocar la sonata?”, expone.


Para la pianista, hay una parte mecánica y práctica de la interpretación musical, pero también una intelectual muy fuerte que se nutre de los libros, el cine, exposiciones de artes plásticas, filosofía…

Cuadros de una exposición, de Mussorgsky, literalmente son cuadros hechos con música a partir de las pinturas de una muestra de Viktor Hartmann. Las principales piezas hechas para el piano y que marcaron un antes y un después en la interpretación dentro de la literatura pianística son obras que no solamente demandan un esfuerzo físico importante, sino uno intelectual muy fuerte, que se alimenta de buenas películas, libros, de filosofía, muchos filósofos escribieron sobre música y su impacto en ellos.

“Las películas de Andrei Tarkovsky tienen música increíble de la literatura pianística. Debussy aprendió mucho de los pintores impresionistas. Los grandes músicos se nutren de todo eso. Para que un intérprete sea completo tiene que conocer, profundizar en todas las manifestaciones artísticas, porque de todos podemos aprender y siempre estamos aprendiendo. Colaborar con escritores, por ejemplo”.


Argerich y Orbón, sus pilares

Hizo del piano su instrumento cuando de niña su madre le regaló una grabación de la argentina Martha Argerich, inspiración fundamental en su vida a quien tiempo después conoció; debutó a los seis años y para cuando cumplió la década se presentó como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.

“Para mí, lo más importante como intérprete es vivir la vida con curiosidad, pasión y entrega. Estas son para mí las tres palabras clave. Y ser lo más honesta posible a la hora de interpretar, de darle vida a estos sonidos que están escritos, eso es importante para mí a la hora de sentarme al piano a diario”.

Empezó a estudiar la obra de Julián Orbón, figura primordial de la composición musical en Cuba, y llegó a México para realizar una maestría y doctorado en interpretación musical en la UNAM con piezas del español, sobre quien ahora desarrolla un libro a partir de las investigaciones de sus tesis.

“Me propongo escribir un libro sobre el compositor Julián Orbón. Esta otra parte de no solamente tocar un instrumento sino también tener herramientas para saber escribir, investigar, dialogar, expresar con palabras, no solo a través de la música, ha sido fundamental en mí”, comenta en entrevista.

Fernández sostiene que Orbón fue un gran intelectual y político, aunque desde 1959 que dejó Cuba salió de los programas de estudio tras la revolución. Recuerda que fue amigo de muchos artistas e intelectuales como María Izquierdo o Carlos Chávez, “que lo quería como a un hijo”; que Mario Lavista le dedicó dossiers en la revista Pauta que dirigió, de que José Lezama Lima y Alejo Carpentier escribieron de él.

“A mí me interesa mucho visibilizar la música de Julián Orbón no solo con el instrumento, tocando sus obras y grabándolas, sino también difundir su pensamiento, todo lo que he investigado y sé de su música, para que futuros intérpretes y musicólogos puedan acceder a él y mirar con más transparencia la figura tan compleja que fue. Soy pianista, pero también tengo esa otra vertiente que es escribir artículos sobre mi objeto de estudio, escribir sobre este compositor tan importante y tan poco estudiado.


“Descubrí (en México) un área en la que me siento muy cómoda y de la que los músicos tienen que aprehender: acercarse a la literatura. Saber expresarse, entender, leer resumir un texto, palparlo en el papel, para tener un mejor desarrollo como músico y como intelectual”, comenta sobre su visión de que entre las artes hay relación intrínseca y, en especial, sobre sus tesis sobre el compositor Julián Orbón.


Ana Gabriela nació en La Habana en 1990 y reside en México desde 2013, tendrá en octubre y noviembre una de las etapas más satisfactorias de su carrera: el domingo 2 de octubre cerrará la edición 25 del Festival Internacional de Piano En Blanco & Negro 2022 en el Centro Nacional de las Artes, con un homenaje a Mario Lavista que incluye el estreno en México del integral de los Doce Estudios para piano de Claude Debussy; y el sábado 26 y domingo 27 de noviembre debuta con la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM), para estrenar en la sala Nezahualcóyotl el concierto para piano de Gabriela Ortiz, Fractalis.

Se trata de su segunda participación en el festival, la primera fue en septiembre de 2019 con un programa de obras de Chopin, Joaquín Gutiérrez Heras y, en especial, Simurg, una de las obras más importantes de Mario Lavista, quien asistió a la presentación en el auditorio Blas Galindo del Cenart.

“Lamentablemente, no iba a imaginar que ahora estaré haciendo un homenaje a Mario Lavista, que desafortunadamente murió el 4 de noviembre de 2021. Voy a tocar otra vez Simurg, Mujer pintando en un cuarto azul, los Cinco preludios de Eduardo Mata, pero también le rendiré homenaje con uno de sus compositores favoritos, una de sus máximas inspiraciones, Claude Debussy; decidí hacerlo con la integral y estreno en México de los Doce Estudios para piano, es la primera vez que se hace en el país, y a escala mundial pocos pianistas hacen la integral completa y hay pocas grabaciones”, expone.

Fernández subraya que la estética de Lavista, la textura de sus piezas, su elegancia, viene de la estética francesa de composición, y destaca que cuando estudió Simurg y vio los tres pentagramas le recordó cuando descifraba el Gaspard de la Nuit, de Maurice Ravel. Además, subraya la relación que tiene la pieza de Lavista con Jorge Luis Borges y el “maravilloso viaje identitario” de El acercamiento a Almotásim, en la que se basa, que tiene que ver mucho con su vida personal como cubana e inmigrante.

Dice estar muy feliz y conmovida por rendir homenaje a Lavista con su compositor favorito, Debussy.

“Decidí hacer la integral de los Estudios no solo porque no se ha presentado en México, sino porque son obras de la última etapa de Debussy muy extrañas, complejas, oscuras, que cuando las escuchamos no las relacionamos con sus preludios, sus imágenes, sus obras orquestales. Además, quería hacerlo por esta sincronicidad, estos puntos de conexión de Lavista con la música francesa. Y también, desde el punto de vista interpretativo, desde el punto de vista estético y espiritual. Muchas veces no se habla de la espiritualidad en la música, en los mundos de Debussy y Ravel hay una gran espiritualidad”.

“Debussy dedicó sus Estudios a Chopin quien marcó un antes y un después en el desarrollo del género. Con la música de Debussy, más que enfrentarte a las dificultades técnicas claramente reflejadas en las obras, tienes que enfrentar a las dificultades técnicas interpretativas. Para mí es música de color y de texturas, como intérprete uno tiene que ir descubriendo esas texturas, esos colores. La lógica en Debussy es muy particular, tiene unas indicaciones muy particulares, que implican además un esfuerzo y un estudio diario de la partitura no solo a la hora de sentarte a tocar y practicar, sino también a la hora de entender la obra y de hacerla tuya”, expone la pianista que durante 2019 y 2022 fue seleccionada para el taller Belgais Center for Music con María Joao Pires, en su casa de Castello Branco, Portugal.

“Desde niña pienso, como intérprete de los siglos XX y XXI, que es muy importante que los intérpretes de cualquier instrumento dediquen una parte de su quehacer artístico a la divulgación de la música contemporánea, mexicana, latinoamericana o mundial. Es algo fundamental para nosotros los intérpretes, darle voz a esos compositores que están formándose y no tienen plataformas. Lavista es uno de los grandes compositores del país, el azar me llevó a poder trabajar con él, para mí la colaboración entre intérprete y compositor es muy bonita porque, además, uno está co-creando la obra.

“Es muy diferente cuando interpretamos a Beethoven, Ravel, compositores que no vivieron en nuestro tiempo; la percepción cambia completamente, han sido interpretados una y otra vez por diferentes músicos, entonces el oído se ha acostumbrado a escuchar diferentes versiones de una misma obra. Cuando uno colabora con un compositor vivo contemporáneo, uno está co-creando la obra, estamos trabajando juntos, eso sí es un trabajo de colaboración. Podemos intercambiar cuestiones estéticas, interpretativas. Muchas veces los compositores, incluso los más consagrados, tienen dudas a la hora de escribir un pasaje, y es muy bonita esa energía que se crea entre el compositor e intérprete”.

Estrena en noviembre un concierto para piano de Gabriela Ortiz, la obra más difícil que a su juicio ésta ha compuesto para el instrumento y que es el concierto más importante desde el de Carlos Chávez.

“Es un concierto muy complejo, muy largo, que conlleva mucha demanda al intérprete, mucha fuerza. La música de Gabriela, independiente de que fue alumna de Mario Lavista, tiene un lenguaje muy propio, muy diferente al de Mario, por supuesto, es muy rítmico, con mucha fuerza, con mucha energía. Este concierto para piano y orquesta se llama Fractalis y lo escribió en plena pandemia durante 2020. Me llegó la partitura en julio del año pasado y decidí aprendérmela y llevársela para que me escuchara. Fui a su casa en agosto y trabajamos muchísimo. Es un concierto que lleva conmigo más de un año, es un concierto que ya es parte de mí, que está en cada célula de mi cuerpo”, señala la pianista cubana.

Ve en el concierto de Gabriela Ortiz mucho de Béla Bartók, Igor Stravinsky y Olivier Messiaen.

“El trabajo con la textura, y cómo el piano, independientemente de ser una fuerza motor importante, porque es un concierto concertante y muy virtuoso para el instrumento, también es muy virtuoso en buscar estas texturas y coloraturas que también tiene mucho que ver con la obra de Debussy”.

Desmenuza la obra de 24 minutos que interpretará en su debut con la Ofunam en la sala Nezahualcóyotl, bajo la batuta de Ronald Zollman: el primer movimiento está dividido en I. Ríos celestes, II. Mantra y III. Cristales de sal; el segundo, en IV. Mandala y V. Cactus delirium.

“Hay una relación muy clara entre la obra de Ortiz y la naturaleza. Cuando ella hace toda una descripción al principio del concierto y dice cómo es que podemos entender la naturaleza desde diferentes enfoques, esta vista fragmentaria de la naturaleza, del ser humano es lo que se estaba viviendo en ese momento con la pandemia. Hubo un cambio radical de la primera idea que ella tenía del concierto y luego cómo quedó Fractalis”, explica sobre su primera colaboración con “su tocaya”.

“La nota sol funge como repetición, y al mismo tiempo como conexión entre movimientos; y entre movimientos y dentro de las secciones vamos a ver una sección muy de textura contemplativa, muy de colores con la orquesta, mucho diálogo con los instrumentos de aliento y, sobre todo, de percusión. El piano tiene una fuerza muy importante en Cristales de sal y en Cactos delirium, es importante para uno como pianista tener la consistencia y la fuerza de estar siempre en el ritmo, esa es una de las cosas más complejas, porque además en la escena pasan muchas cosas todo el tiempo, y uno tiene que tener la convicción y la certeza como intérprete de que estás llevando un ritmo estable todo el tiempo”.

Agrega que Fractalis abunda en acentos sincopados y ritmos latinoamericanos, pero destaca la poesía.

“Hay esa otra parte de la que no se habla sobre la obra de Gabriela, que es esta búsqueda de esta poética del sonido, y que está muy presente al menos en algunas partes del concierto. Me gustaría mucho que las personas, cuando escuchen el concierto, vean también esa parte, no solamente la parte rítmica a la que muchas veces aluden musicólogos o críticos. Esta también esa poética del sonido, la poética de la textura, del color, de la experimentación de la gran gama de colores que tiene el piano como instrumento. El piano es una gran orquesta, y los intérpretes tenemos que imitar estas coloraturas y con nuestra paleta de colores como interpretes simular diferentes instrumentos de la orquesta”.

Como en el caso de Lavista, Fernández destaca su conexión con la obra de Ortiz en el plano de preocupación personal por la identidad, la migración y el exilio, además de que, como ella, la compositora relaciona todas las artes y colabora con escritores, artistas visuales, directores escénicos.

Fernández, por ejemplo, ha colaborado con los ensembles Tambuco y el cuarteto Ónix, pero también con artistas visuales como Aldo Chaparro, en un performance inspirado en la silla de Glenn Gould, en el que ella y Alejandro Rosso interpretaban una sonata de Beethoven para entender la conexión del mueble con el artista canadiense, quien nunca se separó de su silla y la llevaba a tocar por todas partes.

“Poder colaborar y desarrollar su trabajo con otras manifestaciones artísticas es lo que también da la visibilidad a toda esta gama de aspectos que un compositor debe tener, no solamente hacia la música, sino hacia el arte en general. A mí me gusta mucho como intérprete y me gustaría que esto quedara claro, que mientras más uno vive, más uno puede expresar a través del arte. Un ejemplo: no es igual cuando tocas una obra a los 24 años que a los 32. Ha cambiado mi manera de interpretar la música y eso es lo más bello del mundo, hay que disfrutar el proceso, que es muy complejo, pero de creación también. Los intérpretes tenemos etapas de creación, no solo los compositores”, expone Fernández.


ÁSS​

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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