Anne Carson: en defensa de la antigüedad clásica

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La poeta canadiense ejerce en su obra una defensa vital de los clásicos y muestra la necesidad de retomarlos, aferrarse a la memoria, mirar hacia atrás.

La poeta, ensayista y traductora Anne Carson. (Foto: Lars Pehrson)
Jeannette L. Clariond
Ciudad de México /

Cicerón se refiere a la gracia como luz que el poeta arroja sobre las cosas en la oscuridad del mundo. De Anne Carson puede decirse que preserva el rocío de la antigüedad clásica, don que esparce sobre la blancura de la nada y de un vacío que en ella es plenitud. Allí la voz de la poeta brilla con intensidad. Su bagaje grecolatino se hace presente en su poesía, ensayo y teatro bajo formas frescas, vivas, actuales. Para ella, “La labor del poeta consiste en purificar las palabras y rescatar lo purificado”. Carson se distingue por tal virtud: centra su atención en el objeto, observa, anota, contrasta. Confiere presencia a lo no visible. Aquí sus palabras: “Empecé a anotar cada cosa dicha. Las observaciones construyen gradualmente un instante de la naturaleza, sin el tedio de una historia”.*

Cicerón se refiere a la gracia como luz que el poeta arroja sobre las cosas en la oscuridad del mundo. De Anne Carson puede decirse que preserva el rocío de la antigüedad clásica, don que esparce sobre la blancura de la nada y de un vacío que en ella es plenitud. Allí la voz de la poeta brilla con intensidad. Su bagaje grecolatino se hace presente en su poesía, ensayo y teatro bajo formas frescas, vivas, actuales. Para ella, “La labor del poeta consiste en purificar las palabras y rescatar lo purificado”. Carson se distingue por tal virtud: centra su atención en el objeto, observa, anota, contrasta. Confiere presencia a lo no visible. Aquí sus palabras: “Empecé a anotar cada cosa dicha. Las observaciones construyen gradualmente un instante de la naturaleza, sin el tedio de una historia”.(1)

Hacer visible lo invisible es tarea del poeta. Análoga a la técnica del grabado, el poeta devela lo oculto. Los trazos impresos en la matriz legitiman la lengua madre. En el caso de la poeta, la madre, metafórica y real, es guía en sus decididas lucubraciones sobre la lengua. No es extraño que en Economía de lo que no se pierde Paul Celan sea cirio en su inspiración. Restaurar la historia a partir de la lengua es tarea del poeta rumano a quien Carson traduce con generosa intuición. La Gracia de la que habla Cicerón es la misma que nuestra poeta arroja sobre el acto de traducir. Baña de rocío vivo cada palabra, pasión o emoción, se trate de Celan, Catulo, Safo, Eurípides… internada en esa oscuridad buscando el interruptor de luz. Para Celan, por otra parte, en la técnica del grabado, el ácido muerde la plancha entre partículas de resina: “MORDIDA por la causticidad/ del viento radiante de tu lengua”. Michael Hamburger, en su texto introductorio a las traducciones de Celan vertidas al inglés, apunta que es la lengua alemana, la lengua asesina de su madre, dirá el propio poeta, la que utiliza para rehacer la historia. No acude al rumano, lengua madre, sino a la de quienes dan muerte a su progenitora. Trabaja junto a la artista gráfica Gisèle Lestrange, con quien compartió su vida y de quien obtuvo la posibilidad de “morder” en los negativos del grabado la irradiación de la lengua.(2) Carson y Celan, seguidores de Hölderlin, extraen de la lengua misma lo puro originado. Celan, a su vez, purifica —a través de la malla— su habla para dejar solo lo que pueda re-originar y re-fundar su ser. Aquí la originalidad de ambos.

Es en el diálogo platónico Ion que se le niega al poeta un posible conocimiento de lo general que se alcanza mediante la techné, razón por la cual al poeta le es dado hablar a través de la inspiración divina. Su alma, se dice, está más próxima a los dioses, al entusiasmo. El torrente divino, éntheos, lo ata a esa fuerza llamada Gracia. La narración mítica ha situado al poeta como ordenador del cosmos. Nota sobre el método, que abre el libro, lo atestigua. Carson ordena la habitación pues “una vez limpia, la habitación se escribe sola”. Este es su criterio en la elección del tema a tratar en los múltiples libros que reúne su obra.

Economía de lo que no se pierde contrasta a Simónides de Ceos con Paul Celan, dos astros en el firmamento, poetas distantes en el tiempo, más cercanos en su visión. Discierne su cercanía —espiritual, poética, económica—, sus semejanzas. ¿Cómo registra tal relación? Ambos poetas extraen de lo purificado una verdad que Carson piensa e interpreta. Simónides se libra de la muerte al levantarse para atender el llamado a la puerta; desde el umbral ve desplomarse el techo sobre la mesa de los comensales. Celan, por otra parte, regresa a su casa luego de un breve viaje tan solo para hallarla vacía. No volverá a ver a sus padres. Han sido deportados.

Enfrentarse a un lugar vacío en donde había gente la última vez que se ha estado allí puede hacer pensar muy concretamente en la negación, señala Carson. Si Simónides nos sitúa ante la posibilidad de restituir lo ausente, Celan recupera su falta a través de la negación. Es como grabar en negro lo negro, y conseguir que emerja la luz.

La poeta canadiense Anne Carson. (Archivo)

A partir de la conmoción por lo que ya no está, Carson reflexiona sobre Celan y los procedimientos del Sí y el No. “Habla/ pero no separes el No del Sí” alude a una presencia y a una ausencia, a lo visible y lo invisible, que subsume Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son”. Simónides habría considerado tal afirmación como impía. No obstante, su propia colección de epinicios descansa en el hecho de que toma la medida del hombre. Qué accidente más feliz el que estos dos evaluadores converjan en un diálogo platónico cuyo punto de vista filosófico es, a decir de Sócrates, “una forma de medición que salva la vida”. La historia sería algo muy extraño si no contuviera accidentes, nos recuerda Marx. La historia de Simónides y su apelar a la memoria luego de abatido el techo nos habla del tiempo que persiste en la figura de los Dioscuros, divinidades que comparten la inmortalidad para evitar el precio de la muerte. El poeta rescata del olvido (y en cierto modo de la muerte) a Escopas y sus invitados, y su rescate permite ver lo que se había ido.

Simónides aconseja “jugar el juego de la vida y ser ciento por ciento serios acerca de nada”. Carson escribe: ser cien por ciento serios acerca de nada, acerca de la ausencia, acerca del vacío que es plenitud y destino. Esta es la consigna del poeta: puede sentarse a la mesa con otros convidados, pero es durante el banquete que la falta se le manifiesta, algo que no parece ocurrir al resto de los asistentes. La percepción del vacío es en sí misma un acto poético.

La autora retoma la nada de la antigüedad y la cierne en las voces de Shakespeare, Heidegger, Hölderlin, Celan, Buber, navegando un océano sin barcos, tal y como cierra el primer poema de su libro Decreación: “Navegamos, madre, en un océano sin barcas./ Piedad por nosotras, piedad por el océano, navegamos”. (3) ¿Se dirige a su madre o a la lengua?, me preguntaba al acercarme a la hondura de su creación. ¿Dialoga con Plutarco al citar a Pompeyo: Navigare neccese est, vivere non necesse est? (4) La vida para Carson es navegación, y lo hace mirando hacia atrás. Su libro Plainwater (1995) contiene un fragmento citado por Harold Bloom en su estudio sobre la autora: “Mi madre nos prohibió mirar hacia atrás. Así caminan los muertos, decía. […] Después de todo, los muertos no caminan hacia atrás, sino detrás de nosotros”.(5)

Aquí la poeta ejerce en plenitud su defensa de los clásicos. Nos muestra la necesidad de retomarlos, aferrarse a la memoria, mirar hacia atrás. La buena literatura es diálogo con los muertos, intento de conciliación, rescate: hacer visible lo invisible.

En sus últimos años, Octavio Paz sugirió el regreso a la palabra piedad. Con origen en el vocablo latino piĕtas, la piedad deriva en caridad, misericordia, devoción. En Celan, este camino aparece como recurso de su propia religiosidad:

Luz de ginesta, amarilla, las laderas


supuran contra el cielo, la espina


corteja a la herida, tañen


adentro, es el ocaso, la nada


va enrollando sus mares hacia la devoción,


la vela de sangre navega hacia ti.

Carson retoma el tema griego de la piedad en el sentido de compasión o bondad. Retorna a la raíz de la palabra, pero también a la superficie. Es por la superficie que Simónides resuelve la extensión de sus odas, y es por la superficie del lenguaje que Celan le otorga un nuevo sentido a la historia. El análisis de Carson compromete nuestro conocimiento en un intercambio de gracias o dones (xenia), en donde lo bello, y aquello que la belleza encierra, no pueden mezclarse con lo malo. La amistad sólo ha de intercambiarse por amistad, el amor por amor, los dones por dones. Por la palabra el deseo adquiere su decreto de realidad. De intercambiarse por dinero, estas se transformarían en objetos de intercambio mercantil.

Con Heidegger y Hölderlin, el poeta rumano recorre su devoción meditando en el vecino, el prójimo: poetizar y pensar precisan uno del otro. La literatura no es sólo viaje. Es navegación de altura. Ir hacia donde la imaginación dicta. Y la imaginación suele ir hacia la falta. “Eros se mueve”, dice Carson en Eros the Bittersweet (1992), otro de sus poemarios, evocando el Fedro de Platón: “Por el testimonio de amantes como Sócrates o Safo podemos vislumbrar cómo sería vivir en una ciudad sin deseo. Tanto el filósofo como la poeta describen a Eros en imágenes aladas y metáforas de vuelo, ya que el deseo es el movimiento que traslada, de aquí para allá, a los anhelantes corazones”. (6)

Publio Terencio dijo: “Hombre soy; nada humano me es ajeno”. Esta idea recogida por Cicerón habla de abrirse al prójimo y a la divinidad que tan bien entendió Hölderlin: “Oh, dejad que ella luego rompa el vaso, para que no sirva en otro uso, y lo divino se convierta en cosa humana”. La humanidad en Carson consiste en dar cuerpo y palabra a las voces que la precedieron. Une pasado y presente a través de un viaje en una barca sin vela. Atraviesa el piélago en hitos de imaginación, intuición, ingenio. En su refinada travesía se detiene sobre la superficie de un tiempo que analiza e interpreta a la luz de nuevas lecturas que luego vierte en sorprendentes lenguajes. La primera parte de Decreación lleva por título “Paradas” (“Stops”). Su método es sin duda el detenimiento, esmero que pone en limpiar la habitación. Purificar la lengua ha sido su tarea; economizar el lenguaje, su vocación, su vida. Me detengo un momento para evocar a una de las grandes figuras de la Generación del 27 que más pensó sobre el deseo, lo divino y la realidad: Luis Cernuda: “Porque la lengua del poeta no solo es materia de su trabajo, sino condición misma de su existencia”. Sobre el poeta español que pasó sus últimos años en México, Octavio Paz escribe: “Con cierta pereza se tiende a ver en los poemas de Cernuda meras variaciones de un viejo lugar común: la realidad acaba por destruir al deseo, nuestra vida es una continua oscilación entre privación y saciedad. A mí me parece que, además, dicen otra cosa, más cierta y terrible: si el deseo es real, la realidad es irreal. El deseo vuelve real lo imaginario, irreal la realidad”.

El fondo en Carson es volver real el imaginario por medio del deseo. Expresa su experiencia con la lengua en Plainwater: “El lenguaje es lo que mitiga el dolor de vivir con los otros, el lenguaje es lo que hace que las heridas se abran de nuevo”. (7)

Empecé a traducir en 2001 algunos de sus poemas recogidos en La escuela de Wallace Stevens. Un perfil de la poesía estadunidense contemporánea. Bloom (8) se lamentaba de no vivir lo suficiente para ver en plenitud a la poeta cuya voz era un volcán enteramente activo. Reproduzco un fragmento citado por él: “Temprano una mañana se habían ido las palabras. Antes, no eran palabras, eran hechos, eran rostros. En una buena historia, lo que sucede es impulsado por algo más. […] Las observaciones construyen gradualmente un instante de la naturaleza, sin el tedio de una historia. Subrayo esto. Haría cualquier cosa para evitar el aburrimiento. Es el proyecto de una vida”. (9)

Anne Carson es un alma serena camino al habla. Va hacia el tú. Nos recuerda que el espíritu no está en el yo, tampoco en el tú. El espíritu está en el espacio entre tú y yo (Celan visita a Buber y de su encuentro aprende que “El espíritu no está en el Yo sino entre el Yo y el Tú”). En Ensayo de cristal habla con Dickinson: “Muy difíciles de entender los mensajes/ entre el Tú y Emily”. Más adelante agrega: “Ella ha invertido los roles entre tú y Tú/ no como demostración de poder/ sino para forzar desde sí misma algo de piedad”. La agraciada poeta nos ha entregado un ensayo sobre la gracia, ella misma luz que arroja sobre nuestra oscuridad y nos lanza a un pozo de reflexión sobre las relaciones de poder, dinero, canjes, campo fértil para la objetivación de lo humano. Bien señala en el inicio: “Hay mucho de mí en mi escritura”. Es lo que deseamos leer. Ese yo que habla al tú, que nos mueve y remueve nuestra tierra seca.

Economía de lo que no se pierde es una ofrenda, un repaso a los modos de intercambio de esa antigüedad desde la que nos habla para abrirnos a la muerte, a lo que intercambiamos cuando su hora llega. La he leído los últimos veinte años y con ella he caminado hacia atrás. Más pasos doy hacia el pasado, más escucho latir su herida. Lenguaje, sinceridad, despojo, visión, confluyen en un río de lava y dolor, ironía y una credibilidad cuya corriente fluye al océano en el que camina hacia ella misma, hacia el origen de una singular por vigorosa imaginación.

Anne Carson arde como flama. Sin extinguirse, su raíz arraiga en piedras, memoria, pátina, cine, ópera, asociaciones que recoge en una emoción rememorada en la tranquilidad, para decirlo con Wordsworth. Si te acercas sentirás el oleaje, la espuma en tus cabellos, el aire de la lira. Verás velas venidas de otro mar, naves luminosas que te salvan, lienzos cuyos colores no habías antes invocado.

Notas

1. Anne Carson, en Harold Bloom, La escuela de Wallace Stevens. Un perfil de la poesía estadunidense contemporánea, Vaso Roto Ediciones, Madrid, 2011, p. 681.


2. Cf. M. Hamburger, Poems of Paul Celan, Anvil Press Poetry Ltd., tercera edición, 2007.

3. Anne Carson, Decreación, Vaso Roto Ediciones, España-México, 2014, p. 17.

4. Plutarco, Vidas paralelas, “Vida de Pompeyo”, L (50, 2). 

5. Harold Bloom, op. cit. p. 680.

6. Ibidem., p. 680.

7. Ibid, p. 689.

8. Harold Bloom, op. cit. p. 682.

9. Ibidem.

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