Antonio Lazcano: “Abandonemos la visión municipal de la ciencia”

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Una conversación sobre el aura intelectual de la biología, la bioética, y los riesgos de arrinconar a la investigación.

Antonio Lazcano es autor de 'El origen de la vida: evolución química y evolución biológica '. (Foto: Guadalupe Alonso Coratella)
Guadalupe Alonso Coratella
Ciudad de México /

Al fondo de un corredor extenso flanqueado por numerosas puertas pintadas de azul metálico, en las que cuelgan letreros como “Herpetología” o “Mastozoología”, descubro la entrada al “Origen de la vida”, el laboratorio, en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde Antonio Lazcano realiza sus investigaciones. Es doctor en Biología y entre sus publicaciones destaca El origen de la vida: evolución química y evolución biológica (1983), con más de 650 mil ejemplares vendidos. Su contribución a los estudios sobre el origen de los sistemas celulares basados en el ADN ha sido fundamental para comprender la evolución de la vida en nuestro planeta.

Este hombre de ciencia, reconocido a nivel mundial, es un apasionado de la plástica, la música, la literatura y la filosofía, disciplinas que se insertan de manera natural en su imaginario científico. Ejemplo de ello es la revelación que tuvo cuando descubrió que los seres vivos dependíamos esencialmente de un ácido nucleico, el RNA, mucho antes de que surgieran las proteínas y el DNA. Quién habría imaginado que fue el cuadro de un artista ruso lo que le dio la clave.

“La idea —dice— surgió de observar a la distancia el cartel de una exposición de Kandinski en una estación de ferrocarriles, en Londres. Al mirarlo, dije: claro, así como él está separando las piezas, así tengo que separar el proceso de transcripción y replicación del material genético. Esto pasa mucho; por ejemplo, en los ejercicios que hacen los físicos con los quarks y tiene que ver con las metáforas, un juego de abstracción a menudo poético que el científico aprovecha para describir un fenómeno natural. Recuerdo una frase de Lise Meitne, quien estudiaba el fenómeno de la radioactividad. En cierta ocasión, al asomarse por el microscopio, dijo: ‘Estoy viendo un mar de electrones en donde las olas viajan con una intensidad extraordinaria’. La poesía y la música permean muchas áreas de la ciencia. En El mercader de Venecia, de Shakespeare, Jessica, la hija de Shylock, está en el jardín. El galán se la está ligando y ella le dice: ‘¿No oyes la música de las esferas?, fíjate en las estrellas’. Ahí está la combinación de astronomía y música. Para mí no hay contradicción entre lo metafórico, lo estético, y la realidad científica”.

Ante las preguntas qué es la vida y dónde se origina, hoy tenemos parámetros fieles, referentes aportados por disciplinas como la biología o la astronomía, pero también la filosofía y la poesía: somos polvo de estrellas. “Kant fue el primero en proponer que el sistema solar se forma de la condensación de una nube de material interestelar”, explica Lazcano. “La visión que tenemos de la vida gracias a la biología molecular, al microscopio electrónico, es muy distinta a la de hace 200 años. La vida está formada por células y citoplasmas, tiene metabolismo, tiene material genético, pero son condiciones que se definen en función del momento histórico. El gran atractivo intelectual, social, de la biología es que hoy el problema de qué es la vida impacta otras áreas de la realidad”.

Entramos al terreno de la bioética, de temas que conciernen a la vida humana, entre otros, dónde comienza y dónde termina. Para Lazcano, lo que definimos como individuo es, en realidad, el cerebro y sus manifestaciones. “Hasta que no tenga un cerebro o actividad nerviosa, el embrión formalmente no es una persona. Es importante entender que la vida es un proceso. Comienza con óvulos y espermatozoides que están vivos y podemos mantenerlos vivos mucho tiempo sin problema, pero una vez que se da la fecundación esa entidad se sigue desarrollando, está viva, pero no es una persona sino una entidad biológica. Es una persona cuando aparece actividad nerviosa, por ahí de las doce semanas, en promedio. Por otro lado, cuando hay muerte cerebral, el individuo deja de existir socialmente, aun si sus órganos siguen vivos. Creo que es perfectamente legítimo que la gente, con toda la regulación para proteger los derechos humanos, pueda optar por la eutanasia. Soy dueño de mi vida, mi vida no le pertenece a ninguna religión o sistema legal”.

Lazcano advierte que los retos y temas que requieren de mayor atención en el campo de la bioética se ubican en la investigación en biología molecular, en biología celular. “Ante la capacidad tan extraordinaria de manipulación de la información genética, es necesario promover, difundir ese conocimiento, de modo que las decisiones no queden en manos de compañías o consorcios comerciales dedicados a la tecnología molecular, sino que la sociedad y sus representantes, los legisladores, sepan a qué se enfrentan”.

Estos temas, entre otros, han ganado terreno gracias a la laicidad. Hoy en día, ¿se mantienen las bases de un Estado laico? “No, al contrario”, responde enfático. “Vivimos una situación muy compleja porque en un país cuya cultura es católica en su mayoría la Iglesia ha perdido autoridad moral debido a los conflictos internos: el abuso contra menores, la asociación de algunos sacerdotes con dictaduras militares, etcétera. Está, además, el ingreso de muchas iglesias evangélicas, que no son iguales a los protestantes, los anglicanos o los presbiterianos que tienen una tradición intelectual y filosófica muy rica. En este ambiente, vemos que surgen nuevas religiones, a veces muy raras, como la Santa Muerte, y cosas así. Por otro lado, vemos el modo en que el presidente de la República sazona cada vez más sus homilías cotidianas con referencias religiosas. Se atrevieron a utilizar un podio político como el de Tijuana para convertirlo en un púlpito de predicación. Hay personas que han hecho una labor meritoria en favor de los migrantes, como el cura Solalinde, pero preocupa la influencia tan fuerte que ejerce en el gobierno. Hay una erosión cotidiana del espíritu laico que es el único que puede permear una sociedad para que sea auténticamente democrática. Y esto afecta la enseñanza de la ciencia, nuestra perspectiva ante problemas como la eutanasia, el aborto, el futuro de la educación”.

Lazcano considera que uno de los atractivos en la campaña de Andrés Manuel López Obrador fue su empeño en denunciar la corrupción, acabar con la violencia, apoyar la educación, la investigación, la tecnología. “Es exactamente lo que no estamos viendo. Una ciencia sana no puede desarrollarse con recortes que hacen tabula rasa de tradiciones científicas, de grupos de investigación, de instituciones sólidas. Es un riesgo muy fuerte. Además, la idea de austeridad amenaza con destruir centros de investigación muy importantes. No creo que sea una exageración decir que si cancelas estas opciones académicas y de investigación científica, en humanidades, en artes, lo que haces es condenar el futuro de millones de niños y jóvenes que van a vivir en un mundo nacional encerrado en sí mismo. No están viendo las posibilidades del aparato científico como un elemento esencial del desarrollo social. El apoyo a las necesidades de los mexicanos más desprotegidos y la inversión en ciencia, cultura, artes, no deben contraponerse. La cultura se ha enriquecido siempre de la interacción ente individuos y grupos. No se puede tener una visión municipal de la ciencia, el mundo va más allá de las fronteras de Macuspana y el presidente, al no tener cerca a personas del ámbito académico y científico, ha apoyado medidas muy restrictivas”.

Limitar el diálogo entre académicos e investigadores más allá de fronteras geográficas y culturales, disminuir los apoyos y establecer límites para viajar, podría impulsar la fuga de cerebros. Lazcano recuerda la crisis de los años ochenta, cuando mucha gente se fue y decidió no regresar. Fue entonces cuando se creó el Sistema Nacional de Investigadores que, junto con el Sistema Nacional de Creadores, ayudaron a desarrollar la ciencia y la cultura. “Los presupuestos para el crecimiento y desarrollo de las universidades y los centros de investigación de los gobiernos anteriores, PRI y PAN, han sido exiguos”, apunta. “En 2017, con la inflación, hubo un recorte considerable que afectó al Conacyt y a la Conabio. De nuevo salieron los científicos, jóvenes con doctorados y postdoctorados que no volvieron. Cuando se dan estas crisis, vemos brechas generacionales muy claras en la ciencia mexicana. El problema es que la ciencia es como el conde Drácula: siempre anda buscando sangre nueva. Los laboratorios más activos, los grupos de investigación más productivos son aquellos donde hay jóvenes. Con ellos llegan ideas nuevas, métodos y enfoques novedosos; te obligan a pensar de manera distinta, y así la ciencia se reanima”.

Eso está en riesgo. De acuerdo con Lazcano, México cuenta con una de las mejores redes a nivel mundial, capaz de competir con cualquier país. La Conabio tiene redes sismológicas, estudia los océanos, el vulcanismo, monitorea la contaminación atmosférica, analiza las epidemias.

Hace 50 años, había entre 2 mil y 5 mil científicos mexicanos en el extranjero; ahora son 30 mil. “La ciencia no puede ser endogámica. Por su naturaleza, tiene que ser necesariamente abierta”. Apasionado y estudioso de Darwin, Antonio Lazcano ha planteado que la vida en nuestro planeta no es producto de la casualidad, ni de un acto de creación divina, sino de la evolución. “Hace un par de años, me invitaron unos amigos curas a darles una charla y un muchacho me preguntó: ‘¿Y usted no ve en el cielo a Dios?’. Le dije: la imagen de Dios del Nuevo Testamento me la encuentro en la buena samaritana, en la gente que da de comer a los migrantes o en las monjas cuando tratan a enfermos que nadie quiere cuidar. Distingo el misticismo de la religiosidad, eso lo tengo muy claro. San Juan de la Cruz me parece un poeta extraordinario, pero lo leo con ojos estéticos, no con una mirada religiosa. Fui educado en el catolicismo. Entiendo y aprecio mucho, por ejemplo, a Johann Sebastian Bach. Cuando oyes La Pasión según San Mateo es inevitable que te conmueva y sé que atrás de eso hay un contexto religioso, pero no me perturba. Un amigo y colega dominico, fray Gerardo Guerra, me visitó cuando sufrí una peritonitis grave. Con un amor extraordinario, me preguntó si podía darme una bendición para que me fuera bien en la cirugía. Por supuesto, le dije. Para mí fue un acto de amistad profundo. Eso no me hace menos agnóstico ni más ateo ni menos religioso. Y cuando miro al cielo, lo hago con una mezcla muy clara de deslumbramiento estético y pregunta científica. No puedo separarlos”.

ÁSS​

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