En Imaginar el proletariado (Grano de Sal/ SME, México, 2019), el profesor estadunidense John Lear estudia cómo fue representado el trabajador urbano de 1908 a 1940, es decir, de finales del porfirismo al término del periodo presidencial de Lázaro Cárdenas. Las diferencias en cuanto al modo en que fue plasmado dependen del sector que las impulsó: el gobierno o los artistas contestatarios.
Entre los artistas gráficos a los que Lear se acercó se cuentan Saturnino Herrán, José Guadalupe Posada, Roberto Montenegro, Jean Charlot, Diego Rivera, José Clemente Orozco y Leopoldo Méndez. En esta plática, el investigador precisa puntos de su trabajo.
- Te recomendamos Visibilizar al chicuarote Laberinto
—¿Por qué utilizaste la palabra “proletariado” y no “obrero” en el título? “Proletariado”, como sabes, es una palabra más ligada al comunismo.
Tiene que ver con mi editor del libro en inglés; yo tenía un título muy prosaico, Representando obreros, y él decía: “¿Por qué no Picturing Proletariat?”, que suena más bonito. Funciona porque existía un gran movimiento proletario en México.
—El periodo que manejas va de finales del porfirismo hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas. Lo que siguió ¿ya no te interesó?
Tenía interés, pero había que parar en algún momento. También creo que hay cierto ciclo que es propio de la Revolución. Los historiadores han visto un movimiento de efervescencia social, que llega a su cúspide en el sexenio de Cárdenas; luego pasa a una fase más institucionalizada. Hasta cierto punto tenía una lógica terminar ahí.
—En México, el inicio de la Revolución Industrial se da con Porfirio Díaz y el obrero comienza a construir su imagen. Los pintores y los grabadores —Saturnino Herrán y José Guadalupe Posada— ayudan a definirla.
La ironía es que, después de Cárdenas, en los años cuarenta, la imagen del obrero queda definida cuando el gobierno lo subordina. ¿Cuándo podemos hablar de un proletariado en México? Yo diría que en los días del “Milagro mexicano”, en los años cincuenta y sesenta, cuando México ya era un país industrializado.
—Desde el principio, con los estilos contrapuestos de Herrán y Posada corren dos discursos ideológicos en el libro: por un lado, la idealización gobiernista del sujeto que anula su peligrosidad y, por otro, la representación contestataria que seguirían los muralistas que se le opone siguiendo las técnicas vanguardistas.
Es cuestión de estilo, Posada inspira a los muralistas en su manera de hacer arte y en su representación del obrero explotado, pero también están los principios del Partido Comunista que seguían los muralistas para llegar a un público distinto del de Herrán, algo más popular.
—Un artista extranjero que mencionas y que debe ser revalorado por lo que aportó en cuanto a ideas y técnicas es Jean Charlot. Él ayuda redescubrir a Posada y el grabado.
Charlot es un hombre muy interesante. Llega a México de Francia y participa en el muralismo; tiene un mural en San Ildefonso sobre la conquista que es fascinante. Mientras Rivera está pintando los ideales de Vasconcelos, Charlot está pintando la historia de México. Y llega con placas de grabado religioso y les hace notar a los artistas mexicanos la presencia de Posada y la técnica del grabado. Pero él no lo hace solo: el Dr. Atl también tiene un papel fundamental en los años de la Revolución. Otro gran artista es Leopoldo Méndez.
—¿Crees que con nuestro nuevo gobierno la representación que se hizo en los años veinte y treinta siga teniendo vigencia?
Creo que tiene mucha vigencia. Aunque cierro en los años cuarenta, el arte político nunca desaparece. El Taller de Gráfica Popular mantiene este arte. Hay otras generaciones que retoman sus imágenes —con los ferrocarrileros de 1959, con los estudiantes del 68, con los zapatistas en Chiapas—; se retoma el grabado y el grafiti renueva esta tradición. Intentan también otras cosas, siempre con un aspecto político y hasta cierto punto mejoran la imagen del proletariado haciéndola más amplia. Veremos si en la Cuarta Transformación los sindicatos independientes y los artistas jugarán un papel importante.
ÁSS