Atisbos a la obra de Juan García Ponce

Al margen

A través de distintos géneros literarios, Ricardo E. Tatto entrega un breve volumen que reúne “casi cincuenta años de escritura ininterrumpida” de un integrante esencial de la Generación de Medio Siglo.

El escritor, ensayista y crítico Juan García Ponce. (INBAL)
Alma Gelover
Ciudad de México /

El escritor, periodista y promotor cultural yucateco Ricardo E. Tatto (Mérida, 1984) indaga en su nuevo libro la obra de su paisano Juan García Ponce, indiscutible protagonista de la llamada Generación de Medio Siglo o de La Casa del Lago, formada por escritores como José Emilio Pacheco, José de la Colina, Carlos Monsiváis y Salvador Elizondo, a quienes se unieron —precisa Armando Pereira, uno de los más acuciosos investigadores de nuestra historia literaria— otros procedente de diferentes lugares de la República: “Huberto Batis y Carlos Valdés de Guadalajara, Inés Arredondo de Sinaloa, Juan Vicente Melo y Sergio Pitol de Veracruz, Jorge Ibargüengoitia de Guanajuato, Juan García Ponce de Yucatán”, quienes buscaban en la Ciudad de México “un horizonte más amplio para desplegar sus inquietudes literarias”. Una ciudad que, a principios de los cincuenta, dice Pereira: “estrenaba su radiante modernidad: cafés, teatros, cines, librerías, restaurantes, eran punto de encuentro obligado para todo aquel que demoraba sus ocios nocturnos por las calles iluminadas y bulliciosas del Centro Histórico”. Una ciudad en la que, además, existían publicaciones como la revista Medio Siglo —que dio uno de sus nombres a la generación—, suplementos culturales y editoriales en donde podían expresar sus opiniones y publicar sus libros.

Universo de Juan García Ponce: atisbos y miradas a su obra (Libros del Marqués, 2024) es el título del libro de Ricardo E. Tatto, prologado por Hernán Lara Zavala, quien dice que este volumen es “una aproximación o cala a la vastísima obra de Juan García Ponce que incluye novelas, cuentos, ensayos (…) así como su obra dramática y sus ensayos sobre artes plástica”. Así es: es un libro que en 60 páginas concentra el interés de Tatto por el trabajo de García Ponce, el “polígrafo que cultivó varios géneros literarios a lo largo de casi cincuenta años de escritura ininterrumpida”, escribe en la introducción.

En el primer capítulo, dedicado a la Generación de La Casa del Lago (o de Medio Siglo), Tatto revisa la participación de García Ponce en publicaciones como S.Nob, Cuadernos de viento, Revista de la Universidad y la Revista Mexicana de Literatura; en el segundo habla del crítico como artista y se refiere a la indiscutible participación del autor de Nueve pintores mexicanos en las actividades de la llamada generación de La Ruptura, que tuvo entre sus más célebres integrantes a su hermano Fernando, a José Luis Cuevas, Juan Soriano, Vicente Rojo, Beatriz Zamora y Lilia Carrillo, entre muchos otros que se rebelaron ante el dogmatismo propulsado por la Escuela Mexicana de Pintura. En el tercero recupera sus apostillas a la obra teatral El canto de los grillos, reeditada en 2022 por Ediciones Odradek después de años de olvido, en las que extiende la mirada hacia la labor de García Ponce, alumno de Ibargüengoitia y Luisa Josefina Hernández, como dramaturgo, que le valió una beca de la Fundación Rockefeller. En el cuarto y último capítulo, Tatto analiza el cuento largo o novela corta “La gaviota”, en donde García Ponce despliega sus dotes como el narrador que construye un universo en el que el enigma, la inocencia, la sensualidad y el placer van de la mano. (Por cierto, sobre este tema resulta ineludible La inocente perversión: mirada y palabra en Juan García Ponce, de José Antonio Lugo, publicado en 2007 por Conaculta.)

Como bien dice Lara Zavala en el prólogo, “este libro representa un compromiso futuro de Ricardo Tatto para continuar su indagación sobre la obra y personalidad de Juan García Ponce”. Por lo pronto, es un testimonio de curiosidad intelectual e interés por el autor de La vida perdurable, una apuesta por el ensayo, género con frecuencia desdeñado por las editoriales, y una muestra fehaciente de la calidad del quehacer de los escritores (y artistas) en sus ciudades de origen, sin tener que desplazarse —como García Ponce y muchos otros de sus contemporáneos— a la capital del país para desarrollar su trabajo.

AQ

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