Para Betsabeé Romero (1963), que ha trabajado con indumentaria, moda, migración y feminismos, ni por ser mujer se es feminista ni por usar huipil hay conocimiento y respeto hacia las culturas indígenas.
La artista conversó con Laberinto mientras viajaba del Valle de Guadalupe rumbo al aeropuerto de Tijuana para un regreso fugaz a Ciudad de México. Acababa de montar su instalación permanente de veletas Madres de viento en La Villa del Valle, en la zona desértica de Ensenada, en Baja California, que abre así comunicación transfronteriza con otra pieza, Malacate urbano, que se exhibe por un año desde el 21 de septiembre a la entrada del Museum of Latin American Art (MOLAA) de Los Ángeles.
Nunca le ha hecho el feo a la moda. Betsabeé Romero tuvo su debut en la Paris Fashion Week 2023 el pasado 28 de septiembre con siete tocados inspirados en las culturas prehispánicas, como parte de su colaboración con la diseñadora mexicana Regina Dondé, invitada a la famosa pasarela con su colección Flor migrante, inspirada en las artesanas mexicanas y presentada en La Maison des Métallos.
“Siempre me ha gustado el textil, hacer sinergías con otras disciplinas. Soy amiga de Regina Dondé, ella me había dicho que hiciéramos algo juntas. Y cuando recibe la invitación para la Paris Fashion Week vino a buscarme a mi taller junto con Rose (Ruiz) para hacer una colaboración con los tocados. Y como he trabajado simbólicamente la idea de la indumentaria de poder —los penachos— desde otra perspectiva, ya tenía experiencia para esos tocados y me dieron ganas de hacerlo, porque todo es diálogo y el diálogo en la cultura hace avanzar”, refiere Romero, quien recuerda que ya ha colaborado con bolsos, botas de piel tatuadas y sombreros en el mundo de la moda y en el del ballet, con vestuario.
Pero ella, que no cree en las fronteras, cruza océanos para recordar a los migrantes que perecen en su travesía de África a Europa: y el 5 de octubre instalará en el Museo Casa de Colón de Gran Canaria, Escalera al cielo, su altar y ofrenda de muertos que trascienden lo mexicano para mover conciencias.
La moda desde hace algunos años ya se presenta en los museos de arte mexicanos, como fue con Boutique/moda: diseño/imagen/experimentación, en el Carrillo Gil en 1999, o la de Cristóbal Balenciaga de 2016, en el Museo de Arte Moderno. ¿La moda es arte para usted?
Es una industria muy compleja. Pero, los grandes diseñadores han aportado y han tenido una serie de ideas importantes en varios momentos de la historia del arte, en el surrealismo, en el constructivismo ruso, con Piet Mondrian, en el arte pop, todos esos movimientos que hacen un vaivén entre lo popular y lo culto, cosa que a mí me parece un diálogo muy interesante. Los diseñadores han participado de las corrientes artísticas como tales y creo que merecen un respeto y un diálogo totalmente abierto con los museos, con los espacios en los que la cultura de diferentes niveles se desarrolla”.
Ese diálogo redituó en mestizaje para la artista que mezcla arte contemporáneo y popular en sus obras.
“El mestizaje siempre ha existido, son mixtas nuestras culturas, no solo es una, son muchas las culturas indígenas que se han mezclado entre sí. Es importante hablar del gran respeto que les tenemos a las culturas indígenas, y también que el mestizaje en México ha sido ejemplar para otros países”, comenta Romero, que celebra así sus seis décadas de vida con esta serie de obras en cuatro países.
Sobre la instalación en Gran Canaria, va a llevar al más allá la cultura mexicana del Día de Muertos.
“El 5 de octubre tengo la inauguración en Casa de Colón, en Gran Canaria, que históricamente es un punto de entrada a Europa, ahí está la casa de Cristóbal Colón. Querían que hiciera una instalación para recordar el Día de Muertos. Yo he trabajado con ese dispositivo cultural tan vivo que tenemos en México, tan múltiple, porque depende de cada región, el modo en que sus ingredientes se utilizan.
“Lo inauguramos cerca del 12 de octubre (fecha de la llegada de Colón a lo que después se llamó América). Y es un momento muy importante porque lejos de que se esté solucionando el problema con los migrantes, cada vez se complica más. Así que nuevamente hago un homenaje a los migrantes muertos este año, principalmente a aquellos que quisieron llegar a Europa. La instalación es una escalera de flores, toda la fachada estará intervenida por una escalera de flores por donde van subiendo las calaveras. Y dentro del museo hay intervenciones en los patios, con altares propiamente dichos e iconografía de migración que ya he hecho. Es una intervención exterior e interior del edificio”.
En la migración hacia Estados Unidos no hay flores, sino las boyas del gobernador de Texas, Greg Abbot.
Es una actitud criminal. Es inconcebible que estén tomando decisiones públicas que sean aceptadas no solo por la población cercana a la frontera sino en ambos países. Es algo que a mí me duele muchísimo. Estoy planeando hacer algo en (la frontera) Brownsville con Matamoros, exactamente donde más muertos ha habido y problemas con ese gobernador. Supe que las han movido. Pero, que sigan ahí no es solo ese hecho, sino que es un permiso que abre a toda la población estadunidense que tiene ese pensamiento retrógrada hacia los migrantes, a tener actitudes racistas en espacios públicos.
En México igual hay esa postura racista hacia migrantes centroamericanos y haitianos.
Yo he trabajado esta cuestión de que las fronteras son epigeográficas, van más allá de la geografía; (las fronteras) tienen que ver con las clases, la ignorancia, con la falta de humanismo. Todos somos migrantes, vivamos donde vivamos; simplemente de la vida a la muerte todos migramos. Hoy, la migración nos atraviesa por todos los puntos del país, y tenemos que cambiar de actitud, porque somos un pueblo que hemos migrado, incluso desde las culturas prehispánicas: aprendimos en las escuelas cómo se fundó Aztlán, con peregrinos que fueron llegando (a la zona del lago de Texcoco), con grupos que fueron ocupando territorios. Realmente es importante tomar una posición diferente y saber echarle la mano a quienes forzadamente han tenido que salir de sus territorios. La migración no es un viaje turístico; los migrantes se mueven forzadamente porque enfrentan en sus países situaciones límites.
Usted, que ha abordado el tema de la migración a lo largo de décadas en sus obras ¿ha visto alguna repercusión de su trabajo en un cambio de actitud? ¿Cuál es el papel del artista frente a estos problemas? ¿El arte va por un lado y las políticas públicas y la gente van para el otro?
Sí, tengo que aceptar que es una impotencia enorme; desgraciadamente el arte no tiene poder para cambiar decisiones de gran escala. Sin embargo, es muy importante la solidaridad, el cambio de actitud debe ser de todos. Todos tenemos la oportunidad de poner un granito de sal, a la entrada del Viaducto donde familias de centroamericanos piden comida para sus hijos. A todos nos toca hacer algo desde nuestras trincheras. Mi trabajo no tiende a ser mesiánico, sé que no se puede cambiar la realidad en grande, pero el arte se dedica a otro nivel de transformación, y en el nivel pequeño que sea trata de ser lo más profundo, lo más intenso y lo más honesto posible. Eso es lo que me motiva a seguir haciéndolo.
Tanto en la instalación en Gran Canaria como en su colaboración con la colección de Regina Dondé trabaja otra vez con flores. ¿Por qué es tan importante la flor para usted?
La flor no solo es parte de nuestro paisaje. México ha sido origen de flores hermosísimas, como la dalia, la cempasúchil, la nochebuena… La flor es parte de nuestra vida: nacemos con flores, comemos flores, acompañamos nuestros duelos con flores. Y esa capacidad de acompañamiento de los duelos, esa capacidad de celebración que tenemos nos ha hecho sobrevivir y resistir frente a muchos problemas. Es algo que admiro mucho de México. La gente en el extranjero no sabe celebrar o no tiene cómo hacerlo. Y es muy importante, la salud emocional de una colectividad es fundamental. En México, a pesar de toda la violencia y los problemas, tenemos esa resistencia gracias a la capacidad de celebración y a la generosidad, esas dádivas y esas ofrendas están simbolizadas a través de las flores.
Hablando de símbolos ¿cuál es su postura en torno a los diseñadores de moda que toman diseños indígenas y los presentan como propios? Incluso la Secretaría de Cultura ha intervenido.
Ante todo, hay que actuar con el máximo de los respetos y admiración hacia la prácticas y actividades de producción que tienen los artesanos en México. El arte popular es el más grande tesoro, es el gran patrimonio intangible, vivo, de este país. Lo que hacen esas culturas no es por mercancía, no es para vender, su vitalidad y simbología no están en el mercado, su génesis es por las celebraciones, por el día a día, por las tradiciones, son los modos en que las comunidades se conectan y transmiten y generan sus costumbres. Esas simbologías son un patrimonio colectivo de cada comunidad; es difícil saber a quién hay que pagarle si uno utiliza un ícono de un huipil. Hay muchas cosas que ya son mestizas, aunque por eso no dejan de ser propias.
El respeto a las tradiciones no está en decirles que no cambien, que no dialoguen, que se mantengan en sus cosas, que no presten, que no se abran. Es al revés. En México hemos sido muy abiertos, y la cultura ha funcionado más allá de todas estas historias colonialistas terribles, que por otra parte han generado una serie de culturas —no es una sola— muy ricas, muy dinámicas y muy vitales. Me preocupa que se generen polarizaciones y que eso haga que grandes diseñadores —que sinceramente son los que mejor les han pagado a las tejedoras, los sé de cierto— se espanten, ya no quieran venir, ya no quieran retomar nuestras culturas, eso abre camino al trabajo de la gente. Cerrarse no es tan bueno.
Feminismos es otro tópico de su obra. ¿Cuál es la relación entre feminismo y moda para usted?
Las mujeres somos feministas y nosotras volvemos feminista todo lo que portamos y todo lo que nos empodera. Es importante que una diseñadora haga su trabajo y lo lleve a la pasarela más famosa del mundo y que se le reconozca y se le aplauda. Es muy importante que las mujeres que estamos creando y produciendo y llevando nuestras cosas a otros países, con la cara en alto y mucho trabajo, porque eso ha costado muchos años de lucha, pues seamos vistas como eso: como mujeres que lo merecemos.
¿Qué opina de que el huipil se haya convertido en la moda política en México?
La indumentaria no hace a la persona; tampoco por ser mujer eres feminista. No por usar huipil tienes conocimiento y respeto de las culturas indígenas, a mí eso no necesariamente me va a dar fe de que se es algo; a la indumentaria hay que llenarla de acciones que sostengan lo que uno piensa.
AQ