• Camila Sosa Villada, un lustro en el mapa literario

  • Literatura

Hay dos clases de escritores, los que escriben fantasía y los que escriben sus recuerdos. La autora de ‘Las malas’ se encuentra entre los últimos, sus novelas y sus cuentos siempre hablan de ella.

Uriel Santiago Velasco
Ciudad de México /

Para Camila Sosa Villada, “escribir es untar sal en los pies y caminar sobre la herida”. Sus heridas son hondas pero generosas. Tiene la cualidad de escribir con bisturí, de transformar el dolor y contar experiencias traumáticas con la frialdad de una presentadora de noticias. No obstante, no hay que dejar de lado que Camila es actriz, construye y encarna personajes.

Con su novela Las malas (Tusquets, 2019) irrumpió en el panorama literario. Antes había publicado en Argentina el poemario La novia de Sandro (Tusquets, 2015) y El viaje inútil (Ediciones DocumentA/Escénicas, 2018), pero fue la historia de las travestis del Parque Sarmiento con la que cruzó fronteras y ganó un lugar en el mapa literario. Sus libros han obsesionado a críticos y lectores, por lo que más de uno se atrevió a afirmar que se trataba de un éxito de una sola obra, que la fiebre ya pasaría.

Han pasado cinco años, en los que dos nuevos libros han visto la luz: Soy una tonta por quererte tanto (Tusquets, 2022) y Tesis sobre una domesticación (Tusquets, 2023), y el interés no hace más que crecer. Pese a ello Sosa Villada, la escritora, duda de sí misma, es reservada para elogiarse y camina con cautela en cada frase; mientras que Camila, la actriz, es directa, despampanante y desparpajada.

Ella ha hecho del descaro su cualidad más preciada. En 2021, cuando recibió el Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz 2020 de la FIL Guadalajara, los periodistas le preguntaron si la literatura la salvó de su vida precaria y de la prostitución, a lo que respondió: “No, la literatura no me salvó, me salvó la plata que ustedes pagan por mis libros”.

Hay dos clases de escritores, los que escriben fantasía y los que escriben sus recuerdos. Sosa Villada se encuentra entre los últimos, sin importar que en sus novelas y cuentos use la tercera persona: siempre se trata de ella. Sus recuerdos desencadenan sus historias, “escribo cuando tengo el deseo de hacerlo, a veces pasan meses sin sentarme a escribir nada y de repente la imagen apremia y debo sentarme a escribir, comienzo a desenredar la madeja y todo fluye”.

De su pasado surgió la primera escena de Las malas, ella muy jovencita y recién llegada a Córdoba, espiando a las travestis que se prostituían en el Parque Sarmiento y desde ahí construyó todo. Sus poemas de La novia de Sandro surgieron de sus años del colegio, donde la pasaba deseando un amor que nunca llegó. Su segunda novela Tesis sobre una domesticación nace del reto que enfrentó como actriz al querer encarnar unos de los monólogos más ambiciosos de Jean Cocteau; y sus cuentos de Soy una tonta por quererte tanto surgen de los pasajes que vivió con “la Difunta Correa”, una vieja travesti que le enseñó a sobreponerse al mundo.

Nunca lo ha negado, repite que su escritura es autobiográfica, pero el único libro en el que realmente se permite usar la primera persona es en El viaje inútil, un ensayo de 100 páginas que para mí es su obra más lograda, donde se deja ver más vulnerable, sin la parafernalia y sin la fiesta travesti que enarbola.

Portada de 'El viaje inútil', de Camila Sosa Villada. (Ediciones DocumentA/Escénicas)

El viaje inútil comienza con su imagen sentada en las piernas de su padre aprendiendo a dibujar las letras. “Un recuerdo muy antiguo. Lo primero que escribo en mi vida es mi nombre de varón. Aprendo una pequeña parte de mí”. Ese inicio es sencillo y devastador, como sus figuras literarias que son muy particulares —que otros no poseen—, que van de lo culto a lo popular y de lo sofisticado a lo callejero, pero nunca caen en lo sentimental.

Borges decía que “solemos exagerar las felicidades perdidas”. Sosa Villada hace todo lo contrario. Es consciente de su pasado, pero trata de alejarse de él. Le teme, le huye, no quiere volver a andar por los mismos senderos. A menos que sea en la escritura, porque ahí es implacable, camina todo el rato con la herida brotando.

Si alguien quiere comprender cómo está constituido el universo literario de esta escritora argentina debe leer El viaje inútil, obra en la que postula sus intereses y da las pautas para seguir su rastro literario. Leí este libro en 2021, cuando Camila recibía su mayor cobertura mediática, cuando la pandemia permitió las ferias de libro —híbridas— y todos querían conocer a la autora. Leerlo fue una experiencia, mi ejemplar quedó subrayado, anotado y lleno de post-its. Ahí comprendí que no se trataba de una autora pasajera, que la seguiríamos leyendo en los años venideros: “Pienso en la clase de escritora que me gustaría ser. La mujer perfecta en la literatura para mí tiene tres partes iguales, Wisława Szymborska, Carson McCullers, Marguerite Duras, y una chispa de la suspicacia de Truman Capote”. Ella bebió de todos sin ahogarse.

En El viaje inútil Camila es la dueña de su versión y aunque la trama parece sencilla, es ahí donde radica su complejidad. Cuando un escritor hace uso de su memoria como fuente para sus libros, extrae los recursos de su banco personal para hacer con ellos lo que quiera. No le debe cuentas a nadie, porque su vida le pertenece y lo que diga es su verdad.

El viaje inútil fue escrito entre 2016 y 2017. Aún estaba lejos el éxito como escritora. Es probable que Las malas aún no fuera ni siquiera un borrador. Su poemario había sido bien recibido, pero no provocó tanto interés. Camila estaba enfocada en sus monólogos teatrales, en consolidarse como actriz, rama en la que ya era conocida por Carnes tolendas, retrato escénico de una travesti, e incluso había ganado premios por su actuación.

Cuando la editora de DocumentA/ Escénicas, Gabriela Halac la invitó a escribir un ensayo para la naciente colección Escribir, concursó la publicación y su texto ganó. Se publicó en Córdoba en junio de 2018, al mes ya tenía la primera reimpresión. Pero al ser una editorial regional, el texto no se distribuyó. Hasta la fecha solo puede conseguirse en la edición argentina, y no hay planes para que se vaya a otra editorial, lo cual es una pena.

En este libro, Camila no se hace grandes preguntas sobre la humanidad, ni reflexiona sobre temas de coyuntura mundial. Hace las preguntas esenciales sobre su vida y reflexiona sobre su origen y sus recuerdos de infancia: “El deseo de escribir encuentra que soy fértil, una hembra viable para incubarlo. Lo cargo dentro de mí como una madre”. Pero, quizás, la dimensión tan personal de sus preguntas es lo que las hace universales.

Sus bisabuelos maternos no sabían leer ni escribir, solo sabían criar hijos para dárselos al patrón como mano de obra. Sin embargo, su madre cada que podía le regalaba un libro de cuentos infantiles. Aunque el padre aparecía recurrentemente, las había abandonado en el campo más profundo de la provincia, sin servicios, menos televisión, y su refugio fueron los libros. Se encerraban juntas a leer los folletines y novelas rosas.

“Lo que la naturaleza no te da, el infierno te lo presta”. Consciente de ello, Camila —que entonces se llamaba Omar— comienza a travestirse. Con su rechazo, su padre le enseña el camino al que se enfrentaría toda su vida; obligándola a apartarse del mundo y encerrarse en su cuarto, en una soledad iluminada donde puede ser travesti y escritora.

Otros padres les regalan a sus hijos objetos, juguetes o propiedades; a Camila le regalaron la posibilidad de escribir. Aún no sabe cuánta consciencia o inconsciencia hubo en esa enseñanza. No sabe si sus padres dimensionaron que podían acabar con una hija escritora. Pero sí recuerda que el único momento en el que sintió el orgullo de su padre fue cuando, sentado en sus piernas y aún vestido de niño, aprendió a escribir.

“Hay que tener templanza para ser padre de sujetos como yo”, reflexiona la escritora, a la vez que se asume como un sujeto prisionero del mundo, un animal plañidero, solitario y siempre con ganas de rebelarse contra el mundo.

Camila Sosa Villada, en su universo literario, descubre que el viaje más inútil es hacia los recuerdos y al mismo tiempo es el más necesario.

AQ

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