La Ciudad de México posee tintes fantasmales: Roger Vilar

Entrevista

El autor cubano radicado en México habla sobre Brujas, libro que reúne tres relatos donde desfilan mujeres capaces de poner a sus víctimas al borde de la locura.

Roger Vilar, autor de 'Brujas' (Dark & Glow).
Héctor González
Ciudad de México /

Roger Vilar (Holguín, Cuba, 1968) llegó a México en 1993. En Ciudad de México comenzó a trabajar como reportero de nota roja, oficio que lo confrontó con el crimen y los perfiles más oscuros de la condición humana. 

De sus recorridos nocturnos por el Centro Histórico y de la influencia de la literatura de terror se desprende la esencia de Brujas (Dark & Glow), que reúne tres cuentos a través de los cuales se filtran el pasado y el presente, y donde desfilan mujeres poderosas y capaces de poner a sus víctimas al borde de la locura.

—En sus cuentos hay un diálogo con el terror y el pasado. ¿Por qué?

Todo tiene que ver con que en mi casa siempre hubo libros. Mi padre es un adepto a la literatura de terror, de modo que desde los seis o siete años comencé a leer a Lovecraft y Edgar Allan Poe. Recuerdo que, a pesar de que no les entendía, me sorprendieron. A partir de entonces me interesó el mundo del terror. Podría decirte que algunas obras que parecen infantiles tienen ecos terroríficos. En Alicia en el país de las maravillas aparecen dragones. Por otro lado, mi abuelo materno era una persona de campo y sin ninguna cultura literaria, aunque sí con una fuerte tradición oral. Llegó a Holguín, cerca de Guantánamo, zona con una colonia española importante que tenía la fama de ostentar cierta debilidad por la brujería canaria.

—De hecho, en su literatura hay ecos de Lovecraft.

Claro, aunque también tengo influencias de Arthur Machen, precursor de Lovecraft, de Algernon Blackwood y los manuales de inquisidores. Para este libro me ayudó mucho la tesis doctoral de la doctora Cecilia López Ridaura, quien investigó el mayor proceso inquisitorial que hubo en México y que tuvo lugar en Monclova.

—Uno de los relatos, “El oscuro Dios de las ruinas”, tiene por escenario La Merced, barrio donde convive el pasado colonial con el presente.

La Merced es un barrio curioso y fascinante. Ahí coinciden diversas tradiciones. Antes de la llegada de los españoles ya tenía por lo menos 300 años. En la calle de los chileros puedes encontrar platillos únicos que datan de entonces. Es curioso que hables de ese relato porque es el más lovecraftiano y terrorífico.

—Tengo la impresión de que la obra de Lovecraft ha tenido una especie de revaloración.

Desde luego, incluso hubo una corriente a partir de su literatura en la que se inscribían amigos suyos como August Derleth. Uno de sus seguidores actuales es Thomas Ligotti, el mayor de sus herederos. Volviendo a La Merced, me parece que allí Lovecraft se hubiera vuelto loco porque es un escenario que reúne todas las características de su literatura.

—A pesar de su admiración a Lovecraft, usted pone distancia en relación al género gótico.

Lo gótico tiene que ver con la atmósfera y va acompañado de ciertos elementos melancólicos y románticos. La figura del vampiro es gótica porque representa a un pobre ser condenado a una existencia infeliz. Para sobrevivir, el gótico ha tenido que mezclarse con otros elementos.

—En otro de los cuentos el protagonista es un reportero de nota roja, oficio que usted ejerció.

Fui reportero entre 1998 y 2000. Durante la noche, la Ciudad de México cambia y cobra tintes fantasmales. El crimen se incrementa y hay fenómenos extraños. Las calles viejas y sin movimiento pueden resultar aterradoras. En la madrugada, La Merced es desértica y tenebrosa. La visión que tomé de aquella época me marcó, entre otras cosas porque tenía poco de haber llegado de Cuba.

—¿Qué nos dice la literatura de terror sobre el presente?

Una cosa es el terror en la noticia y otra cosa el terror en la literatura. Hace unos años se impuso la moda entre los narcos de dejar tráileres abandonados con gente descabezada. Eso produce un impacto que no es para nada estético. Para construir una estética de la violencia hace falta alejarse del sensacionalismo. Si vas a hacer de un narco o criminal el protagonista de tu novela necesitas trabajar duro, ingresar en las entrañas de su niñez: ¿lo golpeaban?, ¿cómo fue su infancia?, ¿vivía en una casucha en la que apenas había comida? Ese tipo de matices aportan una dimensión estética al personaje. Las mejores novelas de narcos tienen estas características.

ÁSS


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