Si la literatura compite cada vez más con otros discursos culturales que narran identidades individuales y colectivas escindidas entre lo “global” y lo “local”, si los mecanismos de producción, circulación y recepción han sido alterados de tal manera que conviven libros, e-books, YouTube, Facebook, Twitter, etcétera, si la literatura en español se traduce poquísimo, si el escritor se profesionaliza pero sigue precarizado y si, como señala Ana Gallego Cuiñas en “Claves para pensar las literaturas latinoamericanas del siglo XXI”, la literatura y la industria editorial latinoamericana serían “menores”, al decir de Deleuze, “en comparación con la supremacía imperialista que ejercen lenguas como el inglés, el francés y el alemán en la ‘literatura mundial’”, me pregunto: ¿qué hacer con la literatura en español en Estados Unidos? ¿Se puede hablar de un campo literario al menos? ¿Lo menor de lo menor?
Ese campo, caracterizado por la falta de formación de lectura y de crítica y la ausencia de canales idóneos de recepción, no puede ponerse de acuerdo ni siquiera en su nomenclatura. Se cuestiona el término “hispano”; a veces se recurre a la palabra “latino” como conjuntiva, pero ésta se ha usado por lo general para referirse a escritores que escriben mayormente en inglés —Oscar Hijuelos, Sandra Cisneros, Cristina García; más acá en el tiempo Junot Díaz y Daniel Alarcón, etcétera—, y tienen pocos puntos de contacto con la tradición literaria iberoamericana. Es hora de pensar lo que se produce en Estados Unidos en español más allá del impulso mercadotécnico de lo “latino”.
Como he sostenido en 2014 y en 2018, desde el inicio del siglo XXI, y desde antes, ha habido en ese país intentos de periodización historiográfica de la literatura que se produce en español. El libro que mejor articula las tensiones del área es la edición colectiva Poética de los dislocamientos (2012). Otros trabajos colectivos como (Re) Mapping the Latina/o Literary Landscape. New Works and New Directions (2017), Contemporary US Latinx Literature in Spanish. Straddling Identities (2018) y el libro de Naida Saavedra #NewLatinoBoom. Cartografía de la narrativa en español de EE. UU. (2020) también son señales del reconocimiento a esta producción en español en Estados Unidos.
Una observación del campo a partir de los años 2000 reconoce tres pilares: un afianzamiento del objeto chicano/caribeño (desde Estados Unidos) con producción literaria mayormente en inglés y producción crítica mayormente en inglés y algo en español; un crecimiento de la producción literaria de escritores no originarios de países que engloban lo “latino” para el imaginario homogenizador de ciertas instituciones políticas y culturales de Estados Unidos (México, Cuba, Puerto Rico) tanto en español como en inglés (Argentina, Colombia, Chile, Perú, Venezuela, entre otros); y una efervescencia, ni orgánica ni colectiva, sobre la literatura que se escribe y se publica en español en Estados Unidos, con editoriales independientes de medios de circulación mínimos y geografías desde donde irradian eventos más o menos atomizados (Miami, Nueva York, Chicago, Houston; Los Angeles y San Francisco extrañamente parecen ausentes de esta “movida”). A esto se le pueden agregar obras que interrogan al imaginario estadunidense desde afuera y desde adentro.
Los agentes culturales de este campo (editoriales pequeñas e independientes, festivales, autores y autoras, profesores) lo van cartografiando a pesar de las circunstancias políticas, económicas, sociales y culturales de este presente estadunidense. Es a partir de 2010 que “explota” la difusión de la literatura en español en Estados Unidos, sobre todo de la mano de algunas editoriales no ligadas a la academia como Suburbano (SED) en Miami, Literal en Houston, Ars Communis en Chicago y Sudaquia, Chatos Inhumanos y Brutas Editoras (ya desaparecida) en Nueva York, y con revistas como Suburbano (Miami), Nagari Magazine (Miami), Letra Urbana (Miami), SurcoSur (Tampa), El BeiSMan (Chicago), Literal (Houston), Ventana Abierta (Santa Bárbara, California), ViceVersa (Nueva York) Los Bárbaros (Nueva York), entre las más importantes.
En épocas de redes sociales, hashtags y visibilizaciones sin fondo teórico o crítico, necesitamos más que nunca de rigor en el pensamiento. Categorizaciones basadas en cronologías lineales, movimientos o generaciones, o estéticas levemente compartidas, tal como se analizaba tradicionalmente la literatura hasta la segunda mitad del siglo XX, no bastan. Son iniciativas de buenas intenciones que no alcanzan a dar una dimensión comprehensiva. En cambio, una manera efectiva de comenzar a leer en serio esta producción estadunidense en español es emprender una lectura crítica del campo y de las obras mediante la transversalidad, es decir, líneas de contacto (o puentes) que intersecten los planos (temáticos, geográficos, políticos, estéticos…) y evalúen méritos literarios más allá de las líneas temáticas. Las producciones literarias en español en Estados Unidos pueden beneficiarse de una des-esencialización con un lente del a través que atraviese planos como el país de origen de los escritores; sus varias migraciones; la relación con las tradiciones y los Estados Unidos reales e imaginados para (de)construir la literatura latinoamericana/hispana presente y futura.
Pablo Brescia
Ph.D., profesor de español en la Universidad del Sur de Florida.
ÁSS