¿Cómo se gana una guerra?

Toscanadas

En La guerra y la paz, de Tolstói, hay reflexiones que, en los ojos de un buen lector, pueden hablar sobre el presente.

La caída de Moscú. (Cortesía)
David Toscana
Madrid /

Ahora que releo La guerra y la paz, no puedo evitar hacer nuevos subrayados y preguntarme qué tanto de las reflexiones de Tolstói sobre la historia hablan del presente. “Los hombres cuyo deseo de batirse es más intenso estarán siempre en condiciones más ventajosas para la lucha”, dice el escritor, y remata con una analogía que emplea la física newtoniana. “El espíritu de las tropas es el multiplicador de la masa cuyo producto es la fuerza”. Más allá de las agallas, la voluntad de luchar tiene mucho que ver con lo que se gana si se gana y lo que se pierde si se pierde. Y para mantener ese espíritu, es bueno llamarle victoria a las derrotas; tal como lo hizo Kutúzov. “Él fue el único en sostener”, dice Tolstói, “que la batalla de Borodino había sido una victoria”.

En ciertos momentos el ánimo crece al cantar que el cielo dio a la patria querida un soldado en cada hijo, pero esto nunca ha sido verdad. “Un rey o emperador en disputa con otro reúne su ejército, lucha contra el enemigo, sale victorioso, mata a tres, cinco o diez mil hombres y, a consecuencia de esto, conquista un pueblo entero de varios millones… si el aniquilamiento de las tropas es total, el pueblo se somete por completo”.

Y sin embargo, en su campaña rusa, Napoleón se topó con otras reglas de juego. Él estaba acostumbrado a ganar batallas y entonces negociar la paz bajo sus condiciones. Pero cuando llegó “victorioso” a la ciudad de Moscú, la encontró abandonada, luego incendiada, después rapiñada por sus propias tropas. No halló resistencia, pero tampoco hubo una delegación que lo invitara a un banquete, que reconociera su triunfo, le rindiera honores y firmara tratados de paz. Ni balazos ni abrazos.

¿Entonces cómo se gana una guerra?

Algunas pueden eternizarse si los beligerantes no tienen nada que negociar, si sólo un bando tiene derecho de matar, si al final no existe la posibilidad de la bandera blanca, el abandono de las armas, la amnistía, la liberación de prisioneros, la cesión de territorios o rutas.

Ya cerca de terminar la novela, subrayé algo sobre los altos mandos napoleónicos que no estoy seguro de dónde encajar, aunque sin duda es encajable: “Pero las órdenes y los informes no eran más que papeles… y a pesar de los altos títulos que se daban, todos comprendían que eran hombres dignos de lástima, despreciables bribones que habían hecho mucho daño… Y aunque fingían preocuparse por el ejército, sólo pensaban en sí mismos, en la manera de huir lo más pronto posible para salvarse”.

Al final Pierre se casa con Natasha, y ambos encuentran la paz; y esa pareja nos importa más que Napoleón, Kutúzov y su guerra.

ÁSS

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