Este próximo 8 y 9 de marzo miles de mujeres nos hemos convocado a salir a las calles primero, y realizar un paro después. Esto con el fin de alertar a México y al mundo sobre una situación alarmante respecto de la condición de las mujeres en el país.
Existen múltiples análisis sobre las causas que han incrementado la violencia hacia las mujeres. Las estadísticas deberían provocar una emergencia nacional, pero lastimosamente se ha normalizado, minimizado y hasta ignorado dicha emergencia. Esto ha colocado a las mujeres en general, y de México en particular, en un estado profundo de vulnerabilidad e indefensión.
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La agenda que las mujeres hemos colocado no sólo se centra en la alarmante violencia sino, sobre todo, en una estructura patriarcal que sostiene estos comportamientos que distan mucho de lo aislado, y son sistemáticos. El feminismo aporta, pues, una categoría de análisis y una serie de herramientas para evidenciar que no existe una sola forma de estar en el mundo, y por tanto tampoco es uno el camino de ejercer la corporalidad ni de pensar o producir.
Esto para la danza representa un enorme reto, pues un origen, el de la danza clásica, se encuentra íntimamente ligado a la construcción social de lo que significa ser mujer u hombre. Abordar de un modo crítico el repertorio clásico es una urgente necesidad al pensar en la formación de bailarinas y bailarines. Con ello no se sugiere proscribir el repertorio clásico, como maliciosamente algunos han interpretado. Se trata de abordarlo con un sentido crítico sobre los roles de género y sobre conceptos como el amor, los celos, el romanticismo, etcétera. Esta mirada puede, en muchos casos, derivar en reinterpretaciones coreográficas de las danzas de repertorio como las de Nacho Duato, La Ópera de París, Diego Vázquez, Aurelié DuPont, entre otros.
"Cada una de las bailarinas, coreógrafas y artistas que reflexionan sobre la condición de la mujer trabaja por la transformación radical de México".
Tampoco sugiero caer en el reduccionismo y saturar las propuestas coreográficas con temas “sobre las mujeres”, con todas las ambigüedades que esto puede suponer; por el contrario, planteo la toma de la responsabilidad social del artista con su realidad concreta para colocar un espejo y asomarse a ella, que no por ser terrible escapa a los lenguajes del arte y sus categorías. Haydé Lachino, Carolina Ureta, Tania Pérez Salas, Cecilia Lugo, Carmen Correa, son algunas de las bailarinas y coreógrafas que han tomado, desde sus múltiples problematizaciones, la agenda de las mujeres que el movimiento feminista ha puesto sobre la mesa, dentro de la que destaca la violencia.
Esto nos lleva a otro plano de reflexión: el del cuerpo pensado desde el ámbito escénico. El cuerpo pensado como territorio y no sólo como herramienta del arte u objeto de consumo. El cuerpo como territorio no escapa a la dinámica violenta, inherente a esta etapa del capitalismo. Ejercicios escénicos como Proyecto mujeres colocan en escena la realidad del cuerpo femenino, concreto y diverso: cuerpos que se duelen, cuerpos desaparecidos o expuestos con extrema violencia; pero también piensa en los cuerpos como primer espacio de la resistencia. La resistencia de existir mujer en un mundo-país que las desprecia.
Cada una de las bailarinas, coreógrafas y artistas que reflexionan sobre la condición de la mujer, allende la frivolización del tema, trabaja por la transformación radical de México. Cada una de sus propuestas escénicas es imprescindible para pensar cómo se gobiernan los cuerpos de las mujeres, en el escenario y en la vida; y mediante qué mecanismos recuperamos su autonomía.
En los próximos días haremos visible, a través de nuestra presencia y nuestra ausencia en el espacio público, lo que de muchas maneras se ha negado: la existencia de las mujeres en un cuerpo colectivo para resistir.
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