En un país que se adelgaza sin remedio es una fortuna que un poeta tenga lectores, como es el caso de Armando Alanís Pulido. En un país que se abrevia sin esperanza a la vista es importante que haya una poética breve en su extensión, pero amplia en sus dimensiones semánticas. En un país de conceptos en crisis y de ideologías cada vez más borrosas, un poeta mexicano aborda nuestra identidad convocando al mundo rulfiano y a nuestro maíz; apela a la voz de las mujeres poetas que han ensanchado nuestro mundo y señala a la migración como una fuente de nuestra riqueza identitaria.
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Se me ha formado un mundo alrededor de la esperanza, tan indefinido, tan brillante, escribe Armando en los poemas iniciales de El tuétano de nuestros huesos (Vaso Roto, 2022). En esa primera sección, llamada “Como si alguien caminara sobre nosotros”, los elementos y motivos temáticos de Juan Rulfo se repasan en los versos de Armando utilizando con experiencia la figura tropológica de la repetición anafórica, llevando el semanticidad del texto a una escalada rotunda:
Un trago tras otro: malas figuraciones
Un trago tras otro y seguimos platicando con los muertos
Un trago tras otro mientras me desmorono como un montón de piedras
“Sin maíz no hay país”, segunda sección de El tuétano de nuestros huesos, combina versos cortos, largos, versículos y prosas breves sustantivando las diversas máscaras del maíz: los granos mismos, la tortilla, el elote, el atole, el huitlacoche y un nombre real, el de Ramón Alanís González, agricultor de Nuevo León. Está muy claro que no se trata del típico fraseo hecho que vinculo al maíz con lo mexicano, sino de una nueva elaboración que pone al grano como una constante que aparece en nuestro mundo real, por ejemplo en una sala de cine, en la cámara de diputados o en la evocación de nuestros abuelos arando la tierra de nuestra historia personal.
La tercera sección es un abierto homenaje a la poesía mexicana escrita por mujeres, a quienes Armando llama las vírgenes terrestres. Los poemas aparecen en formato de oraciones, mismas que pueden decirse sin sotana y hasta en el lavatorio. Aquí los rezos son dirigidos a Enriqueta Ochoa, Dolores Castro, Malva Flores, Myriam Moscona, Elva Macías, Coral Bracho, Elsa Cross, Jeannette Clariond, Juana de Asbaje, Rosario Castellanos, Silvia Tomas Rivera y María Baranda. Solo agrego dos cosas: la primera es que faltaron Pita Amor, Laura Méndez de Cuenca, Concha Urquiza, Gloria Gervitz y Tedi López Mills; la segunda es que mi santa personal es la Castellanos.
El tuétano de nuestros huesos termina con la colección “También de este lado hay sueños”: una veintena de poemas que son retratos de la migración, desde el conocido tren La bestia hasta la ciudad de Tijuana. Iconografías terribles como el muro y el cruce, las caravanas y las policías de uno y otro lado y la feroz depredación de los cárteles mexicanos se entreveran en el tejido poético de Armando Alanís Pulido en una muestra breve, pero suficiente, de su nueva incursión en la poesía social, como ya lo hizo en su conocido libro Balacera, publicado por Tusquets.
AQ