Su título original es Where the Crawdads Sings (Donde cantan los cangrejos), aunque decidieron llamarla La chica salvaje (Ático de los libros) en la edición en español, título menos poético pero eficaz para definir a la protagonista, Kya, quien a los 10 años de edad se ve obligada a vivir absolutamente sola en una cabaña escondida entre los marismas de Barkley Cove, en Carolina del Norte. Ahí, abandonada a su suerte, se convierte en una joven que, a pesar del dolor de sus pérdidas y el miedo a lo desconocido, ha aprendido el lenguaje de la naturaleza, acompañante y cómplice de toda su vida, única confidente cuando se enamora del dulce Tate y después del apasionado Chase, con quienes conoce ambas caras del amor.
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Entrevistada durante el XV Festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende, donde ofreció una conferencia magistral, Delia Owens explica desde su lado científico lo que ha aprendido de los vínculos afectivos luego de vivir años en la sabana africana, en el lugar más inhóspito del continente, estudiando a los animales:
“No podemos medir ni contabilizar el amor, pero una vez estando en el Kilimanjaro tuve el honor de ver el reencuentro de dos leonas que no se habían visto durante diez meses porque el clima las separó. Se vieron a cinco metros de distancia, corrieron, se abalanzaron una contra la otra, enroscaron sus cuerpos, se tumbaron, rodaron, se lamieron las caras, y yo pensé: si esto no es amor, entonces no sé qué lo sea. El amor es difícil de definir pero muy simple de ver. No puedo decir que es un instinto, pero sí una sensación de ansiedad que nos arrastra a hacer cosas maravillosas o cosas que quizá no deberíamos hacer”.
Kya se pregunta cómo sobrevivir en un mundo donde la deshonestidad es constante. “Los humanos son como luciérnagas que tienen una hermosa luz que usan en su beneficio. Ella aprende cosas buenas y cosas malas porque no conoce la moral social, así que cada día tiene que encontrar el balance entre su genética animal y el deseo de ser agradable con los otros”.
Para Delia, “durante millones de años hemos quitado del camino a otras especies para quedarnos con las últimas gotas de agua en la temporada de sequía. Vivimos a través de nuestros instintos pero también con un código de conducta. Tendríamos que vernos a nosotros mismos como parte de la naturaleza para cambiar la historia”.
Salvaje de corazón
La infancia de Owens fue muy parecida a la de Kya. “Nací en Georgia del Sur y tuve la suerte de tener una madre que era una chica sureña pero también tenía un lado aventurero; siempre me impulsó a recorrer los bosques. Me decía: ve a donde cantan los cangrejos. Fue por ella que pasé la mayor parte de mi tiempo en la naturaleza. En África descubrí que el comportamiento de los animales es muy parecido al de las personas; eso me inspiró para escribir este libro”.
Delia vivió mucho tiempo en retraimiento y reconoce que “pocos se dan cuenta de cómo la soledad puede cambiar a una persona, pues nuestra genética nos lleva a vivir en grupos. Cuando perdemos este contacto, también nos abandona la confianza, pero muchas veces tenemos más de lo que creemos que poseemos. No tienes que vivir en una ciénaga para estar sola. Hay quienes viven en ciudades con millones de personas y se sienten abandonados”.
Junto con su ex esposo Mark, la zoóloga escribió tres libros sobre la vida silvestre en África. Ganó el premio John Burroughs para Escritura sobre la Naturaleza, el premio Golden Ark del Príncipe Bernhard de los Países Bajos y el Premio a la Excelencia de la Universidad de California. Hoy, a sus 71 años de edad, se siente emocionada por comenzar una nueva carrera como novelista. Entre risas, señala: “Se suponía que a esta edad debía estar retirada, pero ahora estoy haciendo una segunda carrera. Es maravilloso escribir con todo este camino andado, porque he aprendido mucho de la vida, y si no tengo nunca más un éxito semejante al de La chica salvaje no sentiré la menor presión”.
Pronto, su primer título será llevado al cine y Owens se encuentra escribiendo su segunda novela, que no será una secuela pero seguirá en la misma línea al explorar cómo podemos aprender de nosotros mismos contemplando la naturaleza. “Creo que todos, alguna vez en nuestra vida, nos hemos sentido en un lugar tenebroso e inhóspito y creemos que no podremos volver a salir a la luz, pero sí podemos”, finaliza.
ÁSS