Originaria de Chile y reconocida con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2012, Lina Meruane se ha ganado un lugar preponderante entre las escritoras contemporáneas en Latinoamérica. Títulos como Sangre en el ojo, Sistema nervioso o Viajes virales, revelan una de las temáticas que han marcado su literatura: el cuerpo, sus funciones y disfunciones, la muerte.
De padres médicos, su formación en esta materia se dio en las sobremesas de su casa. “La mirada médica sobre el cuerpo es parte de mi fundación”, dice. Este afán la ha llevado lo mismo a visitar la morgue que a coleccionar costras, uñas, dientes, y hasta el cálculo vesicular de su abuela. Comenzó con las placas que le hacían en el ortodoncista, “pequeñas esculturas de la boca que se iban modificando”, y que almacenó junto con los dientes.
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Desde niña coleccionó mariposas, estampillas, servilletas o recortes de periódico, hasta formar un archivo que más tarde fue motor de su quehacer literario. “Siempre que he escrito es porque ya tengo un estuche de archivos, de materiales, de anécdotas, de imágenes que estimulan mi imaginación y me entregan ciertos datos interesantes de la realidad”.
En Sangre en el ojo, una novela sobre medicina y vulnerabilidad, Meruane habla sobre la victimización que hacemos de los enfermos, pero también de los recursos que éstos tienen: “las trampas o las tretas del débil, como las definió Josefina Ludmer, refiriéndose a las mujeres que, al no tener el poder, buscan formas de ejercerlo. Esto mismo les pasa a los enfermos, sobre todo a los enfermos crónicos. A nadie le gusta estar en desventaja, nadie quiere ser vulnerable, sino tener control sobre su cuerpo y lo que está a su alrededor”.
“En el caso de las mujeres”, continúa Meruane, “seguimos usando las tretas del débil porque estamos educadas para trabajar lateralmente, para no enfrentar la discusión directa. Es muy trabajoso vivir en la discusión, en la argumentación, en la manifestación, y un camino corto es esta treta, los modos de la manipulación que hemos aprendido de nuestras abuelas. Sin embargo, este es un momento muy interesante porque estamos dejando de usar el recurso lateral para enfrentar más directamente al gran poder, el social, el político, el económico, y también los micro poderes que existen en los espacios del hogar: al compañero, a los hijos, a las mujeres con quienes convivimos y trabajamos. Espero que ese levantamiento que vemos en los medios y en la calle se instale también en el domicilio, el espacio de trabajo, y nos haga conscientes no solo del modo como enfrentamos a la gente que tenemos por encima sino a la que trabaja para nosotros, a nuestros colegas. Comprender que el poder está en todas partes y hay que trabajarlo de otra manera. Hay que apartarnos del juego manipulador y expresar la injusticia que vivimos para generar un cambio en la estructura de la sociedad”.
Para Meruane, el feminismo no puede verse como un movimiento homogéneo. Variables como el género, la clase social, la edad, la raza, hacen más complejo el escenario reflexivo y activo de la mujer. “Hay una partición del movimiento feminista. Algunas mujeres se manifiestan contra el poder, pero hay quienes lo apoyan y eso es muy preocupante. En Brasil, por ejemplo, uno esperaría que muchas mujeres estuvieran en contra de un presidente de ultraderecha. No obstante, aun siendo misógino, racista, fascista, hay quienes lo defienden, mujeres profesionales, educadas. Estamos en un momento importante para el feminismo como movimiento, o esa parte del feminismo que busca cambios más radicales”.
En el libro Contra los hijos, Meruane ensaya sobre la imposición de la maternidad: cómo los discursos están articulados para hacer sentir a las mujeres que su rol en la vida es tener hijos y señalar a quienes deciden no tenerlos o no sienten ese llamado. “Son discursos que se imponen sin mediación, lo mismo que la oposición al aborto y a la educación sexual para prevenir el embarazo juvenil o no deseado. Comencé por ahí pero mientras investigaba, tanto a través de cuestiones anecdóticas como de estudios sociológicos más serios, pensé en la fuerte imposición, no solo de la maternidad, sino del deber ser un tipo de madre. Me di cuenta de que hay un disciplinamiento del rol de la madre, y tiene mucho que ver con el contragolpe social de volver a llamar a las mujeres a la casa en un momento de auge de los discursos conservadores”.
La cercanía con Gabriela Mistral ha sido un detonador del interés de Meruane por la mujer. La leyó de niña, en la época de la dictadura en Chile.
“Entonces era la Mistral maestra, preocupada por los niños, la mujer que sentía frustración por la no maternidad; una Mistral muy solemne, triste, un modelo femenino muy desempoderado, en un momento difícil para ella, una mujer lesbiana. Hoy se pueden leer esos mismos poemas y entender lo que intentaba hacer. En la serie Locas mujeres reivindica a quienes eligieron otros caminos, pensaron y desearon de otra manera. Hay un rescate de las mujeres que optaron por vidas distintas, por viajar y enfrentarse a otros mundos. La propia Mistral habla de ‘matar a la otra que hay en mí’, la conservadora, la que recibe el maltrato social. Esa Mistral me parece muy poderosa, es la que hoy deberíamos estar leyendo las mujeres”.
En un texto sobre la pasión por la literatura, Meruane apunta: “Se escribe para poder llevar el peso insoportable de la realidad”. Esta reflexión parecería referirnos a Gabriela Mistral; sin embargo, Lina Meruane la sitúa en el contexto del mundo actual. “Se podría decir, usando el cliché, que vivimos en una realidad que supera a la ficción. Estamos en un momento muy difícil, y lo que nos permite el ejercicio literario, la escritura, es acercarnos a los problemas de manera crítica, compartirlos e imaginar escenarios posibles, salir de la dureza de un momento en que cuesta tener esperanza”.
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