Sensé es en sí misma la sensualidad. Cambia todo el tiempo y lo hace en función del hombre que pretende cortejarla. A partir de indagar en las raíces del erotismo, Federico Reyes Heroles (Ciudad de México, 1955) construye un personaje femenino que sabe ejercer su capacidad para seducir y descolocar al varón en turno. Escrita con sutileza, Sensé (Alfaguara) es una novela donde los valores y prejuicios salen de su órbita. En entrevista, el escritor sostiene que no reconocer la belleza del cuerpo “es negar la historia de Occidente y de Oriente”.
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—Llama la atención la elegancia con que escribió Sensé.
El tono se asemeja al de mi primera novela, Ante los ojos de Desirée. Al afrontar una novela, antes que cualquier otra cosa defino el tono, cómo debe sonar la página. La génesis de Sensé está en una Semana Santa que pasé con mi esposa hace dos años en Taxco. Cuando vi los actos de autoflagelación me cuestioné sobre la forma en que hemos perdido la cultura del erotismo. El tema en sí mismo me obligaba a ser muy cuidadoso del lenguaje.
—¿Cómo es que una novela sobre erotismo surge de algo tan opuesto como una procesión?
Es curioso. El erotismo es una de las aportaciones más importantes de la cultura occidental. Es difícil imaginar nuestra vida actual sin este tipo de manifestaciones. Sin embargo, siento que se ha ido perdiendo y es entendible por el debate a favor de los derechos de la mujer. Tengo esposa y soy padre de dos hijas, así que no podía estar más a favor. El problema es que, en esa tensión, el péndulo se fue hacia el otro extremo. Ya no podemos decirle a una mujer “Qué guapa vienes” porque puede tomarse como ofensa. Me gustó la reacción ante el movimiento MeToo de francesas como Catherine Deneuve. Cuestionaron: “¿cómo quieren que se establezca un primer contacto entre un varón y una mujer si se niega cualquier posibilidad de flirteo?” Sensé, por tanto, no podía ser el prototipo de una mujer. No es rubia, alta, baja o morena. Es una actitud ante la vida.
—Es un personaje empoderado por medio del erotismo.
¿Por qué no usar algo que es suyo? Uno no puede circular por la vida, decía Rius, como si la belleza no existiera. No tiene nada de malo decir “qué hermosos ojos tienes” o que un varón registre el esfuerzo de las mujeres por verse bien. En un mundo de libertades me parecía interesante poner este tema sobre la mesa.
—Pero, a la vez, Sensé disfruta ser seducida. ¿Cómo manejarlo desde una perspectiva de empoderamiento para no generar el efecto contrario en el lector?
Ella seduce intencionalmente a fin de provocar cierta condición en la víctima que le inyecta vitalidad. Como es inasible, no podemos suponer que el final será llegar a la cama.
—Algo similar a lo que plantea Kierkegaard en el Diario de un seductor. El objetivo es la seducción y no llegar a la cama.
No recordaba ese texto, pero tiene razón. De hecho, tanto el fotógrafo como el pintor desvarían y no pueden entender el gozo y la despedida de Sensé. Por eso ella les reclama su necesidad de posesión. Quería cuestionar a los varones y esas ideas de “tiene que ser mía”, “la quiero como mi musa para siempre”. Los hombres debemos aprender a convivir con la belleza si no queremos cancelarla de nuestra vida cotidiana.
—¿Qué tipo de relación estableció usted con los personajes de la novela para plantear los conflictos de género?
Nunca tengo una estructura preconcebida de los personajes. Solo me dicen qué tan poderosos o débiles son. Me ha ocurrido que pienso que un personaje será muy poderoso y resulta que no, o viceversa. Respeto sus impulsos y Sensé resultó seductora todo el tiempo. Quería que su nombre representara la “s” de sensualidad, pero también el misterio que envuelve a la mujer. Uno de mis libros favoritos es Los miserables y una de las cosas que más me impresiona de Victor Hugo es la forma en que se aproxima a los personajes para leer su alma y condición.
—En el contexto actual, su novela podría leerse como una historia acerca de la cosificación del erotismo femenino a manos de un hombre.
Mi resquemor era la teoría de la mujer objeto. Ahí hemos perdido un territorio bellísimo como es el erotismo. Podemos traer a la mujer objeto en el celular o verla en el uso de las edecanes para eventos públicos. Agradezco y celebro la crítica a la mujer que adorna y se pasea como florero. Pero no reconocer que el cuerpo mismo es belleza es negar la historia de Occidente y de Oriente. En las reacciones pendulares por hacer una crítica muy válida olvidamos los territorios intermedios.
—En sus novelas hay personajes femeninos importantes. ¿Por qué?
Así se ha desarrollado mi vida. Cuando escribí Ante los ojos de Desirée, tenía 23 años y estaba indagando alrededor del deseo. En Noche tibia, me dediqué a observar sus comportamientos y acciones, a mirar cómo se acicalan. Me parece delicioso observar a Beatriz, mi esposa, durante 40 años y ahora a mis hijas. Si entro en una reunión tiendo a irme al grupo de mujeres. Sus pláticas suelen ser más realistas. Me parece exagerado que un varón no pueda hablar de algo que ha vivido y que le parece importante en su vida. El erotismo es fundamental para los hombres y para las mujeres.
—¿En lo cotidiano, se está replanteando la relación hombre-mujer?
Hay un enorme miedo, y en los millenials es muy claro, a establecer una relación estable. La construcción de la pareja no está de moda. Todo debe ser rápido y efímero. Estamos en una etapa de volatilidad o, como diría Bauman, de sociedades líquidas. Ya empezamos a ver las consecuencias de la no construcción de las relaciones humanas. Uno de cada tres franceses se declara solo; no que viva solo, sino en soledad. Se calcula que para 2025 la depresión será considerada la primera causal de incapacidad laboral. En Corea del Sur el número de contactos reales ha disminuido sistemáticamente. Necesitamos restablecer de fondo la comunicación humana.
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