‘Faya Dayi’: la verdad de la ficción

Cine

La cineasta Jessica Bashir entreteje la mitología sufí con la actualidad de la drogadicción en Etiopía, lo documental con la poesía.

Fotograma de ‘Faya Dayi’. (Janus Films)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

Durante una charla que concedió la directora mexicana y etíope Jessica Bashir a Afrimages, Cinémas d'Afrique, la artista compartió lo que, dice, sirvió de inspiración para filmar una de las películas más hermosas que yo haya visto. Faya Dayi (disponible en Mubi), dice Basher, está basada en un mito sufí de la comunidad harrar en el Cuerno de África.

El mito es así: hubo una vez un emir, Azurkherlain, que sufría ante el hecho de tener que morir. En sueños, Dios lo envió a buscar el agua de la vida eterna, el Maoul Hayat. Para hacer la travesía, Azurkherlain invitó a dos amigos, Elías y Khedir. Este último llegó el primero. Bebió tanto que casi secó el lago y se transformó en luz. Elías llegó el segundo y bebió el fango. Se transformó en oscuridad. El emir Azurherlaini fue el último en llegar. El lago, por supuesto, ya se había secado. El héroe clamó al cielo lamentando haber sido el primero en recibir el llamado y sin embargo haber sido el último en llegar. No tengo esposa ni hijos, reclamó a dios, ¿quién me recordará cuando yo muera? Dios, en su misericordia, le regaló una hierba, el khat. Dijo el Altísimo: cualquiera que masque esta hierba se acordará de ti.

Lo primero que hay que notar es que esta historia no resulta del todo evidente en la película Faya Dayi, una obra que se anuncia como documental pero que es mucho más que eso. Faya Dayi es una obra de arte visual cuyas imágenes recuerdan a las de otra mexicana en tierras ignotas. Tanto Graciela Iturbide como Jessica Beshir pasan años en comunidades en las que viven junto a hombres, mujeres y niños que desconocen por voluntad propia la lógica occidental. Gente que ha decidido comunicarse con la tierra y el cosmos con la naturalidad con la que nosotros nos comunicamos con un celular.

La lógica de la mercadotecnia occidental dice, pues, que Faya Dayi es un documental; que hay que creer a todo lo que narra. Pero el arte es más complejo. Faya Dayi es un canto polifónico de muchachos que cultivan, trafican y se drogan con khat (a ellos, visualmente, la directora los asocia con humo) y mujeres que los aman y los ven migrar (a ellas la directora las asocia con tela). La propia Beshir interpreta a una mujer enamorada en esta obra que escribió, produjo y fotografió durante diez años.

La trilogía calabrese de Carpignano cuenta esta historia desde el punto de vista occidental, Faya Dayi lo hace desde el ojo de quien muchas veces ha muerto en el mar. Al menos, piensa uno, se ahogarán mascando khat; soñando con Azurherlaini. Pero, ¿dónde existe este mito? No hay en sitios académicos ni en libros indexados por buscadores digitales ni en inteligencias artificiales, referencias a un héroe llamado Azurherlaini que fuese acompañado por Elías y Khedir para recibir el khat. Es posible, claro, que como dice la directora todo esto se lo haya contado un poeta sufí durante una ceremonia que, como las que se hacen antes de ingerir peyote en México, tienen el poder de exaltar la imaginación. Pero en Etiopía, hasta donde sabemos, no hay sufíes.

En un texto del doctor Abdullahi Sherif, este se queja de que el documental de Jessica Beshir es completamente inventado. Es más, dice, ni siquiera está hablado en harari. Y uno piensa: ¿a quién le importa? Si con los recuerdos de su familia, Beshir creó una cosmogonía para hacer esta joya, vale aún más. Las quejas de quien dicen que lo que cuenta no es cierto son como las de un mexicano que, indignado, dijese que Comala es un invento poético y no documental.

Faya Dayi

Jessica Beshir | Etiopía, México | 2021

AQ

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