Fernando de León (Guadalajara, 1971) es narrador y ensayista. Narrativas verdaderas (UANL, 2021) es su libro más reciente. Se trata de una colección de ensayos literarios en los que examina a sus narradores de cabecera, aquellos que lo formaron como lector y lo influenciaron como creador. Francisco Tario, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Jorge Luis Borges e Italo Calvino desfilan por estas páginas, pero también lo hacen Sherlock Holmes, el monstruo de Frankenstein y los detectives Martin Hart y Rustin Cohle, protagonistas de la serie True Detective.
El libro “sintetiza mi trayectoria como lector”, dice el autor tapatío en esta conversación con Laberinto sobre los alcances de la reflexión ensayística, el juego de la escritura y la transfiguración del canon literario.
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—Toda selección implica necesariamente un descarte. ¿Cómo ocurrió ese proceso en Narrativas verdaderas? Es decir, ¿por qué estos autores y no otros?
Estos son mis libros de cabecera. Son los autores que más me han influenciado como autor. Son ensayos que he ido escribiendo a lo largo de varios momentos, en distintos años. La respuesta es muy sencilla: ¿por qué estos y no otros? Porque estos me afectaron como lector.
—¿Cómo se encuentran miradas novedosas al escribir sobre autores que han sido abordados desde muchas perspectivas?
El ensayo exige escribir desde la admiración. Como nos lo plantea Montaigne, el ensayo es una observación de uno mismo; yo como el objeto de mi estudio. Y a partir de esa contemplación a uno mismo, se encuentra lo que causa admiración en los libros de los otros, en las palabras de los demás. Escribir desde ahí, desde la honestidad que da la admiración, es fácil. No se trata de buscar necesariamente la mirada nueva, pero sí la mirada particular como lector. La admiración siempre nos lleva a lugares nuevos.
—Tus ensayos son muy didácticos, como una entrada el universo de los autores que abordas. ¿Por qué fue importante elegir este tono?
Tanto Siete noches de Borges, como las Seis propuestas para el próximo milenio (dos textos referidos en el libro), tienen esa virtud. El Borges de Siete noches es un autor completamente transparente que ama la literatura y contagia su amor por ella. Lo mismo pasa con el texto de Calvino, que es un libro bastante educativo. A mí me gusta la idea del ensayo con ese tono, que es más de charla de café. Es un tono más relajado, más dispuesto a compartir que a imponer ciertas ideas.
—En ese sentido, ¿consideras que el ensayo literario debería aspirar siempre a hacer una invitación?
El ensayo literario, desde Montaigne, es una invitación abierta. Claro que también ha sido visto como una herramienta de la academia, y por lo tanto tiene otras reglas, es otro juego. El ensayo literario es más hospitalario, más flexible. Como género moderno, tiene más plasticidad.
—Llama la atención la ausencia de escritoras, ¿a qué se debe?
Por un lado, en Narrativas verdaderas estaba dispuesto a cumplir cierto homenaje a autores que me formaron, a los primeros que me encontré como lector. En ese sentido tengo que ser muy honesto: yo encontré a las autoras que ahora me parecen valiosas hasta mucho tiempo después. Podría pensar en un libro de ensayos que acudieran a la obra de Amparo Dávila, Esther Seligson, Angélica Gorodisher o Verónica Murguía. Estas autoras, además, son completamente anticanónicas, porque su escritura no refleja el canon literario que en su momento estaba impuesto por hombres. Aplaudo el hecho de que por fin las estemos leyendo con su debido interés, pero Narrativas verdaderas estaba enfocado a mis cimientos como lector. Sin duda, en un libro futuro podré saldar deudas con las autoras.
ÁSS