La poética del cine LGBT

Cine

En 1947 se estrenó Fireworks, de Kenneth Anger, considerada la primera película con temática homosexual; revisamos su influencia y el imaginario que la conforma.

Fotograma de 'Fireworks', película de 1947 dirigida por Kenneth Anger. (Foto: IMDb)
Fernando Zamora
Ciudad de México /

En 1947 se filmó la primera película gay. Fireworks, de Kenneth Anger, resume todo el pasado de un subgénero que hoy agrupa a La Jaula de las Locas y a Secreto en la montaña. Su influencia primigenia es, por supuesto, la primera película homosexual.

En 1895 Edison buscaba un modo de sincronizar imagen y sonido. No había cerca ninguna mujer, de modo que pidió a dos trabajadores que se tomaran de la mano y bailaran al ritmo de un violín. Nació así Dickson Experimental Sound Film, una película que resulta cómica si es que uno encuentra cómicos los chistes de compadres. Lo importante es que en el principio del cine homosexual está el escarnio. Un ridículo del que se apodera, para reivindicarlo, el cine gay.

Fireworks tiene también la fuerza en la imagen de las películas de James S. Watson y Melville Webber. Ambos dirigieron, en 1928, La caída de la casa de Usher. Como La caída, Fireworks echa mano de decorados extravagantes, pero mientras la obra de Watson y Webber presenta la sexualidad de modo indefinido, enmascarada detrás de la sensualidad y el simbolismo (una mano se desliza sobre una tela, un martillo cae contumaz como la culpa), la película de Kenneth Anger se nos presenta tan explícita como podía serlo una obra que se estrenó durante el Festival de Biarritz en 1949.

Además de estas películas, Fireworks contiene la belleza de la versión de Salomé de Oscar Wilde que dirigió Charles Bryant en 1923 junto a su esposa Alla Nazimova. Salomé es, por su belleza, la más significativa de las influencias de Anger y, por extensión, del cine gay. Claro, junto a La sangre de un poeta, de Jean Cocteau, cuyos elogios, por repetidos, sobran. No sobra, en cambio, mencionar otros antecedentes que conforman la poética gay muy a su pesar.

Se sabe que El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, es una obra de propaganda nazi. Y, sin embargo, como hace notar Sarah Schulman en un artículo de otoño del 2003 en el Millenium Film Journal, hay en esta película todo aquello que terminará por ser exaltado en la cultura gay producida para varones. En efecto, Riefenstahl nos presenta un mundo hecho exclusivamente de hombres jóvenes que se juran lealtad y juntos marchan, hacen deporte y se meten a la ducha.

Fue durante la Segunda Guerra Mundial que comenzó a surgir el estereotipo del fortachón enamorado de otro igual de fortachón. Y no por ser estereotipo resulta menos efectivo. Funciona bien en Ben Hur. En ella, William Wyler dirigió a Stephen Boyd como un Mesala que despechado decide hacer la vida imposible a Charlton Heston.

Todo este cine que de manera implícita evoca el imaginario del homoerotismo estalla en los Fireworks de Kenneth Anger, cúspide del avant-garde estadunidense, que parece querer contar la historia de un joven prostituto que va más allá de su vida de hijo de familia para salir a la calle y encontrarse con otro prostituto como él. Juntos los dos muchachos se muestran los pectorales. Uno le enciende al otro el cigarro con una enorme tea ardiendo que casi lo quema. Todo parece salido del imaginario de Tom de Finlandia. Y es que para hablar de la poética gay en Fireworks también valdría la pena pensar el mundo de la sensualidad homosexual en el arte pictórico. Pero no hay espacio. Baste pensar en el universo de lo kitsch y lo naif que también explota, gozoso y sin reparos, en Fireworks de Kenneth Anger.

Todas las películas que aquí se discuten pueden verse de forma gratuita en YouTube. 

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