Francisco Toledo fue un entusiasta editor de publicaciones desde los tiempos en que se creó la Casa de la Cultura de Juchitán, en 1972. Fue uno de sus principales fundadores y solía recordar cómo se empezaron a imprimir y editar hojas, volantes, invitaciones y carteles de las numerosas exposiciones que ahí se organizaban. Aparecieron también en ese entonces, hacía memoria, una serie de cuadernitos, cuadernillos, folletos con canciones en zapoteco, corridos, títulos primordiales de Juchitán.
Contaba que cuando la COCEI (Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo de Tehuantepec) triunfó en las elecciones municipales de 1981, logrando sacar por primera vez al PRI del gobierno local, los fundadores de la Casa de la Cultura crearon una editorial llamada Ediciones del H. Ayuntamiento Popular de Juchitán. Se quería apoyar al nuevo gobierno, el primero de corte socialista en el país, a través de publicaciones que impulsaran la cultura, la historia y la lengua del lugar, el zapoteco, en las variantes del Istmo de Tehuantepec.
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Como órgano de difusión de aquella Casa de la Cultura se había creado la revista Guchachi’ Reza —Iguana Rajada—, en la cual se publicaron textos literarios, políticos y hallazgos importantes de los archivos históricos de la comunidad. El maestro Toledo guardaba y cuidaba como un tesoro los documentos y revistas de esta época que conservaba en su poder, y reconocía al detalle cada fotografía, suceso o personaje de que trataban los textos.
Era un gozo tener la oportunidad de escucharlo hablar de estos temas, porque a veces estaban ligados a su propia historia familiar, en la que hubo personajes como el Che Gómez, opositor y enemigo de Benito Juárez Maza, gobernador de Oaxaca.
Las historias de los levantamientos y las luchas civiles en la tierra de sus ancestros lo habían cautivado desde niño mientras escuchaba a sus mayores, como su tía Laureana, y en cuanto pudo indagó e investigó sobre el asunto hasta dar con las cartas, los telegramas y las fotografías que guardaba su tía Guillermina en la Ciudad de México, editadas finalmente en el libro Cartas y telegramas.
Toledo contaba con humor que los papeles de Benito Juárez Maza se habían llevado al archivo de la Universidad de Oaxaca y se guardaban en la Biblioteca Francisco de Burgoa, al igual que los de Che Gómez, para que los dos estuvieran finalmente juntos.
Vista su inagotable curiosidad por saber de los acontecimientos o documentos que le parecían relevantes, no fue extraño que se interesara en la publicación de textos como el precioso facsímil del Vocabulario en lengua zapoteca de Juan de Córdova. Documento del siglo XVI, editado por Ediciones Toledo, primero, y luego por Editorial Calamus, este vocabulario es de consulta imprescindible para todo traductor de la lengua zapoteca, en cualquiera de sus variantes y épocas, sea la antigua o la actual.
Cuando Toledo se enteró de que el impresor Juan Pascoe había descubierto, en una librería de viejo, un libro de fábulas de Esopo impreso en 1849 en Oaxaca por Ignacio Rincón, que había servido para la enseñanza del latín a los estudiantes del Colegio Seminario, quiso celebrarlo. Propuso a María Isabel Grañén Porrúa la publicación de las fábulas en las lenguas oaxaqueñas, empezando por el zapoteco.
Así se hizo y se integró en 2014 el equipo fundador de traductores quienes, a la vez, seleccionaron las veinte fábulas con que inició la primera publicación, editada en el zapoteco de cuatro regiones de Oaxaca y sus variantes locales. Este primer ejercicio se distinguió por importantes decisiones que los traductores tomaron al elaborar las versiones de las fábulas en español, para lo cual recibieron cuidadosas observaciones y comentarios del maestro Toledo.
A iniciativa de ellos, en la publicación bilingüe siempre va publicada, en primer lugar, la lengua oaxaqueña respectiva, sea zapoteco, mixteco, mixe o ixcateco, antes que el español. De igual manera, introdujeron elementos de las culturas locales e incorporaron las historias tradiciones de las comunidades.
Justo en ese momento inicial de su integración, me sumé al grupo de trabajo que preparaba las fábulas como enlace y facilitadora entre los traductores y los diseñadores, y en el proceso del cuidado editorial, que en lo general coordinaba el maestro.
Una decisión de Toledo, muy bien pensada, fue que las ediciones contaran siempre con las grabaciones de los textos leídos en las distintas lenguas, y se integraran a los libros en un disco. Con el tiempo se ha comprobado que ese material sonoro es de invaluable ayuda pedagógica. Pensando especialmente en los niños, fue idea suya que hubiera, al final del texto, una sección para que los lectores escribieran las historias de su invención. A ese espacio lo acompañan ilustraciones de Toledo para iluminar. Buscaba que los textos fueran de fácil acceso como material de lectura y de trabajo, y quiso que se pusieran a prueba en algunas escuelas antes de salir a la luz.
Su interés por las versiones oaxaqueñas de las fábulas estaba ligado también a que serían un valioso material educativo para los Caminos de la Iguana, talleres de enseñanza del zapoteco que habían fundado y por ese entonces llevaban a cabo, en el Istmo de Tehuantepec, la poeta Natalia Toledo, hija suya, y el lingüista Víctor Cata. Estos talleres se extendieron después con los caminos abiertos en la Sierra Sur, a cargo del escritor Pergentino José Ruiz, y en los Valles Centrales, del profesor Zeferino Mendoza.
Cuando al maestro Toledo se le preguntaba por qué publicar las fábulas de Esopo en lugar de otros textos disponibles como leyendas, historias o pequeñas narraciones de los pueblos, respondía que todos conocíamos a Esopo. Incluso en las comunidades se le conoce, decía, porque sus fábulas habían llegado de tiempo atrás a través de la catequesis o la castellanización, y en las poblaciones se les reconocía y recreaba con facilidad. Desde este punto de vista propuso no negarse a lo de afuera cuando era valioso y útil.
Toledo quería que las fábulas fueran traducidas a todas las lenguas de Oaxaca. La pérdida de las lenguas por falta de práctica, uso y divulgación dentro de las familias y la comunidad le parecía terrible, un desastre irreparable. Por eso se interesó en el aprendizaje de los jóvenes normalistas, aquellos en camino de enseñar en su lengua de origen. Le preocupaba su formación como traductores. Ideó para ellos, quienes se preparan aún bajo condiciones de tremenda precariedad, becas que les permitieran continuar con sus estudios.
En cada una de las ediciones de las fábulas de Esopo realizadas en las otras lenguas, aparte del zapoteco, mixteco, mixe e ixcateco, Toledo puso un interés particular. Buscó a las personas idóneas para llevar a cabo las traducciones. Gracias a eso se obtuvo la participación de estudiosos excepcionales como Domingo Cruz Salvador, Juan Carlos Reyes Gómez y Michael Swanton. Estos dos últimos aportaron profundos estudios introductorios que enfocan el tesoro lingüístico de Oaxaca, el lugar con mayor diversidad de lenguas en México.
En enero de este 2019 se presentaron en el IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca) las fábulas de Esopo en ixcateco, la lengua oaxaqueña con más riesgo de desaparecer. De sus hablantes quedan dos, quizá tres sabios, ancianos que podrán, mientras vivan, allegar conceptos y pensamientos de un mundo ya solo palpable a plenitud en su memoria. Las voces de Cipriano Ramírez Guzmán y Pedro Salazar Gutiérrez quedaron grabadas y sus palabras inscritas en el texto. Toledo tuvo la satisfacción de ver este libro publicado después de un largo y afortunado trayecto.
Para él, la mejor manera de preservar una lengua era formando lectores, publicando, haciendo libros, revistas, periódicos; haciendo radio comunitaria, produciendo discos, música, videos, cine, cómics, materiales educativos en las lenguas de Oaxaca.
Hay que hacer todo lo necesario, todo lo que motive a seguir hablando las lenguas, decía.
Ese era el reto y lo sigue siendo.
ÁSS