Laberinto conversó con Gerardo Herrera Corral, profesor del Departamento de Física del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional sobre la situación que atraviesa la comunidad científica en México, sobre la importancia de la libertad académica y el efecto del discurso del gobierno en el ámbito científico.
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—¿Cómo es percibida la ciencia en México?
En términos generales, la ciencia y la tecnología en México no han sido apreciadas suficientemente. Eso es una verdad que todos conocemos. Es un hecho que en los países de Europa, de Asia del Norte y en Estados Unidos, la ciencia ha jugado un papel importante para la sociedad. En México, el proceso de reconocimiento del impacto que pueda tener la ciencia en la sociedad ha sido muy lento. Este reconocimiento se ha ido construyendo a lo largo de muchos años y ha ido ganando terreno.
Estamos en mucha mejor posición que hace 20 o 30 años. Ahora tenemos una infraestructura fantástica, una agencia de financiamiento, foros, instancias, colegios aquí y allá.
—¿Cuál ha sido el rol de la ciencia y la tecnología desde la perspectiva del Estado mexicano?
Desde que recuerdo, la gente aspiraba a que la política en ciencia, tecnología e innovación fuera una política a nivel de Estado. ¿Esto qué significa? Que en los más altos niveles de gobierno se considerasen las políticas, las directrices, la manera en que se debía desarrollar la ciencia.
Se ha ido desarrollando la infraestructura social y organizativa que permitió comenzar a discutir temas de ciencia y tecnología en niveles cada vez más altos. Sin embargo, sigue siendo una aspiración el que se considere esto como tema importante de discusión para la creación de leyes en los tres poderes. Si recordamos, la Ley de Ciencia y Tecnología es relativamente reciente. Hace apenas unos años que se creó y fue un paso enorme para empezar a considerar a la ciencia como una parte de la política del Estado.
—¿Cuál es la situación en la que las nuevas políticas del Estado han puesto a la ciencia?
Ahora tenemos una situación muy difícil y complicada en el área de ciencia y tecnología. No se ha dejado de escuchar la voz de científicos y tecnólogos por la incomodidad que han generado los cambios desde que fue electo el presidente Andrés Manuel López Obrador. Comenzó cuando la nueva directora del Conacyt envió un comunicado al entonces director de esa institución, Enrique Cabrero Mendoza, en el sentido de pedirle que se cortaran los proyectos y las iniciativas que habían sido aprobados para el siguiente año. Fue un episodio que marcaría lo que vendría después, es decir, una situación de alerta en la comunidad, como la posible participación de la directora del Conacyt en una iniciativa que se presentó en la Cámara de Diputados y en la de Senadores para modificar la Ley de Ciencia y Tecnología.
El Cinvestav fue una de las instituciones fuertemente amenazadas por esta ley, que planteaba la posibilidad de eliminar estímulos y becas. Eliminarlos significaría reducir los salarios de manera drástica implicando que muchos miembros de la comunidad nos iríamos al extranjero. Por fortuna, la ley reconsideró y lo que ahora está en discusión ha cambiado mucho de la iniciativa original que se había presentado.
Actualmente el Conacyt tiene convocatorias abiertas, el Sistema Nacional de Investigadores está caminando y el sistema de becas está funcionando.
—En diciembre pasado, usted dijo que los científicos en México gozaban de libertad. ¿Cómo se siente hoy al respecto?
La libertad académica es un valor universal, está en el núcleo mismo del quehacer científico. La libertad académica tiene que ver con la enseñanza, con la docencia, con los programas educativos, pero también con las opciones que tenemos de investigar.
Siempre ha habido un deseo comprensible de la sociedad y del gobierno por que los científicos nos enfoquemos en resolver los problemas sociales. Eso ha sido también percibido como una exigencia legítima, pero no debe ni puede ser de ninguna manera una exigencia que limite la libertad.
Ese discurso no se ha reflejado en acciones en la operatividad de la ciencia. No ha habido ninguna nueva reglamentación que nos imponga y limite esa libertad, pero seguimos en un clima de incertidumbre porque el discurso actual genera una inquietud enorme en la comunidad.
Ahora tenemos el problema de la inminente desaparición del Foro Consultivo Científico y Tecnológico que nos tiene otra vez a todos asustados porque se trata de eliminar espacios de discusión y los científicos estamos acostumbrados a tener órganos colegiados y estamos contentos cuando hay nuevos y más espacios de discusión.
Toda esta situación tendrá un precio. El precio que se va a pagar es impredecible, no sabemos qué va a ocurrir, pero sí es cierto que la comunidad se está organizando. Es cierto que, por ejemplo, en el Cinvestav, donde por muchos años trabajamos con tranquilidad sin la necesidad de un sindicato, ahora lo estamos considerando. Esa es una consecuencia de esta incertidumbre en la que estamos sumergidos con este discurso de gobierno. Que la comunidad se organice, que escriba artículos en los periódicos, que salga a las calles, se manifieste, que hagamos marchas y que estemos en pie de lucha; es algo que tendrá consecuencias de manera inevitable y es algo que yo creo que debería considerar también el gobierno. No creo que esto vaya a terminar solamente con estarse retractando en cada una de las iniciativas que la comunidad percibe como negativas. Creo que hay que empezar a considerar de mejor manera cómo incluir a la comunidad.
Por otro lado, como decía Monsiváis, la oposición es el análisis. Que exista una discusión, que se pongan sobre la mesa estos temas es bueno para ambas partes. Que la discusión sirva para que mejore la manera de organizarse, pero que sirva también para mejorar la manera de administrar los recursos.
ÁSS