El venezolano Gustavo Dudamel Ramírez (Barquisimeto, 1981) es un ser hecho de música. En entrevista con Laberinto, el reconocido director de orquesta sostiene que en los “momentos cacofónicos que vivimos” la música es la respuesta para conseguir armonía. “En un mundo donde parece que nos esforzamos por no entender”, el violinista y compositor cree férreamente en el poder de la música para “transformar vidas”.
La celebridad que ha alcanzado está vinculada con su desempeño en los escenarios internacionales, particularmente con su labor, desde 2009, como director musical y artístico de la Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil), una de las orquestas con mayor prestigio en el mundo; sin embargo, él mismo reconoce que “su vida, su ser musical” se forjó en Venezuela.
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Nunca se ha deslindado de El Sistema, un exitoso programa de educación musical iniciado en 1975 por el legendario maestro José Antonio Abreu (1939-2018), quien se convirtió en mentor de Gustavo Dudamel, un niño prodigio que a los cuatro años ingresó a una orquesta que formaba parte del Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles, Infantiles y Preinfantiles de Venezuela. Para el director venezolano, El Sistema es una filosofía de vida donde la música es un agente de cambio social. Esta premisa ha determinado todas sus acciones: “arriba y abajo del podio”.
El Sistema revolucionó la enseñanza musical al abrir las puertas a niños para aprender a tocar un instrumento y, a través de la música, dar visibilidad a poblaciones marginadas.
Inspirado en él, Dudamel, junto a la Filarmónica de Los Ángeles, fundó en 2007 YOLA (la Orquestra Juvenil de Los Ángeles, por sus siglas en inglés), que proporciona a más de mil 300 niños y jóvenes vulnerables, de entre 6 y 18 años, educación artística intensiva.
Durante su visita a México, además de ofrecer tres conciertos con la Filarmónica de Los Ángeles —dos en el Palacio de Bellas Artes, los días 12 y 13 de noviembre, y el jueves 14 en el Auditorio Nacional (donde también se presentarán una veintena de músicos de YOLA)—, el músico venezolano promueve un intercambio cultural llamado “Encuentros”. Del 10 al 15 de noviembre, 96 músicos de YOLA, comandados por el chileno Paolo Bortolameolli, director asociado de LA Phil, y 100 músicos de Educación Musical del INBAL, participarán en clases magistrales, ensayos abiertos y recitales.
Además de su labor docente y de haber tenido bajo su batuta a las más prestigiosas orquestas del mundo, Dudamel es uno de los directores más versátiles de la actualidad: lo mismo dirige un danzón que una sinfonía. Ha llevado la música clásica a nuevos públicos, como cuando participó en 2016 en el medio tiempo del Súper Tazón de la NFL junto a estrellas del pop como Coldplay, Beyoncé y Bruno Mars.
En 2015, el célebre compositor de música de películas como Indiana Jones o Star Wars, John Williams, lo invitó a dirigir la banda sonora de El despertar de la fuerza. A partir de eso, las colaboraciones entre ambos talentos han sido frecuentes. El director venezolano decidió incluir obras de este autor estadunidense, como los temas de Jurassic Park, ET y Harry Potter, en el concierto que ofrecerá en el Auditorio Nacional.
—A poco más de un año de presentarse en México con la Filarmónica de Viena, regresa con LA Phil y con un repertorio muy latino.
Es un repertorio muy latino pero también presentaremos obras de músicos como John Williams. He amado su música toda mi vida. Siempre digo que ha hecho el soundtrack de nuestras vidas. Me siento identificado con su música en todas las etapas de mi vida. Es una gran oportunidad para que el público mexicano pueda escuchar esta música de la mano de la Filarmónica de Los Ángeles, que no ha estado en México desde hace dos décadas. LA Phil celebra cien años de haber sido fundada y nos unimos a la celebración de los 85 años del Palacio de Bellas Artes. Así es que resulta una combinación maravillosa.
—¿Cuál ha sido su relación con los músicos mexicanos?
Siempre tengo a México en el corazón. Desde hace muchos años México ha sido un gran apoyo para el desarrollo de El Sistema en Venezuela. Cuando el maestro José Antonio Abreu lo creó, una de las primeras personas que apoyó este proyecto fue el director Eduardo Mata, quien a su vez llevó a Carlos Chávez a Venezuela para que conociera El Sistema. Otro gran apoyo, en épocas más recientes, ha sido el maestro Arturo Márquez, a quien conocí cuando yo tenía 10 u 11 años. Es un súper campeón en el desarrollo de este programa porque lo conoce personalmente. Ha creado en México espacios de educación musical similares a El Sistema. México siempre ha tenido gran conexión con nuestro programa infantil y juvenil.
—Los conciertos en el Palacio de Bellas Artes incluirán una pieza de la mexicana Gabriela Ortiz, titulada Téenek. ¿Cómo se dio esta colaboración?
Además de ser una gran amiga mía, Gabriela Ortiz es una de las compositoras más importantes que hay en el mundo. Tiene un talento infinito y para mí es un privilegio tocar su música. Es una obra comisionada. Gabriela escribió esta pieza para que yo la tocara con la Filarmónica de Los Ángeles en el Festival CDMX, en el que celebramos la cultura mexicana y donde participaron artistas como Natalia Lafourcade, Café Tacvba y el cineasta Alejandro González Iñarritu. Téenek es una de las obras más brillantes que he dirigido. Su color, su textura, la armonía y el ritmo que tiene son algo muy particular. Gabriela posee una capacidad única de mostrar nuestra identidad latina.
—El repertorio para el concierto del Auditorio Nacional contempla la obra Guasamacabra del venezolano Paul Desenne. ¿Qué significado tiene esa pieza?
Es un tributo a los niños y jóvenes venezolanos que ahora están sufriendo y luchando. Paul Desenne es uno de los músicos más talentosos de la actualidad. Lo conozco desde que yo era un niño y siempre he sentido una gran admiración por él. La obra es un reflejo de los tiempos actuales y Paul la escribió inspirado en los momentos cacofónicos que estamos viviendo, ante una situación difícil de ignorar. A pesar de que muestra el desorden y la incertidumbre, también revela muchos aspectos de nuestra identidad, como la complejidad de los ritmos latinos, el 5/8 y el 6/8 del merengue venezolano, el joropo y el huapango. Es una obra con mucha energía y mucha alegría, porque a pesar de todo no podemos permitirnos un mensaje pesimista. En medio del caos, el mensaje de esta obra es de optimismo y esperanza.
—Ha reiterado que la música repara mundos. ¿Cómo lo hace?
Miguel de Unamuno decía una frase maravillosa: “Solo la cultura da libertad. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”. La cultura es muy poderosa porque proporciona identidad y el gran problema de este mundo, sobre todo de las personas rezagadas, marginadas, es la falta de identidad. La madre Teresa de Calcuta lo decía muy bien: “lo peor de ser pobre es ser nadie”. A través de la música puedes rescatar a los que sufren, a los que necesitan una dirección. La música te da identidad. Cuando logras que un niño sea parte de algo, como una orquesta, le estás dando identidad.
Pensamos que debemos rescatar el mundo a través de algo material o económico y no vemos que es un problema cuya solución está en lo espiritual: la música, el arte, la belleza. Los niños necesitan tener acceso a la belleza, que les dará el poder para transformar su vida, su familia, su sociedad, y en esa dimensión tendrán el poder para transformar el mundo. En un mundo en el que parece que nos esforzamos por no entender, la música nos proporciona un gran espacio de encuentro y entendimiento.
—¿Cómo logra la música ese entendimiento?
¿Qué sucede en un concierto? La gente va a escuchar música y a disfrutar de su belleza. Quienes están sentados son personas que piensan políticamente diferente, con un nivel social distinto, con convicciones religiosas diferentes, pero se sientan ahí a escuchar la música… ¡unidos! Y eso mismo sucede en el escenario: cada instrumento suena completamente distinto. En una fila de violines ninguno sonará igual, pero tienen que cohesionarse y entenderse a pesar de que suenen diferente; a pesar de que los músicos que los tocan tengan ideas distintas. Ellos se encuentran a través de la música y crean esa belleza que llegará a un público diverso. La música va mucho más allá de ser una acción artística para entretener. La música tiene un mensaje muy poderoso de entendimiento. A pesar de las diferencias, podemos encontrarnos y crear belleza. Ese es el verdadero mensaje de la música.
—¿Sigue creyendo en el lema “Tocar, cantar y luchar”?
Es el lema de la Orquesta de Venezuela. Eso es lo que hacemos permanentemente: luchamos con nuestros instrumentos para llevar un mensaje. Luchamos tocando y cantando para que el mensaje de la música, como un elemento de transformación social y ciudadana, se expanda y llegue a todo el mundo. Necesitamos entender ese mensaje para no ver al arte como un elemento elitista, de lujo, sino como un elemento esencial para el desarrollo de nuestros niños.
—¿Esa es la misión de YOLA?
Creamos en Los Ángeles el programa YOLA, inspirado en El Sistema. Para los niños y jóvenes ese es el futuro-presente que les ofrecemos. Creamos espacios para que los niños y jóvenes de comunidades vulnerables tengan acceso al arte como una forma de identidad y lo vean como una filosofía de vida.
—¿Qué se necesita para que un programa así tenga un alcance global?
Depende mucho de la condición en que se desarrolle la música. En Estados Unidos, por ejemplo, la música ha contado con apoyo filantrópico. Muchas instituciones se sostienen a través de filántropos. Si esa misma gente que apoya los programas musicales comprende los alcances que pueden tener, se expande el espectro y el arte no se queda en el grupo de personas que ya tienen acceso a él. Una persona puede abrazar a toda una comunidad.
El éxito de estos programas está directamente relacionado con los artistas. El artista que se encierra a tocar para un grupo reducido de personas y no va a la comunidad está limitando la posibilidad de la gente de tener acceso a la belleza. Creo que hay que ampliar los horizontes y entender que el arte no es una cuestión menor. Es difícil porque cuando hay un recorte presupuestal lo primero que se ve afectada es la cultura. No se ha entendido que la identidad se crea a través de la cultura. Vuelvo a decirlo: la música no es un lujo ni es un elemento de entretenimiento. Es un elemento de identidad.
ÁSS