Quien estaba más orgulloso entre el público del Palacio de Bellas Artes, el domingo de noviembre de 2021, con el debut de Iván López Reynoso como contratenor, solista en el Stabat Mater de Antonio Vivaldi, fue Héctor Sosa, pionero en México de esa tesitura y maestro del también director de orquesta.
“Pues sí, estoy muy, muy contento, porque sigo produciendo contratenores y abriendo brecha”, explicó Sosa días después de ese concierto histórico en el que López Reynoso dirigió, cantó y tocó el clavecín.
Sosa, heredero de un linaje de cantantes de ópera y música popular, que incluye a su medio hermano José José, disfruta de formar contratenores, la tesitura más aguda en las voces masculinas, como el titular de la Orquesta de la Ópera de Bellas Artes, o Emmanuel Pool, Rubén Berroeta y aun Gamaliel Reynoso, quien en noviembre pasado se convirtió en el primer contratenor protagónico en la historia de ese escenario, en Ascanio in Alba, de Wolfgang Amadeus Mozart, bajo la batuta de López Reynoso.
Catedrático desde hace 25 años de la Escuela Superior de Música, Sosa fue el primer contratenor en presentarse al Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli, y en tres ocasiones (1995, 1997 y 1998), y adjudicarse premios. En 2019 se licenció en Docencia de las Artes en escuela La Esmeralda con la tesis La problemática en la enseñanza de la tesitura de contratenor en México, que evoluciona a Las vicisitudes del contratenor en México gracias a que en 2021 obtuvo uno de los 49 reconocimientos del Programa de Apoyo a la Docencia, Investigación y Difusión de las Artes 2021 (Padid), que le permitirá publicar esa investigación como libro y ofrecer un concierto en agosto 2022 con cuatro contratenores.
“La investigación ya está hecha en la tesis y no es mayormente complicado convertirla en libro. Soy la voz autorizada, el pionero de esta voz en México, aunque el antecedente es Javier Zavala”, indica Sosa.
Su tesis, que obtuvo mención honorífica, fue “atípica”, está narrada, en primera persona, a partir de la experiencia de Sosa como contratenor, sin caer en autobiografía, porque expone cómo nació la tesitura, la historia de los castrati y presenta una antología de obras y un catálogo musical de la tesitura, además de un capítulo dedicado a su pedagogía vocal. Esa será la base del libro, desde el expertise de Sosa.
“Yo he abierto brecha para la tesitura de contratenor y sigo trabajando en ella, porque hay muchas cosas todavía por erradicar, el tema constante del machismo, por ejemplo. Fue muy interesante, en el concierto en el que cantó Iván (López Reynoso), que se levantó la mitad del público para ovacionarlo. Si hubiera sido (Javier) Camarena, se habrían levantado todos como resortes, de manera automática. No es que tenga nada contra Camarena, al contrario. Quiero decir que si hubiera cantado un tenor con proyección internacional, el público habría reaccionado, pero aquí la cuestión cultural, el machismo, impregnó”, sostiene en entrevista Sosa, maestro del director de la Orquesta de la Ópera de Bellas Artes.
“Habría esperado que, para el nivel de ejecución tan extraordinario que logró Iván, toda la gente lo hubiera ovacionado de pie en todo el teatro. Estamos ante un prodigio. No deberíamos minimizar el hecho extraordinario de que Iván toque, cante y dirija en un solo concierto, porque eso no se había visto antes en México”, sostiene el pionero de los contratenores y profesor de la mayoría de los hoy activos.
Destaca que la tesitura pasa por un buen momento en México, con el debut de Gamaliel Reynoso en Bellas Artes, dirigido por el mismo López Reynoso, y por la participación de éste como director huésped, contratenor y clavecinista en el Stabat Mater de Vivaldi con la Orquesta Sinfónica Nacional.
“Después de 20 años de que lo hice yo, otro contratenor canta con la Sinfónica Nacional en Bellas Artes, y es alumno mío. Este concierto, para mí, es muy especial, porque fue como pasarle la estafeta a Iván”; dice Sosa, que también estrenó en México arias de Ascanio in Alba a mediados de los noventa, con la Orquesta Sinfónica de Xalapa, en el Centro Nacional de las Artes de la ciudad de México.
—¿Cómo se dio cuenta usted que era contratenor?
Forma parte de una naturaleza. Cuando tú quieres cantar porque cualquier persona normal y saludable y alegre tiende a cantar en algún momento para manifestar su estado de ánimo–, descubre que le acomodan ciertos tonos, y esos tonos tienen que ver con tesituras. Y tú, de pronto, si cantas en una tesitura muy aguda, vas a averiguar que eres contratenor. Ese no es el problema, sino que en tu casa te dicen que no cantes como niña, que cantes como hombre. Ese es el verdadero problema que se vive con la tesitura. Porque uno sabe que tiene una voz a lo mejor especial, diferente, inusual, pero el problema es cuando desde la casa nos limitan. ‘No cantes como niña’. ¿Por qué no? Si esta es mi voz, y yo no soy niña. La voz no tiene que ver con una cuestión de género, o no está ligada directamente.
En la adolescencia nunca cambié de voz en realidad; quiero decir: nunca perdí la parte alta de mi voz, siempre conservé la octava alta para cantar cosas de soprano. Siempre estuve metido en Bellas Artes y me sabía la cantidad de repertorio que se te ocurra. Mi madre era soprano (Laura Manterola) y quería cuidarme la voz, pero creo que el show venía que al ser educada en una familia tradicional pues esperaba que yo cantara como tenor. La palabra contratenor no era de uso común; venía un poco la asociación, como les sucede a los bailarines de clásico, que se piensa que todos son homosexuales.
—¿Por qué cree que al contratenor se le vincula con la homosexualidad?
Se cree que el contratenor canta así para reafirmar su preferencia sexual, que canta como una mujer porque quiere reafirmar su sexualidad. Ese es un tema del que hablo en el libro, porque en Estados Unidos sí ha habido una corriente de gente del mundo gay que quiere cantar como contratenor para reafirmar su sexualidad. Sin embargo, en México he tenido alumnos contratenores heterosexuales, bisexuales y homosexuales, es decir no hay una tendencia generalizada, como sí lo hay en Estados Unidos.
—Usted representa en su familia la tercera generación de cantantes de ópera. ¿Ni siquiera eso influyó para que se reconociera su tesitura? Imagino que tampoco había docentes para ella.
Así es. Por eso cuando entro a la Escuela Superior de Música lo hago como pianista, primero, mi formación, en realidad, es de pianista. Y cuando cambio de carrera, empiezo a estudiar como tenor, influenciado por una cuestión heteronormada, cultural, en la que si mi padre (José Sosa Esquivel) y mi abuelo (Luis Manterola) eran tenores, lo lógico era que yo fuera tenor. Fue un gran error, porque sí me tardé muchos años en reconocer que mi verdadera vocalidad era la de contratenor.
—Hay más trabajo para tenor. ¿Cómo evitó que el mercado o un profesor lo obligara a ser tenor?
Es muy fácil. Aunque canté de tenor en el Palacio de Bellas Artes roles coprimarios en temporadas de ópera desde el 82, no sentía comodidad con la tesitura ni tampoco que avanzaba vocalmente. Mientras que la voz de contratenor me daba unas opciones maravillosas, de flexibilidad, de sonoridad, de registro, de amplitud, podía modular mi voz, como en el aria de Rinaldo (Händel), “Lascia ch’io pianga”; canto pianissimo, hago gala de habilidades porque mi voz en esa tesitura me lo permitía. Preferí ser especial y no convertirme en un tenor más, porque México es un país de tenores, levantas una piedra y sale un tenor; en cambio, contratenores no, en el siglo XX solo tuvimos a Javier Zavala, a mí y, ya acabando el siglo, debutó el tapatío Santiago Cumplido. Estamos hablando de algo súper atípico: tres voces en la segunda mitad del siglo XX, es muy triste. Y en el XXI ya llevamos como seis.
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Sosa debutó como contratenor en 1994, en el Centro Cultural San Ángel, acompañado al piano por su mentora, Erika Kubacsek, maestra del tenor Francisco Araiza, clavecinista, pianista, directora del coro Convivium Musicum y fundadora de la academia Doremi. Con la legendaria profesora austriaca llegó al Carlo Morelli en 1995, donde ganó el premio a Mejor Interpretación —el barítono Alfredo Daza obtuvo el tercer lugar y el tenor Rolando Villazón, el premio Antonio Dávalos—; en 1997, volvió a participar en el concurso y otra vez llegó a la final, pero una bronquitis le impidió seguir; un año después, se presentó de nuevo y se llevó el primer lugar, momento histórico para la ópera en México.
“Llevaba arias muy bravas, muy lucidoras: ‘Venga pur minacci e frema’, de Mitritade, Re di Ponto, de Mozart; y la gran aria de Arsace (‘Eccomi alfine in Babilonia…Ah, quel giorno ognor rammento’); es decir, obras muy extensas en duración —esta de la Semirámide de Gioachino Rossini dura casi 10 minutos—, además de una extensión vocal, con coloratura y agudos, súper tremendas. Una anécdota: a la espera del resultado, se me acerca un pariente, me toca el hombro y me dice: ‘No esperes ningún premio, aquí no les gustan los contratenores’. Yo le respondí: ‘Vengo a cantar mi repertorio con orquesta y a disfrutar de la experiencia’. Y acto seguido, dice el jurado: ‘Primer lugar: Héctor Sosa’.
“Fue una sorpresa para todo el mundo. Primero se pensó que había una suerte de favoritismo, porque yo conocía a todo el mundo de toda la vida, a la maestra Gilda Morelli, al maestro Fernando Lozano, a Carlos Díaz Du-Pond, a Rómulo Ramírez Esteva..., los que conformaban el jurado, Años después me enteré que me dieron el premio por unanimidad. También estaba el maestro, el poeta Eduardo Lizalde, y me dijo: ‘Es que usted es el único que sabe lo que dice cuando canta’. Me pareció muy grato el comentario y me sentí muy honrado de que una gente de la ópera me echara un piropo así”, narra Sosa.
En 2012, el maestro decidió retirarse con una gira acompañado por la soprano María Luisa Tamez, que llamaron Belle Nuit porque cantaba dúos de Los cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach. Sin embargo, su última presentación fue un año después, en la sala Nezahualcóyotl, con la Orquesta Sinfónica de Minería, bajo la batuta de José Areán, para interpretar Carmina Burana, de Carl Orff.
“Me llamaron una tarde, me preguntaron qué estaba haciendo y qué hacía por la noche. ‘¿No quieres cantar Carmina Burana con nosotros?’. ‘¿Cuándo?’, les respondí. ‘Esta noche’. Alguien les había cancelado, y esa fue mi última actuación en público”, refiere el productor también de la serie Grandes voces de la ópera en México, que llegó a diez discos compactos auspiciados por la UAM-Xochimilco.
Por su cátedra en la Escuela Superior de Música han pasado diez contratenores, entre ellos recuerda a Fernando Pichardo, aunque sólo se ha titulado uno: Emmanuel Pool, investigador también de la ópera mexicana, con una maestría en la obra de Salvador Moreno, y que está a punto de obtener el doctorado.
“Son pocos contratenores, considerando que enseño cualquier tesitura y he recibido como a 50 sopranos, 20 tenores y 10 barítonos. Ahora tengo en la cátedra a una joven promesa”, señala el maestro.
En clases privadas, Sosa ha asesorado a Gamaliel Reynoso y a Iván López Reynoso, su mayor orgullo.
“Estoy súper feliz con los éxitos de Iván, porque los tomo como míos. Él llegó a mí hace 10 años; le ofrecieron cantar El pequeño príncipe, de Federico Ibarra, y quería preparar el rol. Vino a estudiar conmigo y resultó una mancuerna fabulosísima, porque enseñar a un prodigio cualquier pensaría que es fácil, pero si el prodigio no encuentra la técnica correcta no va a brillar, no va a despuntar.
“Tenemos un nivel de afinidad musical y hay un trabajo de diez años. A Iván, por la mente prodigiosa que tiene, me basta con hacerle una pequeña corrección, para que me muestre dos propuestas más de lo que le corrijo; es donde se ha enriquecido nuestra relación maestro alumno. Puedo proponerle cosas y él, que siempre está ávido de captar nuevas ideas y de aprender, me muestra lo genial, lo que es su musicalidad, y de ahí mi orgullo. Iván ha avanzado a pasos agigantados y él está listo para dos cosas: emprender una carrera profesional como contratenor, y grabarnos un disco. Y por supuesto que yo me apunto como su productor artístico”, subraya sobre López Reynoso, que en junio próximo debuta con la Ópera de Zúrich dirigiendo Il Pirata, de Vincenzo Bellini, con Javier Camarena.
—¿Qué le pareció el debut de su alumno en Bellas Artes con el Stabat Mater?
Espero que este debut le abra puertas, porque nadie se había percatado del gran contratenor que hay en Iván López Reynoso. Sabíamos a ciencia de su maestría como director de orquesta, pero no como cantante. Y es hora que ya se le reconozca su talento como contratenor. La sorpresa y mi regalo son saber que preparo una voz que cante en un teatro como Bellas Artes. Tú viste su amplitud, su sonoridad, su riqueza de matices, el ser capaz de crear atmósferas tan delicadas, tan emotivas, como las que hizo en el ‘Eia Mater’ en el Stabat Mater. Cosas bellísimas, yo no me acabo de sorprender nunca de lo que hace Iván, porque él siempre va un paso adelante de lo que yo le pido.
—Con el momento actual en México y el mundo, ¿qué futuro augura para la tesitura?
La tesitura está teniendo mayor aceptación. Iván puede venir a abrir una brecha importante, junto con Gamaliel. Y, finalmente, mi libro puede abrirnos los ojos y darnos otra mirada distinta. A nivel internacional siguen saliendo nuevos jóvenes, pero ahora el chiste es concentrarnos en lo que tenemos en el país, y saber que el contratenor también es hecho en México.
—¿Quiénes son sus contratenores favoritos?
Son de otras generaciones: Charles Brett, James Bowman, David Daniels, Bejun Mehta; los actuales no me fascinan, no los conozco tanto, y ahorita estoy casado con los mexicanos, esperando que se proyecten a otro nivel. Brett fue uno de mis inspiradores, fue mi maestro. Dio clases magistrales en México, invitado por la ahora Facultad de Música de la UNAM; yo iba a todas, y aprendí del maestro maravillas. Tengo cartas de recomendación de él, le guardo un cariño muy especial porque fue el mayor referente que tuve en mi juventud de lo que era un contratenor profesional.
Sosa recuerda el paso de otros tenores internacionales en el país, antes de los recitales de Philippe Jaroussky en Bellas Artes la década pasada y de la participación de Brian Asawa en la Nezahualcóyotl en 2006, con Ascanio in Alba, en concierto, un papel para el que él audicionó, pero fue desdeñado.
“En los ochenta, tuvimos en el Festival Cervantino a René Jacobs; también hubo un concierto memorable de Brett con Bowman en Bellas Artes en los noventa. Muchos han venido”, rememora.
—¿Cómo se encuentra ahora la docencia para contratenor?
Sigue emproblemada, porque hay pocos maestros preparados. Primero, hay muy poca gente interesada en la tesitura. De entrada, les quieren enseñar como tenor, lo cual es un error garrafal; luego, no saben cómo funciona la voz desde un punto de vista técnico. Y el siguiente problema es el del repertorio, no saben cuál es el repertorio pedagógico para desarrollar la tesitura. Y eso limita muchísimo. Y si además hay maestros que no son cantantes, veo más difícil que enseñen. Si los cantantes que enseñamos podemos cometer errores, no quiero pensar en la gente que nunca ha cantado y que no sabe cómo cierra la cuerda vocal para vibrar ni cómo se emite una nota desde el punto de vista operístico.
—¿Ninguno de sus alumnos se ha dedicado a la docencia?
No. La carencia de profesores es un tema muy importante del libro, porque hace falta erradicar el machismo. Y haría falta preparación. Hablamos de una tesitura muy especial y de una voz inusual. Hay que meterse a averiguar, a leer, a ser más receptivos; no la puedes calificar como una voz del montón, porque justamente la tesitura del contratenor es una voz extraña.
—Los compositores mexicanos ¿apuestan por la tesitura de contratenor o la desdeñan?
Sí, desdeñan la tesitura. Sin embargo, durante la pandemia Iván López Reynoso estrenó dos obras que le escribieron especialmente para su voz. Eso es algo súper novedoso. Una es de Arturo Rodríguez y otra de Georgina Derbez. Aquí les inspiró a ambos la musicalidad y la voz de Iván.
—¿En qué ópera le habría gustado presentarse como contratenor en México?
Tancredi, de Rossini. Se me quedaron muchas en el tintero, pero yo tenía voz para cantar Tancredi.
—Conoce a todos los contratenores en México ¿Qué ópera les pondría?
Pensaría en Orfeo ed Euridice, de Glück, para Iván. Y podríamos pensar en una ópera barroca que los incluyera a todos. Por lo pronto, en el concierto de agosto para presentar mi libro los veremos a todos.
AQ