Lorena Maza se carcajea cuando se le pregunta si se sacó la rifa del tigre para llevar a escena El último sueño de Frida y Diego, la primera ópera cantada en español comisionada por dos importantes casas en Estados Unidos, con el reto de no caer en los clichés en torno a la pareja que formaron Frida Kahlo y Diego Rivera.
“Sí, un poquito. Pero, también es una gran oportunidad y me emociona muchísimo porque somos un equipo de artistas escénicos trabajando en Estados Unidos, en el más alto nivel profesional, en una ópera cantada en español que habla de los dos iconos culturales más conocidos e importantes de México; es un proyecto fantástico para nosotros”, responde la ex titular de la Compañía Nacional de Teatro, directora escénica de óperas como Macbeth, de Giuseppe Verdi, que se presentó en 2018 en el Palacio de Bellas Artes, de obras de teatro como Rojo, sobre el pintor Mark Rothko, el musical Bésame mucho, y también responsable de capítulos de la serie popular de televisión La rosa de Guadalupe.
En entrevista con Laberinto, Maza asegura que El último sueño de Frida y Diego, de la compositora ganadora del Grammy, Gabriela Lena Frank, con libreto del ganador del Pulitzer, el cubano Nilo Cruz, “va a ser un shock” al ser la primera ópera cantada en español comisionada por la Ópera de San Diego, donde se estrena este sábado 29 de octubre, con funciones también el 1, 4 y 6 de noviembre y la Ópera de San Francisco, donde se montará hasta la segunda quincena de junio de 2023.
Maza adelanta que se trata de una historia de ficción, no biopic de Kahlo y Rivera, sino una historia de amor, muy visual, en la que hay un balance entre ambos artistas, lejos del cliché maniqueísta que se ha instalado en la cultura popular de una Frida victimizada por un Diego mujeriego, machista y mitómano.
Subraya que el equipo mexicano es de primera: Jorge Ballinas, en la escenografía; Víctor Zapatero, en la iluminación; Eloise Kazan, en vestuario; Ruby Tagle, en la coreografía; y ella, Maza, en la dirección escénica. Y en los protagónicos, la mezzosoprano Guadalupe Paz, como Frida Kahlo; el barítono Alfredo Daza, como Diego Rivera, y la soprano María Katzarava, como La Catrina, enlace entre ambos pintores en Día de Muertos, junto con otro joven mexicano, Roberto Kalb, al frente de la orquesta.
“Estamos muy contentos y muy entusiasmados. Sí es un reto, porque hacer un proyecto sobre Frida y Diego no es cualquier cosa, hay que hacerlo con mucha conciencia de no caer en la tentación ni de la reproducción ni de la traducción literal, sino realmente interpretar el universo que estos dos grandes creadores generaron. Y sin caer tampoco en el cliché del folclor mexicano con el que muchas veces se asocia toda la iconografía de Frida y Diego. Y, por otro lado, no decepcionar, porque la gente realmente espera ver algo particular. En fin, sí es un reto traducir este universo, crear un espectáculo visual propio y, al mismo tiempo, contar la historia que el libreto nos presenta”, explica Maza desde San Diego.
—¿Cómo lidiar con esos clichés de personajes tan poderosos en la psique no solo mexicana? Usted ha trabajado los dos extremos de la cultura, la popular, con programas de televisión como La rosa de Guadalupe, y la culta, con la ópera. ¿Cómo evitar los clichés en dos personajes que también encarnan ambos extremos?
—La pregunta es dónde está parado uno ante estas dos figuras. Estos dos personajes nos son propios, y también personales en cuanto a que yo sí tengo recuerdos de niña de todas las imágenes de la historia de México a partir de los murales de Diego, de alguna forma así aprendimos la historia de México y esta nueva visión nacionalista posrevolucionaria que nos presentan ellos dos de manera muy diferente: Diego, de una forma épica muy grande en el formato; Diego traduce la política en arte. Y Frida, de una manera muy íntima, de un formato pequeño y personal; traduce su vida y su biografía, el dolor en arte, transforma el dolor en arte. De alguna forma, ellos representan a cada uno distintas cosas.
Maza recuerda que tuvo la suerte de estar muy cerca de la familia de Diego Rivera “desde chamaquita”, su mejor amigo es su nieto, Juan Coronel Rivera, y creció en su casa.
“Para todos, Frida y Diego representan algo muy particular. Es impresionante cómo Frida sigue representando y siendo representante de tantas comunidades: la LGBT, las de feministas, las comunidades chicana y latina, la de gente con habilidades diferentes. Es un estandarte para ellos. A Frida, generación con generación, la toman de vuelta, toman su imagen y la hacen propia”, agrega Maza.
Explica que, además de lo que representan ambos en lo personal, su equipo se dio a la tarea de hacer una gran investigación de su iconografía, de sus casas, sus colecciones y la forma en que vivían.
“Aquí, la vida y el arte se mezclan completamente, y tomamos los elementos principales de esos universos que ellos generaron para sí mismos y los llevamos a una síntesis estilística, a una poética que te pide la ópera siempre, y generamos con ellos unos grandes gestos visuales. Más que copiar, más que llenar de cosas el escenario, de llenarlo de color, fuimos con mucha conciencia eligiendo qué elementos de este universo de Frida y Diego queríamos tomar, para representar esta ópera”, abundó la directora.
Por otro lado, aclaró que el libreto de Nilo Cruz no es una biografía de Frida Kahlo y Diego Rivera, sino que es la ficción de un momento determinado, en la que el pintor, en un Día de Muertos de 1957, tres años después del fallecimiento de la artista, y días antes de su propia muerte, va al cementerio a pedirle a ella que regrese al mundo de los vivos para que lo ayude a morir.
“Y aunque Frida no está enterrada en un cementerio —sus cenizas están en la Casa Azul—, Diego lleva las cenizas al camposanto como representación de este portal que abre hacia el Mictlán. Es Día de Muertos, por supuesto. Y Frida no quiere escucharlo porque ¿para qué volver a esa agonía? Y entra un tercer personaje ficticio, Catrina (en parte creación de Diego, aunque es de José Guadalupe Posadas, pero también de él puesto que la pinta de cuerpo entero en Una tarde dominical en la Alameda Central), que es la facilitadora del encuentro, el último entre Frida y Diego, el día que muere Diego. Es muy bella historia, habla de esta historia de amor trágica que vivieron, pero un amor que trasciende la vida, Y también esta ópera habla de encontrar tu identidad a partir del arte, y de la reconciliación y el perdón, de un viaje al inframundo, de este sueño de un último encuentro en la vida de estos personajes.
“La historia te acota también y te va llevando por ciertos lugares que, amén de quiénes son como figuras icónicas de la cultura mexicana, de la cultura pop, estamos contando una historia muy concreta. Eso nos delimitó también y nos ayudó a generar una imagen muy propia y muy particular de cómo vemos Día de Muertos y cómo vemos este último encuentro y lo que sucede en este recorrido por la vida de Frida, que, saliendo del Mictlán, va a la Casa Azul de vuelta, va por el mural de Diego en la Alameda… Hay varias etapas en este camino hasta que Frida se reencuentra con su arte y Diego se encuentra con la muerte, y juntos en una pintura vuelven al Mictlán. Es una ficción, una alegoría que nos permite licencias poéticas necesarias para generar un universo propio de la ópera y de nosotros”.
—El libreto de Nilo Cruz entra en el terreno fantástico cultural mexicano del Día de Muertos. Finalmente, en esta ficción los protagonistas podrían ser cualquiera, no Diego y Frida, si el amor es el leit motiv.
No te estás equivocando, tu apreciación es muy certera. Podrían ser cualquiera, otros dos amantes, efectivamente. Lo bonito de esto es que, aunque no conozcas quiénes son Frida y Diego, disfrutas la historia, la sigues y te conmueve, independientemente de que sean Frida y Diego. ¿Por qué ellos? Es un poco evidente: porque son personajes con vidas extraordinarias, que nos atraen a todos. ¿Y por qué no hablar de estos personajes tan extraordinarios? Considerando que es una comisión de la Ópera de San Diego para hacer su primera ópera en español, a gran escala, pues qué mejor que sean Frida y Diego, y qué mejor que en un lugar donde hay una gran comunidad latina hispánica donde se habla en español muchísimo, y es una oportunidad para atraer a nuevos públicos a la ópera, para atraer a toda la comunidad latina y que vean y se vean representados en el escenario. Y también es más atractivo para todos, tanto para creadores, como los productores, patrocinadores, y público, que de pasada sean Frida y Diego, que son tan ricos personajes y tan extraordinarios. El cine, la televisión, la dramaturgia se basan en crear historias de los momentos extraordinarios de la vida de las personas, o de mucha gente común viviendo cosas extraordinarias, o gente extraordinaria viviendo cosas comunes. A lo que voy es que Diego y Frida también son personas que amaron, que vivieron, que sufrieron, y nunca se ha hecho una ópera a esta escala de Frida y Diego, hay varias por ahí, sí hay, cómo no, sobre Frida, en particular. En fin, resulta muy atractivo tomar a estos dos personajes, y claro que es también una manera de atraer al público, porque todo el mundo sabe quiénes son Frida y Diego, quiero suponer.
—¿No hay un abuso sobre estas figuras? Incluso la ópera se ambienta en Día de Muertos. Vimos esto en la película de Disney, Coco, o con la versión carnavalesca que aparece en Spectre, el filme de James Bond.
Sí, sí, absolutamente. Nosotros lo hablamos mucho: no podemos caer en Coco y no podemos caer en el desfile de la película de James Bond, esa es una creación mediática y no íbamos a caer en eso. Y justamente creo que por eso llamaron a artistas mexicanos para darle una autenticidad y no copiar el Halloween mexicano, que creen en Estados Unidos que es el Día de Muertos, que no lo es, no es un Halloween mexicano, es un sincretismo de la cultura prehispánica con la católica, y es algo muy íntimo que todas las familias mexicanas llevamos a cabo en Día de Muertos. Recordar a nuestros muertos es muy personal y sí es celebratorio, pero finalmente no tiene que ver con las historias de terror, no tiene que ver con toda la parafernalia de Halloween, tiene que ver con otra cosa. Y, de repente sí está bien una película como Coco, pero ésta se va por otro lado, por esta idea de lo que puede ser un Halloween mexicano y no se va a lo profundo y al corazón de esta celebración. Y, por eso, creo que es un acierto que hayan invitado a artistas mexicanos que le pueden dar otro peso, otra profundidad y una visión más auténtica y artística a la ópera de Lena Frank y no caer en la visión mediática.
—Bueno, no solo mexicanos. La producción de la ópera parece de la OEA, aunque incluyendo a un representante cubano con Nilo Cruz. La misma Lena Frank, aunque estadunidense, tiene origen peruano.
Sí, es precioso eso. Eso me encanta. Porque así es el mundo hoy en día, nada más ve la cantidad de nacionalidades de los creativos, hay diez o doce. Qué bonito que ahora sí podemos juntos representar a dos personajes mexicanos con toda validez, porque el mundo es así.
—¿Cómo ha sido su trabajo de colaboración con Lena Frenk, Cruz y los cantantes mexicanos?
Te puedo decir que ha sido fantástico en muchos aspectos, delicioso, porque cuando se crea una ópera de cero, hay mucha investigación y complicidad y retroalimentación. Cuando tú haces un proyecto de esta magnitud, sea un musical o una ópera, hay un proceso que le llaman de talleres, los workshops, y se han hecho tres talleres a lo largo de tres años, y en esos talleres nos reunimos la compositora, el libretista, algunos de los cantantes, los productores, yo, y se discute en qué van las cosas. A mí me convocaron para opinar sobre el libreto, que al principio tenía muchas imprecisiones históricas y la falta de una visión mexicana. Entonces, fungí un poco como la dramaturgista, que es una posición en el teatro que le da un contexto a los temas y los ubica. Para mí fue muy rico trabajar con el libretista y decirle: “Mira, si Diego es ateo no puede decir esto, nos va a rechinar a todos los mexicanos”, o “estos no son nombres mexicanos”. Pude trabajar el libreto con el libretista, y también con la compositora, que es fantástica. Había momentos en que le decía cosas como: “Mira, aquí Frida decide salir y la música no está reflejando ese momento de anagnórisis del personaje”. Y, padrísimo, Gaby dijo: “Oye, sí es cierto, vamos a meterle aquí”. Y le metió las notas que representan ese momento de reconocimiento. Es riquísimo poder tener a los autores vivos y cercanos, porque entonces todo el proyecto crece y ahora que estoy en proceso final del montaje ellos se acercan a mí también con mucho respeto para opinar. Hay una colaboración real, neta, de mucho respeto y muy enriquecedora.
—¿Cómo define la música sobre la que trabajó en su puesta en escena?
La música es contemporánea pero no difícil, atonal; sino que es melódica. Lo que más me gusta es que tiene muchos contrastes, una gran infinidad y suavidad y luego unas partes absolutamente fuertes, ricas, grandiosas, y no se parece a nada que haya escuchado. No te puedo decir que suena a música mexicana, para nada, porque es música contemporánea, pero es música dramática, y eso me gusta mucho. A veces a la música contemporánea le falta esa parte dramática, y esta música en particular, esta partitura, tiene unos momentos dramáticos fantásticos; la escuchas y ya te está diciendo mucho, y eso no sucede en la música contemporánea, que a veces es más difícil y no es para todo público, esta ópera sí es para todo público, es súper dramática, es súper diversa en la forma en que cuenta y las voces son increíbles, porque además de mezzo, barítono, tenemos a un contratenor (Key’mon Murrah, como Leonardo) que es una voz espléndida, con un personaje muy interesante, muy sui generis dentro de esta ópera que es como una sorpresa. Es una música muy accesible para el público en general, que no es esta música contemporánea, súper pesada y, no sé, por llamarle de alguna manera, atonal. No, es una música con melodías increíbles y con una diversidad increíble, y el libreto es precioso.
—Dado que no podremos verla en México, ¿cómo describiría su puesta en escena, la escenografía de Ballina, el vestuario de Kazan, la iluminación de Zapatero, la coreografía de Tagle?
Bueno, los escogí porque considero que son los mejores. Además, somos compañeros desde hace mucho tiempo, hemos trabajado en muchas cosas juntos, nos queremos mucho, nos entendemos muy bien. El trabajo de cada uno ha sido bellísimo, espectacular; es eso, no es realista para nada, es muy simbólica, hay un colorido muy particular, muy importante, no te puedo decir mucho, ya podremos compartir las fotos, cada quien hizo su investigación de los universos de Frida y Diego, e hicimos una destilación de elementos que luego tradujimos a una visión operística. Te puedo decir que es muy plástica, que decidimos conscientemente no usar tecnología, nos fuimos a las ideas de la pintura; tiene muchos marcos, es una visión frontal, bidimensional, y muy informada por los retablos, los ex votos y la forma en que cada uno pintaba, entonces es muy pictórica.
—Si pudiéramos tener como referentes el filme de Paul Leduc, Frida, naturaleza viva, o la de Frida, de Julie Taymor, quien ha montado muchas óperas ¿con cuál es más cercana su puesta en escena de El último sueño de Frida y Diego?
La película de Paul Leduc a mí me encanta, es súper interesante, pero no se parece a nada; es decir, es una película muy particular, prácticamente sin texto, con un gran trabajo de Ofelia Medina, con momentos de la vida de Frida, es totalmente autobiográfica, con un estilo muy personal. Y te podría decir que quizás se parece a la otra película, la de Julie Taymor, porque de entrada es directora de teatro y ópera, como bien dices, ha hecho unos trabajos fantásticos teatrales, pero tiene otro estilo. Y las dos son biográficas. Esta no es una ópera biográfica, esta es una ficción de un momento particular. Nos despegamos muchísimo de las dos películas; El último sueño de Frida y Diego no tiene nada que ver ni con una ni con otra. Las dos películas me gustan mucho. Debo confesar que la primera vez que vi la de Taymor no me gustó tanto como ahora que hice este proyecto y que la volví a ver un par de veces. Como que estando más cerca de estos personajes la aprecié más. Claro que en su momento fue un shock oír hablar en inglés a todos estos personajes mexicanos, empezando por Salma Hayek como Frida, y ahora ni me fijé en eso, se ve que ahora el mundo ha cambiado en todo esto, y ya no pasa nada si se cuenta una historia en un idioma o en otro.
—Pero supongo que ahora sí va a ser un shock escuchar esta ópera en español en San Diego.
Eso sí, eso está padrísimo, la vamos a oír en español y eso está fantástico. Entonces, sí, entramos como en una categoría distinta, nueva.
—Sobre Frida y Diego, otro de los clichés es el de Diego malo y Frida buena y víctima, ¿cómo abordó su relación desde la puesta en escena?
No, aquí hay un equilibrio muy lindo. Sí, todos sabemos que Diego le fue siempre infiel a Frida, que la traicionó con su hermana, pero aquí se balancea.
—Bueno, ni hablar de las infidelidades de Frida.
Frida tuvo ochocientos amantes también, mujeres y hombres, había una libertad y un entendimiento en ese sentido entre ellos. Y pues es un hecho que Frida padeció lo que padeció, los dos accidentes de su vida: el del tranvía y el amor por Diego, pero terminaron juntos, siguieron juntos, se amaron siempre. No he visto una cara de devastación y dolor mayor que la de Diego el día que Frida murió, es impresionante ver esas fotos. Y él dice —y es impresionante—: “Es el peor día de mi vida, tarde me di cuenta que mi amor por Frida era lo más importante de mi vida”. Aquí hay un balance interesante, los dos se perdonan y los dos se ayudan, porque ninguno es víctima, ni Frida ni él. En la ópera Diego está en su momento más vulnerable, va a morir y tiene miedo, y lo dice y lo reconoce. Y pide a Frida, hincado: “Ven, por favor, ayúdame, te necesito”. Eso es muy bonito. Y así empieza. Y Frida, con una fuerza increíble dice: “No”. Pero, finalmente, acepta regresar por su arte. Claro, en el camino retoma el amor y lo que fuera, pero tiene un equilibrio muy lindo. No vemos a Frida como siempre, no con este sufrimiento perenne, victimizada, para nada. Ni vemos al Diego egoísta, el artista, megalómano, mitómano. Están los dos en un momento muy lindo, muy vulnerable, es un encuentro muy entrañable el que se ve en esta historia.
—Hay cierta ironía feminista con el mito de Orfeo. Aquí Orfeo ya no baja al inframundo por Eurídice, sino que ella regresa de él por Orfeo a ese lugar (aunque en este caso Frida parece guiar a Diego al Mictlán casi en el papel que tenía el xoloitzcuintle en las culturas prehispánicas).
Exacto. Este es un viaje al inframundo al revés, más bien no es un viaje del inframundo y de regreso, sino es un viaje invertido del héroe; es un viaje de ascenso y no de descenso. Eso es muy lindo. Y sí hay una ironía aquí al respecto, y es muy lindo también eso. Es muy lindo entrar al Mictlán, muy interesante ver a La Catrina —que en este caso le dimos una identidad como de Coatlicue cuando no está disfrazada— entrar al Mictlán y cómo habla con Frida, y ésta le dice: “No voy por esto y por esto”. Y cómo finalmente Kahlo decide regresar para poder volver a encontrar su identidad de pintora, con el riesgo de volver a sentir agonía. La escena de agonía (interpretada por Guadalupe Paz) es impresionante; cuando por fin se deja abrazar por Diego y Frida está sintiendo la agonía, es (una escena con un aria) muy bella. Estoy muy conmovida. La voz de Lupita está divina en esta ópera.
—Usted ha hecho de todo en los escenarios. ¿Es este su mayor reto?
Híjole. Es una buena pregunta. Ha habido varias veces que me he dicho: “Este es el mayor reto de mi carrera”. Pero, sí, éste es uno de ellos, cómo no. Claro que sí, por la magnitud, la dificultad que entraña de por sí una ópera; trabajar en un país que no es el tuyo; en inglés, aunque la ópera es en español, la mayor parte de las cosas las dirijo en inglés; en otra forma de producción y con este tema tan y tan exigente. Y hay mucha expectativa y eso a uno lo pone un poco nervioso. Pero sí es uno de los proyectos más importantes de mi carrera. Estoy feliz, la verdad. Este sábado estrenamos. ¡Qué miedo!
AQ