Hasta el momento son tres los libros publicados en la colección Insurrectas que proyecta la publicación de diez títulos dedicados a diez escritoras mexicanas con edición, prólogo y notas de Patricia Rosas Lopátegui. Los volúmenes que han visto la luz, bajo el sello de Gedisa, son los siguientes: Nahui Ollin. El volcán que nunca se apaga, Antonieta Rivas Mercado. Torbellino de voluntades y Nellie y Gloria Campobello. El fuego de la creación. Estos títulos hacen referencia, por un lado, a la tempestuosidad y fogosidad propias del carácter de estas escritoras y, por otro lado, las sitúa como fuerzas primigenias de la naturaleza, ligándolas de este modo con la esencia misma de la creación en un sentido cósmico y genésico, tal como la entendían los románticos alemanes al hablar del “Eterno femenino” que está presente en todas y cada una de las manifestaciones de la vida.
Las tres primeras entregas de esta colección publicadas hasta ahora cumplen con varias tareas importantes que saldan desde diferentes posiciones una deuda histórica que tenemos los lectores con estas creadoras, que han sido censuradas, negadas, omitidas, ignoradas, juzgadas y descartadas por las visiones patriarcales y ortodoxas que se han impuesto durante tanto tiempo en nuestra cultura. La primera de estas tareas es la de divulgar sus escritos entre un público lector amplio que no había podido acercarse a su literatura de una manera asequible y práctica, entregándole muestras de su producción escrita y noticias sobre su existencia, la segunda de ellas consiste en desmontar la leyenda negra que hasta la actualidad se cierne sobre estas artistas, por lo que cumple también con una obligación con la verdad que tenemos todos y que ha tomado por su cuenta Patricia Rosas Lopátegui, quien de forma incansable se arroja a la actividad titánica de leer la totalidad de su obra y, todavía más allá de eso, de agotar los archivos, revistas, periódicos, libros, en busca de los textos que conformen una imagen lo más completa posible de estas escritoras.
Me parece que con esta selección la editora no pretende construir un canon literario femenino ni insertar a estas autoras en uno ya preestablecido, sino acercarse y acercarnos a estas figuras que han estado al margen y que no han sido adecuadamente leídas, conocidas y estudiadas.
A través de esta colección, la investigadora propone un recorrido cronológico que comienza con la obra y la figura de Nahui Olin a comienzos del siglo XX y continúa con Antonieta Rivas Mercado en la segunda década de ese siglo y llega hasta este momento a Gloria y Nellie Campobello en los años 30. Lo que conduce este recorrido no solo es un aspecto cronológico sino que todas estas artistas comparten un mismo ánimo transgresor e innovador y una necesidad imperiosa de expresarse, además de que gracias a sus aportes condujeron a la cultura y literatura mexicanas hacia nuevas direcciones.
Rosas Lopátegui ha realizado aquí un trabajo de arqueología literaria, excavando y extrayendo materiales de muy diversas procedencias, yendo hasta las fuentes primarias y las primeras ediciones, este esfuerzo de recuperación y rescate desplegado en esta colección permite al lector, por un lado, conocer textos desconocidos u olvidados y, por otro lado, observar los cambios que han tenido las sucesivas publicaciones de los mismos. Para ilustrar este punto tomemos el caso del relato de Nellie Campobello titulado “La muerte de Tomás Urbina”, que fue tomado desde su primera publicación en la revista Todo del 20 de febrero de 1934, podemos comparar esta versión con la publicada por la autora en el libro Cartucho y observar las transformaciones que tuvo desde el mismo título, que pasó a ser solamente “Tomás Urbina” y seguir la serie de cambios a los que la autora sometió el texto.
Con los diferentes materiales reunidos por Patricia Rosas Lopátegui, la investigadora nos brinda una lectura que ella misma califica como “caleidoscópica”, se trata de una visión integral, no sesgada, como ha sido hasta ahora, de las escritoras que ha seleccionado. Mediante este tipo de lectura el centro se coloca en la obra de cada una de las creadoras y, en sus diferentes giros, en las secciones que componen cada una de estas publicaciones, la editora incluye la correspondencia que sostuvieron con diferentes personas importantes para ellas, tanto en su vida personal como en lo que respecta a sus relaciones familiares y profesionales con artistas e intelectuales. En el caso de las cartas de Antonieta Rivas Mercado, fue en el género epistolar donde desarrolló con más amplitud su escritura. De ahí precisamente que la parte más nutrida del libro dedicado a ella sea la que ocupan sus misivas y entre ellas encontramos algunas muy interesantes dirigidas a personajes como Alfonso Reyes o Federico García Lorca.
Otra sección está dedicada a las entrevistas que sostuvieron las propias artistas, así como otras que la misma Patricia Rosas Lopátegui tuvo con sus principales estudiosos y también con personas de su familia o amigos cercanos. Otra sección lleva el título de “Ante la opinión pública” y muestra la recepción que tuvieron en su época y también la que tienen en la nuestra, lo que constituye una puesta en contexto de las polígrafas con su tiempo y también con la actualidad.
Este tipo de acercamiento posibilita al lector para hacer uso de una manera práctica de todo el compendio de información ofrecida en estos libros a partir de lo que le dicten sus propios intereses, comenzar por el texto que más le atraiga y seguir de la forma en que su curiosidad o su labor le indiquen, lo que los convierte también en fuentes de consulta a las que se puede acudir para indagar sobre diferentes temas. A partir de este procedimiento se encuentran hilos de lectura que pueden seguirse de manera transversal con el fin de observar el desarrollo de ciertos asuntos particulares. Así sucedió en mi caso, por ejemplo, cuando quise rastrear entre las páginas del libro Antonieta Rivas Mercado. Torbellino de voluntades, lo que fue su actividad y presencia dentro del Teatro Ulises más allá de su mecenazgo, actividad por la que siempre fue reconocida, pero que dista mucho de ser la única que realizó dentro del grupo. Para ello busqué en los diferentes textos incluidos en el libro la diversidad de actividades que Rivas Mercado llevó a cabo dentro de este proyecto, desde su papel como conciencia artística del grupo Ulises hasta la de actriz y traductora. Como esta lectura pueden hacerse otras muchas con los mismos materiales, todas ellas acordes a los intereses y puntos de vista de cada lector. Me parece que esto sirve para vislumbrar la gran utilidad que pueden tener estos libros para los críticos y lectores de estas escritoras, los del presente y del futuro.
La vida de las autoras también está tomada en cuenta aquí, si bien no se trata de biografías, su existencia y sus vivencias permean necesariamente su literatura y la manera en que son percibidas. Tanto más si se toma en cuenta que muchas veces estas circunstancias las condujeron a la polémica y el escarnio y, podría decirse que estas creadoras han sido juzgadas y valoradas sobre todo a partir de ellas, por lo tanto, Rosas Lopátegui no rehúye abordar y deconstruir los datos biográficos mediante los que han querido definirlas y encasillarlas como mujeres que bordean la locura o que son transgresoras de las normas sociales, lo que las condujo al descrédito, rechazo y, en ocasiones, al ostracismo y el desprecio.
Estos volúmenes, además, van acompañados de una iconografía selecta, en el caso del libro sobre Nahui Olin, por ejemplo, podemos encontrar una foto de la boda de la poeta con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, en la que aparecen muy jóvenes; otras más de las portadas de sus libros compuestas por el Dr. Atl (Gerardo Murillo) y por la propia pintora, así como pinturas de Nahui, repletas de colorido, dibujadas con trazos curvilíneos que se alejan de la pintura mexicana de la época para remontarnos hasta pintores como Paul Klee, Henri Rousseau o Marc Chagall. En el caso de Antonieta Rivas Mercado encontramos algunas fotografías publicadas por periódicos de su época en las que aparece actuando junto a Gilberto Owen, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo en las representaciones del Teatro Ulises. Podemos observarlas y, a través de ellas, imaginar cómo eran estas puestas en escena. También destacan algunas fotos familiares con sus padres y su hijo, así como con personajes como José Vasconcelos y Federico García Lorca, con quien aparece caminando por las calles de Nueva York.
Por otra parte, en el libro dedicado a Nahui Olin podemos acercarnos a su poesía fresca, natural, desnuda de artificios retóricos, como ella misma, quien, despojada de prejuicios, hacía desnudos para fotógrafos como Antonio Garduño o Edward Weston, en los que siempre iba más allá de ser una simple modelo pasiva para participar en la creación de las fotos. Sus palabras también se despojan de sus vestiduras, su cuerpo es escritura y lenguaje y el desnudo se convierte es una especie de ars poética o de declaración de principios artísticos. Su ser hecho de palabras prescinde de todo ornato innecesario y toma libremente formas ondulantes y acariciadoras, creadas por un impulso erótico que despliega un movimiento incesante que hace pensar en el nombre mismo de su autora, Nahui Olin, con el que la bautizó el Dr. Atl en lengua náhuatl y que es, además de un nombre, un concepto y una descripción. Ese movimiento perpetuo que encontramos en su poesía y vida. En los textos de este libro vemos a una mujer segura de su sensualidad que se describe a sí misma con un poder metafórico que nos presenta a una artista desprejuiciada, multidisciplinar, adelantada a su tiempo.
En la poesía encontramos un paralelismo entre Nahui Olin y Nellie Campobello, quien comienza a escribir poemas de versos sintéticos en su poemario titulado simple y elocuentemente Yo/Versos de 1929 y continúa con los poemas en prosa de 8 poemas, escritos y publicados en La Habana, una serie de postales en la que con el uso de frases sonoras y coloridas, retrata de manera pintoresca las personas, lugares y ambientes de Cuba y a través de estos apuntes compara esa realidad que mira con la realidad mexicana que conoce desde su infancia por lo que hace un contraste con las mujeres y hombres mexicanos y también sus ambientes. Esta faceta de Nellie Campobello como poeta era una que yo desconocía y que se complementa con su actividad periodística y como crítica dancística en la que también descubrí otros aspectos variados de su obra. Por supuesto está aquí también la escritora que admiraba a Francisco Villa y los hombres que pelearon en la División del Norte y a la cronista de algunas de las batallas más relevantes de la revolución mexicana.
Me parece importante también mencionar las notas de la editora, estas funcionan como andamiaje para entender las referencias, los personajes, el contexto en el que se deben leer estos libros, además, fijan una postura de la autora de la colección frente a la literatura y las circunstancias de estas escritoras. Recomiendo seguir con atención estas notas para una mejor experiencia de lectura y también que se acompañe de ellas para atravesar por las páginas de estos volúmenes.
Muchos paralelismos y diferencias pueden ser encontrados entre las creaciones de estas tres escritoras, por ello, me parece importante invitar al público lector a que interactúe con esta colección y le dé vida, propiciando nuevo acercamientos, interpretaciones y abordajes, espero entonces que estas palabras sirvan como una incitación para acercarse a estos libros que le depararán una aventura, un regocijo y un conocimiento que antes nos había estado vedado pero que hoy sale a la luz gracias a la labor de Patricia Rosas Lopátegui, animadora y artífice de la imprescindible colección Insurrectas.
AQ