Jesse Lerner: “Existe una relación muy íntima entre la fotografía y la muerte”

Entrevista

El cineasta, escritor y curador estadunidense afirma, en entrevista, que las fotos de nota roja han abandonado el mundo de los periódicos para instalarse en los blogs y las redes sociales.

Jesse Lerner, cineasta y autor estadunidense. (Cortesía)
Ciudad de México /

Cineasta, escritor y curador de exposiciones de arte, el estadunidense Jesse Lerner halló en la fotografía criminalística y de nota roja en México una tradición propia que sobrevive desde el siglo XIX, a pesar de que han venido desapareciendo estas imágenes de los diarios más antiguos del país.

Después de curar la exposición Alegorías del mal gobierno, que se montó de agosto de 2021 a mayo de 2022 en el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG), Lerner regresó a la capital para continuar sus investigaciones sobre cine experimental latinoamericano y, en ese contexto, conversó a propósito de su libro El impacto de la modernidad. Fotografía criminalística en la ciudad de México (Turner, 2007), en el que sostiene que ese tipo de imágenes tuvieron un papel decisivo en la creación y definición de la angustia con la que el país entró en el mundo moderno en los años posteriores a la Revolución de 1910.

A partir de su inmersión en el archivo Casasola, fue hilando una historia que pasa por el trabajo de los hermanos Mayo y cierra con dos artistas icónicos de culto y muy distintos entre sí: Enrique Metinides (1934-2022), recién fallecido, y Nacho López (1923-1986), cuyo centenario se está conmemorando.

“Empecé estudiando la historia de la fotografía en México en términos generales y, en particular desde el siglo XIX, y me encontré imágenes como las del registro de mujeres públicas (prostitutas) y de cárceles como Lecumberri. A partir de ahí me metí al archivo Casasola, que pensamos conocer bien por las fotos de la Revolución, pero no es así, es enorme, con más de medio millón de negativos, aunque no todos son de los Casasola, porque compraban archivos de otros fotógrafos y de periódicos cuando tronaban. El archivo empezó antes de la Revolución y ellos siguieron sacando fotos y fotos en los años 30. Descubrí el material de nota roja y pensé que ahí había un libro y una exposición”, cuenta.

Originario de un país con fotógrafos como los neoyorquinos Weegee (Arthur H. Fellig, 1899-1968), Joel-Peter Witkin (1939) o Diane Arbus (1923-1971), halló en las fotos de los Casasola curiosidades como las imágenes con que la policía documentaba las reconstrucciones de los crímenes.

“La tradición de la fotografía de nota roja en México es muy particular; por ejemplo, en las reconstrucciones de crímenes hay mucha calidad, es algo curioso; las fotografías que se toman son parte de un trámite legal, sí, en que se están evaluando diferentes versiones sobre quién disparó o dónde estaba el asesino o la víctima, pero su calidad es de cine noir, pero congelado. Me fascinaron”, añadió.

Desde su nacimiento, la fotografía ha estado relacionada con el crimen como herramienta que registra la apariencia de los delincuentes o la escena del crimen, pero, además, Lerner destaca su uso como control social, en el que México tuvo un papel pionero dentro de la criminología desde el principio.

“Desde finales del siglo XIX y en los inicios del XX había diferentes teorías sobre la apariencia del criminal, como la frenología; a partir de cómo era la nariz, el cráneo, o su fisiología en general se presumía quién podía ser ladrón y quién un violador; luego se usó como proceso de identificación antes de las huellas digitales, con retratos de los reos en un archivo para identificarlos. Eso fue bastante común en todas partes del mundo. Pero, en la nota roja es único en el caso mexicano”, señala Lerner.

Cuenta que, por la inestabilidad política y social en el país a mediados del siglo XIX, los principales gastos del gobierno en la Ciudad de México eran para las cárceles y la vigilancia en las calles, con lo que desde 1854, apenas dos años después de Suiza que fue el pionero, en la joven nación se empezó a usar la fotografía para la identificación policial, por su potencial como herramienta de control social.

Identifica al primer fotógrafo de prisiones, el coronel José Muñoz, quien hacía retratos de los reos que eran trasladados de la cárcel de Belén capitalina a San Juan de Ulúa, en Veracruz, de 1854 a 1890. Del control social penitenciario se pasó a otros ámbitos, como la prostitución, en la que el gobierno obligó a todas las prostitutas desde 1865 a ser fotografiadas para permitirles trabajar y hasta credencial les daba.

“El resultado fue una notable serie de retratos: a diferencia de las fotografías contemporáneas de presos —tomas uniformes y sin retocar de cabeza y hombros del convicto—, las fotografías de registro de las prostitutas son retratos de cuerpo completo, complementados con los adornos, poses accesorios y ropa comunes en los estudios fotográficos de la época (…) Las imágenes del Libro de Registro de Mujeres Públicas son claras colaboraciones entre el fotógrafo y su modelo”, escribe Lerner en su investigación.

Pero, dos casos, con los que se detiene por la trascendencia de los fotógrafos y de sus fotografías, dan también otra lectura, artística e incluso social, del papel del género: Enrique Metinides y Nacho López.

Compara el caso de Metinides con el de Weegee; empezó como fotoperiodista, lo fue toda su vida desde niño, y cuando ya no trabaja entra al mismo mundo de antes pero ya no como fotoperiodista, sino como artista; sus fotos procedentes del mundo de la nota roja entran a museos y espacios culturales.

“Nacho López es un caso distinto. Obviamente vivía de su fotoperiodismo, hacía fotoensayos en revistas que circulaban en otros ámbitos como el académico (dio clases en la Universidad Veracruzana), exponía en el mundo del arte. Entonces, sus fotos tienen una visión crítica, social, que no necesariamente existe en los trabajos de otros fotógrafos. En los hermanos Agustín y Miguel Casasola no sabemos bien a bien cuál era su visión social, si nosotros estamos imponiendo la crítica social en la foto o si sí está ahí en los ojos del fotógrafo. Con Nacho López sí es notorio, hizo unos ensayos muy padres sobre un crimen, una noche en la delegación, Lecumberri”, comenta Lerner en la entrevista.

¿A qué atribuye que la fotografía de nota roja ahora se mire como obra de arte?

En Metinides parecen fotos fijas de una película, como la que tomó de la señora rubia aplastada por un coche. Varias tienen naturaleza cinematográfica. En Nacho López, era parte de su profesión, exponía en galerías y museos importantes, aunque sus fotos también circularan en periódicos y revistas; hacía experimentación, ensayos antropológicos, como sus proyectos con foto callejera. Era muy versátil. Mi amigo recientemente fallecido José Antonio Rodríguez organizó una exposición de Nacho López en el Museo del Palacio de Bellas Artes en 2016 y se notaba ahí la variedad de trabajos y de foto de vanguardia, documental, antropológica y de cine que hacía. Era impresionante.

Irónicamente, ahora que hay más violencia que nunca en México, los diarios dejaron de publicar fotos de nota roja o policíaca como las de ambos, aun los medios donde ellos publicaron.

Hemos llegado a un nivel de violencia en que quizás los dueños de los periódicos creen que es publicidad gratis para los criminales. Ahora hay otros foros que entonces no existían, los blogs, las redes. Si quieres ver imágenes violentas como las de los Casasola, ahí está en segundos en tu celular.

Jesse Lerner: "Fotógrafos y otros artistas logran representar algo más allá de lo que se ve". (Cortesía)

¿Cree que las redes sociales sustituyeron a diarios como Alarma!, la nota roja?

En ese sentido, están sustituyendo las funciones de la nota roja en parte para el público en general, pero tienen otras funciones también; por ejemplo, grupos criminales las usan para amenazar a rivales.

¿Cuál es la función de la nota roja? Yo trabajé en un medio duro de nota roja durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera en la capital (2012-2018), que ocultaba la existencia de grupos criminales y el auge de asesinatos y la violencia. Nosotros traíamos como 10 homicidios a diario.

El problema es entender que entre los asesinatos hay crímenes pasionales, organizados y violencia del Estado. Parte del problema del periodismo de nota roja, igual que ocurre con las redes sociales, es que los medios siempre están buscando sangre, no importa si fue el Estado o el amante o un choque de autos; es sangre. Si tienes una foto buena, se publica. Si queremos avanzar hacia un país menos violento tenemos que empezar a analizar cuáles son los elementos y causas de este tipo de crímenes.

¿A qué atribuye el auge de Alarma!, que estuvo como 60 años en circulación?

Tenía una función social y un público muy importantes. Hizo un tipo de periodismo que ahí descubrieron; representar la violencia alrededor de nosotros, eso llamó mucho la atención del público. Pero, no era un lugar para analizar las causas de la violencia o tendencias más complejas, no era su fin.

¿Por qué la fascinación por material gráfico como ése?

Podemos citar a autores como Roland Barthes. Hay una relación muy íntima entre la fotografía y la muerte, el momento congelado, la persona que ya no está pero está en esa foto, la relación con la persona que no está y su representación con el objetivo que es la foto. Más allá, en el contexto del México actual en el que hay un problema grave a escala nacional de violencia, es una manera en que intentamos entender qué está pasando. Quizás no es la explicación sobre qué sucedió en un caso específico, sino que fotógrafos y otros artistas logran representar algo más allá de lo que se ve.

AQ

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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