Andar y ver. Tercer cuaderno, de Jesús Silva Herzog-Márquez en edición de Taurus, es un glosario de afinidades y deslumbramientos. Un compendio de textos en los que vierte pasiones literarias, estéticas y filosóficas. En consonancia con las dos entregas anteriores, el libro es un intento de comunicar entusiasmos y compartir lo que su autor ha disfrutado. “Notas de andar y ver llamaba Ortega y Gasset a sus apuntes de viaje y esto es también una bitácora de paseos”, se lee en el prólogo. De Voltaire a Anne Carson, de Luis Barragán a Leonard Cohen, de Henry Moore a Graciela Iturbide, la propuesta de Silva Herzog-Márquez se construye sobre la convicción del arte como una alternativa para asomarse al mundo desde otro mirador. Lo dijo el poeta irlandés Seamus Heaney: “La poesía no cambia las cosas pero sí puede cambiar la forma como vemos las cosas”.
Estas pasiones que comparte Silva Herzog-Márquez “son estímulos vitales”, dice, “alicientes para entender y disfrutar el mundo que me permiten una perspectiva para aproximarme a otras cosas. El filo de la creatividad, de la imaginación artística, la sensibilidad de un pintor, de un músico, me ofrece una perspectiva en términos de mi otra vocación, más cercana a la reflexión de lo político. Si nos sentimos definidos por lo que pasa en la órbita gubernamental, estos recursos nos recuerdan que ahí está apenas uno de los sentidos de la convivencia. El otro se encuentra en los espacios libres de la imaginación, la creatividad, la intuición, de meditaciones filosóficas”.
La emoción, más que la objetividad, es lo que distingue la propuesta de Silva Herzog-Márquez en estos breves ensayos, una convocatoria a ver, oír, a pensar. “Frente a la política, es decir, el dominio de las cosas que nos son impuestas y frente a la cual debe uno partir de la sospecha, la desconfianza, el escepticismo, en el ámbito de la creación artística sucede lo contrario, uno tiende a abandonarse a esa sugerencia estética, se deja llevar por el entusiasmo. El entusiasmo está vetado cuando se trata de política, el crítico que se entusiasma, se traiciona. Sin embargo, en ese otro dominio tiene la autorización de dejarse maravillar, digamos, por una melodía. En esta compilación hay una búsqueda de acercarse a otras inteligencias, incluso las más distantes a la nuestra, como la de un pulpo o un helecho. También en el espacio de lo natural hay algo que nos interpela, que nos cuestiona en términos de nuestra arrogancia humanística”.
Esta arrogancia se hizo más palpable a partir de la pandemia hace tres años. En el texto “Viaje alrededor de un cuarto”, Silva Herzog-Márquez cita a Pascal cuando advierte que todas las desgracias derivan de nuestra incapacidad de aislamiento. Enseguida, se detiene en el militar, pintor y escritor ruso Xavier de Maistre quien, mientras cumple un arresto domiciliario, escribe: “Me han prohibido ir y venir en una ciudad, pero me han dejado el universo entero; la inmensidad y la eternidad están a mis órdenes”. Para Silva Herzog-Márquez en la creación está el refugio de la esperanza. “No encuentro muchos motivos”, apunta, “para la ilusión en términos de lo político. Son tiempos muy preocupantes los de esta política de odios. La esperanza está en la sobrevivencia, la salud, la vitalidad de esas otras expresiones donde vamos a encontrar una idea que nos hará cuestionarnos, leer un libro que nos va a fascinar, oír a un músico que de pronto nos abre el oído. Ahí está la esperanza”.
Silva Herzog-Márquez escribe sobre La utilidad de lo inútil, ensayo de Nuccio Ordine donde plantea un escenario complejo de cara al fanatismo de nuestra era. Defiende lo inútil del sermón de la rentabilidad. Por su parte, Ovidio dice: “No hay nada más útil que las artes porque no tienen ninguna utilidad”. ¿Qué aportan las artes? “Su aporte es el de estar en otro lado, entender que nuestra vida no está simplemente en la detección de los instrumentos para lograr lo que deseamos. No es simplemente la técnica o la práctica, la vida también está en el juego, en el rito, en la ceremonia, en la reverencia. Eso es crucial”.
Nuestra capacidad de contemplación, de reflexionar, acaso se ha perdido ante el vértigo del día con día, el ruido de las redes sociales y su naturaleza banal. En su ensayo La significación del silencio, Luis Villoro dice: “Nada como el silencio puede expresar el asombro del mundo. Enmudecer puede ser decoro, respeto, reverencia”. Sobre ello, Silva Herzog-Márquez agrega: “Es una meditación sabia, de cierta humildad frente al mundo. En este tiempo lo que hay es el grito, la sensación de que tenemos que decirlo todo, todo el tiempo. Estar obsesivamente transmitiendo la foto del capuchino que nos estamos tomando y los huevos rancheros que vamos a desayunar. Esta invitación al recogimiento me parece muy valiosa”.
¿Qué diría hoy Ítalo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio de haberlas concluido? ¿Cómo armonizar “la consistencia” —el capítulo pendiente— con la liviandad, la rapidez, la multiplicidad, la visibilidad? Silva Herzog-Márquez comenta: “Hay una sensibilidad profunda en Calvino que defiende otros principios y otros valores literarios y nos deja solo esta pista, un enigma que no podremos resolver. Sería una gran tarea para pedirle al ChatGPT”.
El lector que se acerque a este volumen —en su conjunto una crónica del mundo actual— podrá ir y venir, avanzar y retroceder a su antojo, sin dejar de asombrarse, por ejemplo, con una poeta como Ida Vitale, un actor como Tony Soprano, un artista como Rothko o la cantante Rosalía. “Lo que me impulsa es la necesidad de explicarme por qué algo me entusiasma y tratar de ponerlo en palabras significa apropiarse de ello. Hay cosas que instintivamente te generan una reacción, te cuestionan, te entusiasman, y la idea es encontrar claves que ayuden a entenderlo mejor. En la tradición del ensayismo no puede haber itinerarios, uno debe dejarse llevar por el capricho, lo que te seduce a cada paso”.
AQ