La presencia de los libros fue una constante, se dio desde las dos mitades de su sangre, me dice Jesús Silva-Herzog Márquez. En la paterna, dirigida a la reflexión sociológica, la historia, la economía; y en la materna, una búsqueda artística, literaria. No fue uno de esos niños lectores que suelen refugiarse en los libros, “al contrario, me la pasaba chutando el balón o viendo la televisión; la lectura comenzó a incorporarse en mi vida a partir del último año de preparatoria”.
Académico, periodista y escritor, Jesús Silva-Herzog Márquez es un agudo analista político. Ha publicado libros como Andar y ver o La idiotez de lo perfecto. En estos días se dio a conocer Por la tangente. De ensayos y ensayistas (Taurus, 2020). Montaigne, Virginia Woolf, María Zambrano, Alfonso Reyes, Yuval Noah Harari o Roberto Calasso, son algunos de los 44 autores incluidos en este volumen que intenta responder a la pregunta: ¿qué aporta esta forma de la escritura?
“Todos ellos parten de que se escribe desde la subjetividad, representan al escritor que no se aparta para hablar en nombre de la ciencia, de la verdad, sino que está ensayando, intentando, aproximándose a ciertas áreas sin una conclusión definitiva. Lo fantástico que hay en los ensayos es una reflexión muy crítica y honesta de advertirse ridículo, falible, inconstante, y eso es lo que se comunica: una subjetividad no impostada, que no es la de quien se engrandece a través del yo, sino todo lo contrario. Como diría Gabriel Zaid, el ensayo no es una forma para que el escritor se luzca. Se trata de abrir el espacio para que se luzca el otro al que estás invitando”.
Alfonso Reyes describió el ensayo como un centauro, el hijo mestizo del arte y de la ciencia, mientras que Montaigne se preguntaba: ¿será el ensayo siempre una trampa?, ¿una manera de bordear el mundo sin acceder a él?, ¿una elocuente evasión? El ensayista se entrega a las orillas: no intenta demostrar nada, apenas mostrar. El ensayo es la fuga de la tangente: rozar el globo y huir. Después de muchos años de hacer una columna política y viniendo de una formación universitaria en la que se requiere la demostración, un rastreo meticuloso de las fuentes, Silva-Herzog Márquez opina que “en el ensayo hay una forma más sensata de entender la realidad resbaladiza del presente. En estos ensayistas hay una idea de que no se les puede tomar demasiado en serio. Lo que uno dice tiene como sombra algo que no está diciendo y que quizá también es una forma razonable de ver las cosas. En el linaje de estos ensayistas hay un aviso de cierta cautela frente a lo que uno piensa y lo que uno cree”.
Para Virginia Woolf, la valentía del ensayista radicaba en la confrontación consigo mismo. En ello consiste, también, el peligro del género.
“Me gusta mucho el peligro. Uno de los primeros textos es una advertencia: debemos ser muy conscientes de que el ensayista es un tramposo. La manera como se aproxima a la realidad o a la filosofía o a la historia o al arte, afirma esa subjetividad. El ensayista busca elegancia expresiva y sentido estético, no se compromete plenamente con lo que está diciendo. El ensayo es también un género peligroso porque como lectores debemos cuidarnos de caer en el embeleso del estilo y, al mismo tiempo, aceptar que eso puede tener un mérito que va más allá de nuestras coincidencias con lo que se está diciendo. En los textos que analizo hay esta maestría de la literatura de ideas, esa viveza musical que tienen los grandes ensayos. En nuestra tradición, también está el género de la poesía de las ideas que tiene su cumbre en Octavio Paz, un poeta que hace un ensayo en un poema, una reflexión sobre la historia, sobre el tiempo, el cuerpo, el deseo, el arte”.
Hablamos del ensayo como fuente de ideas, en contraposición a un mundo donde abunda la necesidad de opinar, donde la información vertiginosa tiende hacia lo banal.
“Los ensayistas de este libro van a contracorriente de nuestro momento en el sentido de la relación con lo inmediato. Esa es una característica del, entre comillas, debate público contemporáneo que tiene que ver con el simple reflejo. Yo oigo algo y lo primero que se me ocurre es que tiene mérito para que lo conozca todo el mundo. Es un problema contemporáneo que va en contra de la reflexión reposada del ensayo, que implica el decir ‘sí’ y después decir ‘pero’, y eso no funciona en el albureo del debate contemporáneo donde lo que cuenta es el gancho inmediato cuando recibes la provocación”.
Y también está el lenguaje de la política, su decadencia, que George Orwell trata en uno de sus ensayos.
“Son muy malos momentos para el lenguaje político. Se habla mucho para evitar que alguien se tome la molestia de pensar. Y dice Orwell: estamos acostumbrándonos a las metáforas secas que hemos usado miles de veces y ya no dicen nada. Eso es brutal cuando vemos las conferencias de prensa de todas las mañanas. Lo que vemos es a una persona que está repitiendo lo que ha dicho durante años y años, pero no vemos a alguien pensando. Me parece que eso es grave”.
Estamos frente a una situación mundial inédita. ¿Hacia dónde nos dirigimos? “Es una época extraordinaria, única en varias generaciones y única en el mundo porque se vive al mismo tiempo en todos los rincones del planeta. Nuestra tentación es imaginar que este es el punto final de un tiempo, que ha muerto todo lo que estábamos padeciendo durante décadas o siglos, y lo que leemos en algunos filósofos y opinadores es que se trata de escribir un ensayo sobre el fin del capitalismo, del neoliberalismo, de la democracia, como si estuviera naciendo una nueva sociedad radicalmente distinta. Yo sería escéptico ante la idea de que estos cortes en la historia son definitivos. Sospecho que cuando las cosas empiecen a normalizarse, retomaremos gran parte de nuestras tradiciones, nuestras herencias y vamos a seguir comportándonos con los mismos vicios de hace un año. Desde luego cambiarán algunas cosas, ha sido un golpe a nuestras formas de relacionarnos, a nuestros vínculos en el sentido más inmediato y esto va a dejar una huella por mucho tiempo. También diría que somos una especie que se empeña en olvidarse muy pronto de lo que acaba de aprender”.
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