A 80 años de la muerte de Jorge Cuesta

In memoriam

El 13 de agosto de 1942 falleció el autor de Canto a un dios mineral, estudiado y reconocido por los más prestigiosos intelectuales mexicanos. Este texto es un acercamiento a su carácter y trascendencia en la vida literaria de nuestro país.

Jorge Cuesta, 1903-1942. (Ángel Soto)
Víctor Peláez Cuesta
Ciudad de México /

Agucé la razón

Tanto, que oscura

Fue para los demás

Mi vida, mi pasión

Y mi locura.

Dicen que he muerto.

No moriré jamás:

¡Estoy despierto!

Xavier Villaurrutia


Conmemorar la muerte de Jorge Cuesta, resulta un acto singular, ya que la remembranza está dirigida a la vida y no a la muerte. Hace 80 años, el 13 de agosto de 1942 falleció Jorge Cuesta Porte Petit. Hoy conmemoramos, pues, la obra de arte que Jorge Cuesta hizo de su vida.

Dispersa en artículos periodísticos y en revistas culturales, la obra de Cuesta tuvo que esperar 22 años antes de que fuese reunida y publicada, y más de 30 para ser reconocida por los más prestigiosos intelectuales mexicanos.

Jorge Cuesta es el “primer intelectual plenamente moderno de México” (1) y su trayectoria —breve e intensa— lo llevó a convertirse en “el fundador del canon en la literatura mexicana”. (2) Esta afirmación describe la identidad del autor de una obra que ha resistido al paso del tiempo y sigue siendo de actualidad.

El personaje que nos es narrado por “Los Contemporáneos” y por sus contemporáneos, aparece en 1923, es un joven de madurez prematura, rebelde pero estructurado, heredero de la cultura de su padre pero disidente de ella.

El interés y la imagen de Cuesta se han fortalecido. Sobre su personalidad y su obra se han producido eruditos ensayos, coloquios y homenajes, lo que tal vez no sería de su agrado.

Influido por Nietzsche, Mallarmé, Valery y Julien Benda, entre otros, supo imprimir un incomparable estilo propio a su trabajo crítico, que lo distingue de sus compañeros del grupo “Contemporáneos”.

Lo que hace la permanente modernidad de Cuesta es precisamente su capacidad para plantear nuevas problemáticas y proponerlas con una autoridad irrefutable, ya se trate de cultura, política o filosofía. Es asombroso leer su ensayo sobre la “Santa Juana de Shaw” en donde, en 1925, a los 22 años, hace una crítica magistral, sin ver la puesta en escena, basado solamente en el texto de la obra, analizándola junto a su autor. Ese mismo año escribe “Canciones para cantar en las barcas de José Gorostiza”, donde muestra su enorme erudición.

Jorge Cuesta es polifacético; la literatura y la poesía, el arte, la ciencia y la política son para él actividades cotidianas. En su aspecto más mundano (más humano dirían algunos) se divierte y abisma en los vaivenes del amor.

A los 24 años, ya ha leído a Nietzsche, desafía a Ortega y Gasset y Alfonso Reyes, quien en 1954 se refiere a él con agresiva malevolencia. (3)

En 1927 aparece “Reflejos”, reseña del libro homónimo de Xavier Villaurrutia, auténtica poesía en prosa, y también publica los ensayos “Antonio Caso y la crítica” y “El resentimiento en la moral. Max Scheler”, que son sus primeros acercamientos públicos a los temas filosóficos.

En 1928 Cuesta firma la Antología de la poesía mexicana moderna, que en realidad es una obra colectiva de los “Contemporáneos”; su aparición, estando Jorge en París, desata en México un verdadero escándalo.

Desde París, Cuesta dirige una carta a Manuel Horta, director de Revista de Revistas, participando así en el debate. Como lo apunta bien Gerardo Diego, las antologías son para generar debates y Jorge Cuesta habrá heredado a la historia no solo una antología sino un memorable debate.

En 1929 escribe dos artículos: “La poesía de Paul Éluard” e “Influencia económica de la campaña contra el alcoholismo”, siendo este último el más revelador del momento que Cuesta vivía mientras trabajaba en el ingenio azucarero ‘El Potrero”, bajo las órdenes de su padre y teniendo como pareja a Lupe Marín.

En marzo de 1930, nace su hijo Lucio Antonio Cuesta Marín y su producción intelectual, aunque escasa, se dirige a la crítica del arte, sobre todo al “arte para el pueblo” emanado de la revolución. También publica “Una teoría sexual”, en la que crítica la obra de Bertrand Russell Vieja y nueva moral sexual.

En 1932 la consignación de la revista Examen, de la cual él es creador y director, lo ocupa y lo arrolla. El escándalo montado por los enemigos de Narciso Bassols, ministro de Educación Pública, quienes a través de un mediocre periodista de Excélsior denuncian a la revista por incurrir en “faltas a la moral” al publicar la novela Cariátide, de Rubén Salazar Mallén, quien utilizaba palabras “vulgares” del florido vocabulario mexicano.

Guillermo Sheridan ha dedicado todo un libro, un magnífico libro, con una exhaustiva investigación respecto al caso de Examen, (4) concluyendo, de alguna manera, que el combate de Jorge Cuesta por la libertad de expresión sigue beneficiando a México.

Entre 1932 y 1940 encontramos la mayor producción intelectual de un Cuesta maduro, y mientras su crítica literaria y artística siguen su curso, su interés se manifiesta tanto en la política como en la educación en México.

En sus artículos de corte político, nunca toma partido, su posición es crítica. Como lo sugiere Julien Benda en La traición de los clérigos, Cuesta advierte, denuncia, critica, pero jamás sugiere, jamás hace proselitismo de ninguna especie y es por ello que sus opositores encuentran difícil la confrontación. Ciertamente se ve obligado a pronunciarse en algunos casos, sin embargo, su crítica rara vez es ad hominem, mientras que sus opositores lo atacan siempre y no a sus argumentos. Es asombroso cómo, en algunos artículos Cuesta puede desmembrar a alguien sin tocarlo, solo desbaratando lo que le rodea.

La actualidad de la obra de Cuesta no es la única razón para sugerir, para vindicar la pertinencia de hacer el esfuerzo de comprenderlo. Es necesaria la seducción de las afirmaciones de un humanista que reivindica al individuo frente al mundo, que se define como espectador de su existencia frente al mundo que lo rodea. Su vehículo es la crítica. Veamos: “Ésta es una ocasión que se me muestra valiosísima para justificar mi desconfianza en un lenguaje crítico que, cuando logra complacer a mi gusto, choca con mi entendimiento, y cuando logra hacérseme inteligible, no es tolerado por mi sensibilidad”. (5)

En su obra, el lector percibe la diferencia entre la escritura como sombra y la escritura como reflejo, su caso es el de la escritura como reflejo; Cuesta no indica nunca el camino a seguir, no proyecta su sombra sobre el lector; Cuesta solo narra cómo lo hizo él, cómo comprende él la naturaleza de las cosas y de la gente.

Epílogo

Cuesta afirma que “no podemos juzgar lo que no comprendemos”, y si bien hemos recuperado el interés sobre su obra, su vida sigue estando cubierta de “leyendas” y de mitos que han provocado una equívoca imagen pública. “Como si el autor hubiese tenido que pasar por lo que pasó y vivir lo que vivió” para crear su obra magistral.

En 1940 el equilibrio mental de Jorge Cuesta se fractura al grado de tener que ser internado en una institución psiquiátrica para “restaurarlo”. Desconocemos aún el origen de dicho desequilibrio. Cuando Jorge era un bebé, se le escapó de las manos a una joven que lo cargaba y se golpeó un ojo en un aguamanil, a los 12 años le tienen que extraer un tumor del ojo izquierdo, resultado de ese golpe. En 1940 es agredido por unos sicarios enviados por el sindicalista Vicente Lombardo Toledano quienes le propinan una tremenda golpiza dejándolo inconsciente en la calle. Durante este primer internamiento muere su madre quien desde su reclusión doméstica fue para él un pilar emocional. Insisto, no sabemos qué desencadenó este desequilibrio mental que se fue acrecentando en intensidad y fue teniendo consecuencias cada vez más graves.

Durante el último internamiento Jorge fallece y el hospital psiquiátrico declara un suicidio causado por “una distracción de los enfermeros”.

En una carta a su hermano Víctor, Jorge le había escrito: “Yo soy de los que creen que una vida perdida es una vida heroica que tuvo vergüenza de serlo (…), lo más abominable es el suicida, el avergonzado por la vida y el cínico”. (6) Su supuesto “suicidio”, con los años, se convirtió en el epicentro de su vida, volviéndolo un “Poeta maldito”, y esto ha sido usado para sendos ensayos literarios.

En su ensayo “Nietzsche y la psicología” Cuesta afirma: “¡Qué empleo de la ‘psicología’ tan opuesto del que Nietzsche hubiera esperado que inspiraran sus obras! ¡Él, que se decía ‘el maestro en psicología’, ser tratado así por la psicología de los críticos! ¿Habrá llegado (acaso) el tiempo de comprender que son los sentimientos de Nietzsche los que valen? (…) Nietzsche se veía pensar con su pasión, (…) pues sabía que su pasión era tan justa como su locura”. ¿Acaso la visión de Cuesta sobre Nietzsche debiera ser aplicada entre nosotros a él mismo?

Quiero resaltar (como lo hizo Valery con Mallarmé) el contraste entre aquel Cuesta vivo, casi anónimo (algunos dudaban de su existencia) y el Cuesta actual, es decir muerto. Esa fuerza póstuma no proviene sólo de la edición de sus obras. No es tan solo la belleza de su poesía ni la profundidad de sus ideas lo que ha hecho a su nombre crecer a pesar de los años y salir así del oscuro silencio del olvido, es Cuesta, el hombre digno e imperturbable, noble como su actitud, noble como la dignidad de su poesía y su crítica. Su singularidad lo hace incomparable en el mundo de las letras.


(1) Christopher Domínguez Michael, Tiros en el concierto, Ediciones ERA, México, 1997, p. 275.

(2) Ibid., p. 283.

(3)“Hay en algunas naturalezas cierta resistencia a la cultura. Si se les fuerza … producen monstruosidades … como aquel que acabó castrándose para resistir el deseo de acostarse con su hermana y que había descubierto el secreto de hacer la crítica literaria mediante reacciones químicas”. Christopher Domínguez Michael, ‘La crítica del Demonio’, Jorge Cuesta, Obras Reunidas, FCE, México, t. 3, p. 16.

(4)Guillermo Sheridan Prieto, Malas palabras, Jorge Cuesta y la revista Examen, Siglo XXI editores, México, 2011.

(5)Jorge Cuesta, “La lección de Ansermet” [1937], Jorge Cuesta, entre poesía y crítica, IVEC, Xalapa, 2018, p. 347.

(6) Carta a su hermano Víctor Cuesta Porte Petit, 1937, Jorge Cuesta, Obras, Ediciones El Equilibrista, México, 1994, p. 350.



AQ

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