La aventura de Páginas de Espuma comenzó a mediados de los años noventa. Juan Casamayor (Madrid, 1968) recién terminaba su tesis en Zaragoza cuando decidió pasar unos días en Madrid para ayudar a una tía en la editorial Fundamentos. Como compañera de departamento tenía a Encarnación Molina, quien a la postre sería su cómplice en la misión de crear un sello dedicado a la literatura.
Todo empezó con Escritos de Buñuel, un título conseguido casi por azar (el joven anestesista que apoyaba a su padre en el quirófano era sobrino del cineasta). Veinte años después la casa es respetada por un catálogo que reposa en el cuento y Casamayor es considerado como uno de los herederos más ilustres del legado de editores como Jorge Herralde o Beatriz de Moura.
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—Han pasado dos años desde que recibió el Homenaje al Mérito Editorial y ahora viene a México a compartir los 20 años de Páginas de Espuma.
México es un país que cada vez me da más. Autores queridísimos como Ignacio Padilla y Jorge Volpi asumieron una actitud casi militante al publicar en una editorial independiente y española como la nuestra. Con el tiempo encontré en Antonio Ortuño a un hermano. Socorro Venegas me ha dado fascinación literaria y personal. A nivel empresarial he encontrado aliados interesantes. Por si fuera poco, me dio un premio importantísimo y estimulante.
—En estos 20 años las editoriales independientes y la industria han cambiado radicalmente.
Los hábitos de consumo de nuestros lectores son muy distintos. Ahora se lee en otros soportes y herramientas. El cambio más profundo está en la esencia de la lectura. El surgimiento de las redes sociales supuso una nueva realidad comunicativa. Otra herramienta reciente es la venta del libro a través de portales en internet. En países como España, el protagonismo de Amazon ha sido un golpe brutal para las librerías. Ahora el proceso de lectura viene de otro lado y por consiguiente cambió el tejido editorial. La concentración de los grandes grupos es muy fuerte, pero existe una bibliodiversidad excepcional.
—¿El debate acerca del libro electrónico ya está rebasado?
Tenemos un buen catálogo de libro digital y sus ventas no superan el cinco por ciento del promedio nacional en España. Más allá de realidades y romanticismos, lo cierto es que los editores no terminamos de apostar por el libro electrónico. Ojalá fuera una alternativa real para alcanzar más lectores, pero no es así. Lo que sí es una tendencia clara es que la gente prefiere comprar en Amazon antes que en la librería de la esquina.
—En Europa ha habido intentos para evitar que Amazon desplace a las librerías. ¿Qué futuro ve en este sentido?
Amazon está instalada en Irlanda, donde la política fiscal es muy blanda. Si bien la Comunidad Europea necesita tomar medidas al respecto, lo primero es cohesionar al sector del libro. Necesitamos más unión entre editores, libreros y distribuidores, fortalecer el mensaje de que las librerías pueden vender tan bien como lo hace Amazon. En España, todostuslibros.com te manda el volumen en 24 horas. Nos hace falta trabajo, intercambiar información y ser más generosos.
—Con las condiciones tecnológicas, ¿hoy es más fácil que sobreviva una editorial como Páginas de Espuma?
Hay factores que favorecen el nacimiento y la consolidación de una editorial independiente como Páginas de Espuma. Se han abaratado ciertas posibilidades de producción. Con las herramientas tecnológicas es más fácil maquetar y diseñar. Gracias a la impresión digital puedes hacer ediciones más pequeñas. En España hay un florecimiento editorial enorme: buenas editoriales haciendo nuevos y buenos proyectos. No obstante, el sistema de las librerías es más complejo: están sobrecargadas de novedades e intentan atrapar a un lector con nuevos patrones de ocio como los videojuegos y las redes sociales.
—¿Cómo llevar el libro a este terreno?
Necesitamos conseguir que el libro rompa las costuras de las clases sociales. Sin embargo, tampoco creo en el libro gratuito. Una obra implica trabajo intelectual, transporte, encuadernación y todo eso es dinero. Necesitamos forzar a los gobiernos para que desarrollen iniciativas culturales y sociales que faciliten el acceso a la lectura entre quienes no tienen posibilidades económicas.
—Consecuencia del florecimiento editorial que menciona, es una mejor identificación de los nichos de lectores.
Tal vez la fluidez informativa hace más fácil radiografiar a grupos lectores. Siempre ha habido un proceso de personalización en el mundo del libro, pero es verdad que la variedad editorial ha encontrado una vitalidad que se contrapone a la unificación mercantilista de los grandes grupos.
—Y esto fortalece la escuela de edición a la que pertenece.
Soy un editor bisagra. Páginas de Espuma surgió a finales de los años noventa. Yo todavía tenía muy fresco el modelo de editores como Jorge Herralde o Beatriz de Moura. Los jóvenes posteriores a mi generación vienen a pedirme consejos o contactos, y yo me veo entre las dos orillas.
—¿Cómo han conseguido hacer rentable el sello?
No ha sido sencillo. Ya tenemos una estructura y no nos gusta pagar sueldos mileuristas. Para sobrevivir, es preciso trabajar muchas horas y ser flexibles.
—¿Flexibilidad equivale a concesiones?
La supervivencia de nuestra editorial consiste en hacer de un gusto personal una aventura rentable. La comunidad de lectores nos será fiel si mantenemos parámetros acordes a nuestro catálogo. Por supuesto, no soy ajeno al mercado y soy sensible a un fenómeno literario sólido, político y social, como es la irrupción de las escritoras latinoamericanas en el cuento. Autoras como María Fernanda Ampuero o Socorro Venegas tocan temas relacionados a la equidad de género, al #MeToo y al lenguaje inclusivo. Ahí están las claves de la supervivencia.
—Recibe un libro con lenguaje inclusivo y ¿qué hace?
Anatomía sensible, el nuevo libro de Andrés Neuman está compuesto por 30 textos y cada uno aborda una parte del cuerpo. Es un título contra el canon y las imposiciones de la belleza. Además, tiene la virtud de que no sabes si quien describe los cuerpos es hombre o mujer. El lenguaje inclusivo implica una realidad social que nuestro idioma debe asumir.
—¿Acepta el “todes” o “compañeres”?
Me cuesta. En la gramática española, la “o” es el grado no marcado de género para un plural, pero entiendo que esto fue establecido en una época donde nadie cuestionó la norma. Aun así, me cuesta leer “ciudadanes”. Necesitamos revisar la psicología y su influencia en el lenguaje. Soy menos machista que mi padre y supongo que mi hijo será menos que yo.
—Una característica más del sello es publicar clásicos libres de derechos, con estudios introductorios o traducciones interesantes.
Nunca nos propusimos hacer la enésima antología de Chéjov. Preferimos emprender el proyecto de una gran biblioteca en torno a sus cuentos completos. Un proyecto de esta magnitud requiere músculo financiero y a un aventurado loco como Paul Viejo, el traductor. En otoño acabamos de publicar los cuentos completos de Henry James. Apostamos por los relatos de Bram Stoker. Es decir, trabajamos por proyectos literarios ambiciosos. Además, me gusta identificarme con el aquí y ahora de los escritores. Fui a Guadalajara para encerrarme a trabajar con Socorro Venegas. Viajé a Granada para trabajar con Andrés Neuman. Eso es lo que me hace ser editor.
ÁSS