La familia de Juan Francisco Urrusti llegó a México huyendo de la Guerra Civil española. Tras dos intentos por contar su historia, el documentalista pudo concluir Un exilio: película familiar, proyecto que, a partir del testimonio y la memoria histórica, reflexiona sobre la migración y sus efectos.
¿En qué momento decide hacer una película tan personal como Un exilio: película familiar?
Un par de veces había buscado recursos para hacer la película. Por fin pude conseguir la beca del Sistema Nacional de Creadores entre 2011 y 2013 y concretar el proyecto. Hasta entonces tenía algunas entrevistas en audio y pocas fotos. Aproveché una exposición dedicada a Fernando Gamboa en el Centro Cultural Tlatelolco y levanté más imágenes de algunos de los españoles que llegaron refugiados. Asumí el proyecto como una misión personal. Quería hacer un homenaje a mis padres, pero también a México porque a mediados del siglo XX recibió a más de 20 mil personas, incluyendo niños que huían de la guerra.
La película también implicó una investigación sobre su identidad y sus orígenes.
En realidad, sabía muy poco de mi historia. Cuando levanté el proyecto ya había olvidado muchas de las cosas que me contaron mis abuelos. Incluso perdí algunas grabaciones. Tampoco sabía demasiado sobre la Guerra Civil española. En el camino aprendí de España y México. Tuvimos que hacer un arduo trabajo de archivo. Creo que parte del gusto de una película como ésta radica en el descubrimiento personal y social.
Supongo entonces que no tendría un guion delimitado.
Así es, hubo quienes me cancelaban citas y otros posibles entrevistados murieron. Sabía e intuía más o menos cómo podía terminar la película, pero fue un proceso similar al de hacer una trenza con distintos hilos. Hablé con más de 20 personas y cada una ofrece una historia particular. Cada película marca su propia ruta y en este caso me parecía que lo importante era que la gente hablara.
A pesar de que es un tema del cual se ha hablado bastante, la especificidad de su familia es lo que la hace diferente.
Hay muy buenas películas sobre la Guerra Civil española, pero ninguna partía de una historia familiar. Otra de las riquezas de la película es que recojo los testimonios de gente que entonces eran niños, de modo que se construye a partir de recuerdos de figuras como José de la Colina o Néstor de Buen.
Si bien ya había hecho dos intentos por realizar la película, el documental llega a las salas en un momento en que la migración está en el centro del debate.
La migración es un tema que cada día cobra más importancia. Lo ideal sería que aquella gente que tiene la necesidad de moverse de su país fuera bien recibida a donde va; finalmente, aporta trabajo y cultura. Por desgracia, en el mundo se cierran las fronteras y se levantan muros, como decía mi padre; el mundo está por convertirse en una cárcel. Reconozco que detecté una coyuntura importante para reflexionar sobre el tema a partir de una historia de vida y que incluso podría considerarse de éxito.
Hace unos días vimos manifestaciones contra los migrantes centroamericanos, algo que contradice la tradición de México hacia los desplazados.
Históricamente, México ha recibido desplazados. Me entristece ver que ahora la gente sale a las calles para protestar contra los centroamericanos. Se tienen imágenes mentales muy distorsionadas de lo que son los migrantes y los refugiados. Estas reacciones nos costarán muy caro porque con qué cara podremos defender a los mexicanos si nos portamos igual que el gobierno de Donald Trump.