La escultura, dar forma a lo intangible

Casta diva | Nuestras columnistas

La escultura nos da la posibilidad de reinterpretar el concepto que tenemos del mundo y sus formas, para atraerlas a otra proporción y ser parte de nuestra comprensión.

Galería griega y romana en el Museo Metropolitano de Arte, NY. (Foto: Felipe Simo | Unsplash)
Ciudad de México /

La representación de lo intangible fue uno de los grandes retos de la escultura, al dar forma al arte sacro y sus dioses. Desde los monolitos, hasta el Éxtasis de Santa Teresa, el arte sacro dio volumen, formas y dimensiones antinaturales a los mitos, dio formas físicas para lo inmaterial de nuestra fe. Esto motivó las técnicas y las búsquedas de materiales fueran cada vez más exigentes. El mármol debería ser transparente, la anatomía humana debería ser heroica y sin embargo verosímil, y la belleza, como armonía que inspira al espíritu a la contemplación, se apoderó de las obras.

Las leyendas de esculturas que podían seducir a hombres y mujeres. Pigmalión, buscando esa perfección, se enamora de su propia obra, escultura Galatea. Se llegó a tal obsesión que el arte provocó una idolatría a la belleza. En los inicios de la Edad Media, estas obsesiones se llevaron al extremo de la destrucción iconoclasta y se destrozaron esculturas griegas y romanas porque decían que podían seducir a las mujeres vírgenes. Por eso existen esculturas que tienen martillazos en los rostros y genitales.

La escultura como creadora de su contexto se unió a la arquitectura y le otorgó un sentido estético y trascendental, con la escultura los espacios dejan de ser utilitarios y se convierten en espacios para albergar la dimensión de lo humano y su temporalidad. El tiempo que pasamos dentro de un recinto adquiere otra fuerza al tener una obra de arte como parte de su sentido de ser. El arte gótico, las catedrales, palacios, hacen de la escultura parte de su estructura y son obras de arte monumental, las agujas de las cúpulas que se levantan al cielo, las cariátides y gárgolas, las torres, son escultura y arquitectura fundidas, para acercarse a la divinidad. El ser humano que habita esa grandeza como parte de nuestra presencia efímera, piensen en los miles de personas que han entrado a una catedral durante siglos, ya no están, y la belleza permanece.

La escultura prehispánica en América Latina, es arte sacro, y las pirámides de las culturas azteca o maya son esculturas de gran formato. Las representaciones de los dioses o de la naturaleza, que estaba vinculada a los dioses, son una muestra de virtuosismo técnico, porque se hacían sin herramientas metálicas. Se llegó a una línea estética esencial y suntuosa, albergaba formas y escritura. Por eso en el periodo de la Colonia, cuando los artistas indígenas tuvieron en sus manos herramientas metálicas, alcanzaron niveles magistrales en la escultura del Plateresco que mezclaba formas góticas, renacentistas y prehispánicas, llegamos al virtuosismo y tenemos obras maestras de la unión del espacio y la materia.

La escultura nos da la posibilidad de reinterpretar el concepto que tenemos del mundo y sus formas, para atraerlas a otra proporción y ser parte de nuestra comprensión. Su material y textura, su volumen, utilizan la luz y sombra que se refleja, para ser esa anomalía que defina el espacio.

AQ

  • Avelina Lésper

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